Spanakopita

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Kerem fue a la cocina para tomar un poco de agua, miró como Cruz y Lupe terminaban de acomodar la compra.

—¿Cómo te va en la universidad? —le preguntó al joven.

—Bien, te mandé mis calificaciones al correo. —le contó.

—Las revisaré, ¿vas a trabajar este verano? —inquirió antes de terminar el vaso con agua.

—Sí, mañana estaré aquí a primera hora. —respondió sonriendo— Me dijo Cali que ella también está aquí por el verano. —dijo y el salvaje asintió.

—Ella está un poco más avanzada que tú, aunque puede que tengas más experiencia por estar desde pequeño en el rancho. —comentó y el joven mostró una amplia sonrisa—Deberían ir a descansar, estoy seguro de que tu padre debe tener muchas ganas de verte. —les sugirió.

—Ya nos vamos, solo estábamos terminando de acomodar la compra, por favor, deja de pelear con Calíope. —le pidió Lupe acercándose a él.

—Sabes que tengo razón, aquí hay demasiados hombres y no puedo fiarme de todos. —declaró arrugando el ceño.

—Lo sé, pero no es necesario que le grites, parece que tanto tiempo alejado del mundo te ha hecho olvidar cómo es que se trata una mujer, ella es tan dulce, deberías de tratarla mejor. —Keren la miró con el entrecejo junto mientras la escuchaba— Mañana nos vemos aquí.

—Hasta mañana.

Se despidió de ellos, miró a su alrededor y respiró profundo, ¿de verdad era tan salvaje como todos le decían? Se preguntó pasándose la mano por el rostro, respiró profundo mientras salía de la cocina rumbo a su habitación, necesitaba un baño, no podía esperar que ella se quedara en la casa todo el dia, debía sentirse aburrida, no había muchas cosas que hacer los fines de semana, para él era otro dia normal, ni siquiera tenía televisiones para que pudiera ver algo, aunque tenía internet, pero no tenía ni idea si ella lo sabía. Después de bañarse se puso un chándal solamente, estaba haciendo mucho calor, la escuchó hablar con los gatos en la cocina.

—Listo, ya pueden cenar. —dijo Calíope terminando de servirles comida a los bichos.

—No sabía…

—¡Theós (dios)! —exclamó dando un brinco.

—Disculpa, no quise asustarte.

—No estás haciendo ruido al caminar. —señaló mirando como estaba, sintiendo un calor depositarse en su vientre, su cuerpo debía ser considerado arte, pensó sintiendo las mejillas arder.

—Estoy descalzo. —dijo mirando sus pies, ocultando la sonrisa que provocó verla con las mejillas rojas.

—Me doy cuenta, realmente eres silencioso. —comentó sintiendo como el calor se adueñaba de su cuerpo.

—Estoy acostumbrado a estar solo, así que es normal que no me preocupe porque otra persona se entere que estoy aquí. —comentó abriendo el refrigerador— Me disculpo por lo de hace rato.

—Está bien, entiendo lo que dices, no lo pensé así, pero tiene todo el sentido del mundo, estoy acostumbrada a que alguien más cuide esos detalles por mí. —confesó ganándose una mirada confundida por parte del de ojos negros— No soy una niña mimada. —le aclaró— Pero siempre tengo un guardaespaldas cuidando de mí. —Kerem alzó una ceja al escucharla— Mi papá es un hombre de negocios muy importante, él no usaba seguridad nunca, pero cuando estaba joven lo secuestraron y estuvo tres meses privado de la libertad hasta que lo soltaron, por eso siempre tenemos alguien que cuide de nosotras.

—¿Por qué no trajiste a tú guardaespaldas? —preguntó dándose cuenta de que definitivamente era un tema delicado.

—Lo convencí, le dije que estaría siempre aquí, que no creía que alguien quisiera hacerme daño vendría hasta acá, creo que me vio tan emocionada y por eso acepto. —le explicó.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora