Sushi

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—Podemos ir a la ciudad si quieres, aún es temprano. —dijo Cruz mientras entraban al pueblo.

—¿De verdad? —cuestionó Calíope.

—Sí, es más seguro que encuentres algo en la ciudad que aquí, te puedo asegurar que todas las mujeres del pueblo y de los ranchos alrededor ya vaciaron las tiendas.

—Entonces, vamos a la ciudad. —aceptó sonriendo.

—Vamos. —declaró aplastando el acelerador para cruzar el pueblo y tomar el camino a la ciudad.

Calíope quería comprar ropa de acuerdo con la ocasión era la primera vez que le tocaba ir a una fiesta con rodeo y no tenía idea cómo debía vestirse, por lo que días atrás le había preguntado a Lupe y después de hablar con ella se dio cuenta que no traía nada de ropa del estilo que se usaba en ese lugar y la que tenía ya la había usado trabajando lo que significaba que alguna ya estaba rota o manchada, por lo que le pidió Cruz que la acompañara de compras, el cual aceptó. No contaban con que esa tarde llovería.

—Parece que va a llover. —comentó Calíope cuando salieron de una tienda despues de comprar unas cuantas prendas de ropa.

—Yo creo que sí, pero cuando nos vayamos ya se habrá quitado. —dijo sin preocuparse su amigo— ¿Qué te falta?

—Unas botas vaqueras y listo. —respondió sonriendo— Podríamos ir a cenar despues de que terminemos.

—Claro ¿Qué se te antoja? —inquirió.

—¿te gusta el sushi? —quiso saber, amaba el sushi gracias a su mamá que era una de sus comidas favoritas.

—Sí, conozco un restaurante que hace el mejor sushi de la ciudad. —declaró.

—Genial, me encanta el sushi. —dijo alegremente.

Fueron a las tiendas de botas y despues de medirse alrededor de diez pares se decidió por las primeras que se midió, Cruz solo la miró negando, mientras ella le regalaba una deslumbrante sonrisa.

—Su novia tiene buen gusto. —dijo la vendedora y él se puso rojo como un tomate.

—Somos amigos, él es menor que yo, no soy una asalta cuna. —bromeo a la griega.

—Lo siento. —se disculpó la joven.

—No te preocupes, a ella le gusta asaltar tumbas, le gustan las antigüedades. —dijo bromeando, provocando que Calíope se carcajeara.

—¿Va a ser en efectivo o con tarjeta? —le preguntó.

—Tarjeta. —respondió aun riendo, entregándole el plástico— Mi mamá dice que a las Kalonimos nos gustan las antigüedades. —le contó.

—¿Cómo es eso? —quiso saber cruz.

—Mi papá es mucho mayor que mi mamá, mi hermana mayor está casada con un hombre que le lleva más de diez años, mi segunda hermana está casada con alguien que le dobla la edad.

—Y a ti te gusta uno que te lleva diez años. —completó.

—Si, pero yo no le gusto. —declaró.

—Aquí tiene. —dijo la joven.

—Muchas gracias. —tomo su tarjeta y la bolsa con las botas.

—Fue un placer atenderla, que le vaya bien.

—Adiós. —dijeron los dos antes de caminar a la salida de la tienda.

—Claro que le gustas a Kerem ¿por qué dices que no? —cuestionó cuando estuvieron ya afuera.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora