Brownie

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—Porque estoy viendo a la mujer que amo. —declaró Kerem mirándola a los ojos, la griega lo miró segundo antes de mirar al frente.

—Todos amamos a nuestra madre. —dijo antes de llevar a su boca un trozo de higo.

—Me refiero a ti, no a mi madre. —le aclaró, encantando de tenerla tan cerca y poder hablar con ella.

—No lo creo, podrías no dirigirme la palabra, gracias. —le pidió sin dirigirle una mirada.

—No conocía tu lado grosero, me gusta. —dijo sin borrar la sonrisa.

Calíope decidió no responder nada,, y poner atención a los que hablaban los demás.

—Por cierto, Pecas esta muy bien. –dijo unos minutos después, por supuesto tuvo la atención que deseaba de su propia niña mimada— Él y caramelo son los mejores hermanos.

—Pensé que lo ibas a regalar. —recordó mirándolo.

—Su dueña no ha vuelto al rancho por él. —declaró mirando sus ojos preciosos.

—Mejor para ti, tendrás más animales para pasar tu tiempo, con eso que no te gusta estar con las personas. —señaló.

—Hago mis excepciones, por si no lo recuerdas, puedo refrescarte la memoria, cuando gustes. —dijo sin dejar de sonreír.

—¿Qué pasa contigo? —cuestionó mirándola extrañada.

—Nada ¿Por qué?

—Porque sonríes demasiado,  tú no haces eso. —declaró.

—Porque estoy feliz de verte. —reconoció sin vergüenza.

—Es todo lo que tendrás. —dijo antes de girar el rostro en dirección a su padre.

—Ya lo veremos. —dijo el salvaje sin vergüenza.

—Lo veremos. —respondió sin mirarlo.

—Estoy ansioso por verlo. —declaró antes de que su madre le hablara, para preguntarle algo sobre sus caballos.

Calíope lo escuchó hablar, explicando como era tener caballos salvajes y asegurándoles que no estaban en venta, no podía negar que seguía enamorada de él y que su corazón quería salirse por su boca cuando le dijo que era la mujer a la que amaba, pero no podía ceder tan fácil, debía recordar que sólo estaba ahí porque era la boda de su hermana y estaba segura que sus padres lo habían obligado a ir.

Cuando terminaron con el desayuno fueron, al área donde tenían los caballos para que Tapioca y Kerem los miraban, tomó el brazo de su padre.

—Tú sabias que él estaría aquí ¿Qué planeas grandote? —le preguntó llamándolo cómo lo hacía su mamá.

—Solo quería saber cómo era, realmente parece un buen hombre y apasionado por su trabajo, esa es una buena señal, aunque es un idiota por romperte el corazón. —respondió su padre.

—Pudiste advertirme. —dijo Calíope.

—¿Dónde estaría lo divertido? Creo que aún está enamorado de ti. —declaró.

—Papa. —lo llamó mirándolo a los ojos.

—Gatita. —le dijo con el mismo tono.

—No voy a volver con él. —declaró.

—Yo no quiero que vuelvas con él, porque seguramente va a querer llevarte lejos de mí, a ese rancho perdido en medio de la nada, rodeada de animales. —dijo con sinceridad.

—El rancho es precioso y los animales sólo lo hace el lugar más atractivo. —comentó.

—Eso no importa, lo que importa es que va a querer quitarme a mi última flor. —dijo antes de dejar un beso en la mejilla.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora