Encuentro

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—¿Kerem estás listo? —preguntó Murat tocando la puerta de su habitación.

Había pasado gran parte del día, intentando recordar el nombre de la isla que vivía Calíope, pero no podía hacerlo, parecía como si nunca se lo hubiera dicho, pero sí lo hizo en una de sus tantas conversaciones, ella le contó cómo era su casa, como le gustaba disfrutar de los atardeceres sentada en el borde de la piscina. Podría preguntarle a su cuñado, despues de todo eran parientes, o tal vez esperar a la boda de su hermana, seguramente estarían invitados.

—Sí, dame veinte minutos. —respondió sentándose en la cama.

—¡¿Veinte minutos?! —cuestionó su hermano entrando— ¡Aun no te has bañado! Cielo va a enojarse, si llegamos tarde. —le recordó.

—Estaba ocupado. —declaró quitándose las botas.

—Ocupado ¿en qué? —quiso saber mirándolo mal.

—Pensando, no recuerdo el nombre de la isla donde vive Caliope. —declaró.

—¿Para que quieres saber? ¿Vas a buscarla? —inquirió.

—No lo sé, lo estoy pensando. —dijo poniéndose de pie, empezándose a desabrochar la camisa.

—Podríamos preguntarle a Rainer, seguro él nos puede dar toda la información, tal vez también nos dé la de su hermana. —dijo pensativo Murat.

—¿De su hermana? —se detuvo en la puerta del baño para mirar a su hermano para arrojar

—Sí, creo que se llama Mia.

—Mia, vive en New York y está casada, eso sí lo recuerdo. —señaló.

—No me interesa su hermana, olvídalo.

—No, no voy a olvidarlo y mejor explícame ¿Por qué quieres los datos de su hermana? —cuestionó cruzándose de brazos.

—Porque cuando mire a Calíope en Ney York después de que dejó tu rancho polvoriento, fue en un restaurante e iba acompañada de su hermana y otra joven, me interesa la joven, Arizona, se llama. —le contó.

—Arizona. —dijo pensativo— Me suena el nombre, seguramente me lo mencionó en algún momento. —comentó— ¿Asi que te gusta alguien?

—Era muy bella, alta, delgada, con el cabello rubio, un sueño. —la describió.

—El pequeño cucarachón tiene sentimientos. —se burló.

—Mejor ve a bañarte, llegaremos tarde y Cielo va a enojarse con nosotros. —declaró dando media vuelta.

—¡Ay! el pequeño cucarachón no quiere hablar de sentimiento. —dijo entre carcajadas.

—Mira quien lo dice, el salvaje ermitaño. —dijo antes de salir de la habitación escuchando las carcajadas de Kerem.

Terminó de desvestirse, se dio un baño rápido, se vistió y cuando estuvo listo tomó su tejana y se la puso.

—Estoy listo ¿dónde están nuestros padres? —cuestionó Kerem llegando al salón.

—Se adelantaron, tardabas demasiado y ya sabes que no les gusta ser impuntuales. —le respondió mirando su teléfono.

—Bien, andando.

—¿A dónde vas con eso? —señaló Murat.

—¿Con qué cosa? —inquirió mirándolo mal.

—Con el sombrero, no puedes ir así, no estamos en el rancho. —señaló su tejana negra.

—¿Y eso qué? A mi me gusta la tejana.

—Kerem no queda con nada, déjala aquí. —le pidio— Podrías por estos días ser un poco menos salvaje.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora