Habitación

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—¿Crees que llueva? —cuestionó Calíope.

—Parece que en cualquier momento empezará. —le respondió Lupe mientras terminaba de lavar los trastes de la comida con ayuda de la griega quien los secaba.

—¿Qué es lo que hacen cuando llueve? —quiso saber.

—Kerem, junto a los trabajadores se aseguran de que los animales estén resguardados, básicamente que todo esté en orden. —le contó.

—Ya empezó. —señaló mirando por la ventana como el agua caía con fuerza.

—Espero que hayas cerrado las ventanas de tu habitación.

—Lo hice. —confirmó sonriendo— Cuando llueve siempre se me antoja hornear.

—La cocina es toda tuya. —le dijo Lupe.

—Podríamos hacer un brownie de chocolate. —dijo haciendo memoria de lo que necesitaba.

—No sé, si hay chocolate. —declaró la mexicana pasándole el último plato para que lo secara— Deja reviso.

—Genial, no hay línea. —dijo con fastidio Kerem entrando a la cocina.

—Debe ser por la lluvia. —señaló Lupe.

—Lo sé, iré a ver que todo esté en orden. —comentó caminando a la puerta.

—¿Necesitas que te acompañe? —se ofreció Calíope.

—No, no es necesario, no es nada que tenga que ver con veterinaria. —respondió saliendo de la cocina.

La griega respiró profundo, mirándolo salir, era tan raro, la mañana parecía que había transcurrido bien, no hablaba mucho pero le explicó todo lo que hacían con los animales.

—Él tiene razón, solo verán que todos los animales estén guardados. —dijo desde adentro de la alacena— Encontré chocolate negro ¿te sirve? —preguntó saliendo.

—Sí, es perfecto, necesito un poco de harina, huevos, azúcar, mantequilla, vainilla.

—Hay todo. —anuncio.

—Perfecto, nos faltaría solo el helado de vainilla.

—También hay, Kerem es un glotón con los helados, así que hay un congelador solo para ellos. —dijo poniendo los ingredientes secos sobre la mesa.

—¿De verdad? No parece un hombre de helado. —comentó.

—Pues lo es.

—Él, parece tan enojado y serio, que el primer día me dio miedo dejar comida en el plato, además de que no me gusta desperdiciar. —dijo tomando un tazón para empezar hacer unos huevos.

—Creo que la vida lo ha hecho así, pero es un hombre bueno y justo.

—¿Qué le ha pasado? —quiso saber.

—No creo que deba decírtelo. —respondió.

—Lo entiendo. —aceptó su respuesta sonriendo.

—¿Qué más necesitas? —inquirió la mexicana.

—Hay que precalentar el horno. —respondió —¿Hace mucho que trabajas con él? —preguntó, aunque ya lo sabía, Kerem se lo había dicho.

—Sí, casi un mes despues de que él llegara a vivir aquí, me presenté para el puesto de cocinera. —le contó— Mi esposo también trabaja aquí, es el encargado del ganado, me dijo que Kerem estaba solo en la casa y que seguramente necesitaba alguien que le ayudara, solo tenemos un hijo y estaba aburrida, asi que nos pareció buena idea, desde entonces trabajó con él, va a ser seis años ahora en noviembre.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora