Oportunidad

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—No hay ni una sola duda de lo que siento por ti en mi corazón y en mi mente. —declaró Kerem mirándola a los ojos. Calíope le dedicó una larga mirada intentando procesar lo que acababa de escuchar, era difícil estar enojada con él con tremenda declaración.

—Lo entiendo, pero yo no tenía, ni tengo la culpa de lo que te sucedió. —murmuró sin saber que mas decirle, no podía ceder tan rápido.

—Lo sé, toda la culpa es mía, por no ser más valiente. —dijo antes de guardar silencio pues el camarero se acercaba para servirles más vinos.

—¿Necesitan algo más? —les preguntó amablemente el joven quién por supuesto les habló en griego.

—Sí. —dijo Calíope que se sabía el menú, pasaba gran parte de sus tardes en el club con sus caballos.

La escuchó hablar con el camarero en griego, no entendió ni una sola palabra, pero aprovechó para mirarla a su antojo, tal vez, después no tendría oportunidad de hacerlo, temía volver a su rancho sin ella, la griega le sonrió después de terminar.

—No planeas envenenarme ¿verdad? —bromeó cuando volvieron a estar solos.

—No me des ideas. —le siguió el juego.

—No lo haré. –dijo sonriendo— No quiero perderte. —las palabras salieron de su boca solas— Bueno, tal vez ya lo hice, tal vez tarde demasiado en venir a buscarte.  —declaró, Calíope lo miró por unos largos segundo.

—Fue un año ¿No pensaste que podía estar con alguien más? —inquirió sintiendo su corazón latir fuerte en su pecho.

—No lo pensaba, estaba seguro de que estabas con alguien más. —respondió dejándola un poco sorprendida.

—¿Cómo qué estabas seguro? —preguntó con curiosidad.

—Después de que te fuiste, me volví aún más ermitaño, además de que bebí un poco más de la cuenta. —confesó, la griega lo miró preocupada— Era la única forma en la que podía descansar, no podía dormir sin ti, la cama era demasiado grande, tuve que cambiarla, pensé que, volviendo a mi cama anterior, podría descansar, pero no fue así, en diciembre todo se complicó, porque te vi en el aeropuerto de New York, estabas acompañada con un joven, te mirabas tan sonriente y feliz abrazada a él, ahora se que era tu hermano.

—¿Xandro? —cuestionó.

—Sí, todo este tiempo pensé que era tu novio, nunca imaginé que podría ser tu hermano. —declaró para luego beber un poco de vino— Lo supe hasta que nos volvimos a encontrar aquí y debo decir que es muy protector. —dijo y ella sonrió.

—Lo es, es de mis hermanos el más apegado a mi. —le contó.

—Tal vez, si no hubiera sido un idiota lo sabría, estuvimos poco tiempo junto y lamento no haber podido saber más cosa de ti, porque realmente quería, quiero conocer todo de ti. —declaró, haciendo que de nuevo el corazón de la griega latiera fuerte en su pecho.

—¿Qué más sucedió en diciembre? —preguntó antes de llevar un poco de ensalada a la boca.

—Mi hermana, me recomendó una terapeuta, creo que me vio realmente mal. —le contó— Regrese al rancho después de pasar navidades con mi familia, lo pensé por mucho tiempo, más del que debería, decidí hablarle y así empecé la terapia.

—¿Saliste del rancho para ir a terapia? —cuestionó con interés.

—No, lo hice por teléfono, aun a la fecha hablo con ella, al principió fueron tres veces por semana, después dos y ahora solo una, me he dado cuenta de muchas cosas y confirme que te amo. —declaró mirándola fijamente— Se que tal vez tu ya no me ames, pero solo quiero que sepas, que estoy muy arrepentido por lo que te hice, que si estuviera en mis manos regresar el tiempo, lo haría y estaría preparado para cuando tu llegaras al rancho, para amarte como te lo mereces. —Calíope ocultó su sonrisa detrás de su copa de vino, tenía ganas de arrojarse sobre él y besarlo hasta el cansancio— Entiendo, si no quieres darme una oportunidad.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora