Cuidarla

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—No irás con él. —declaró Kerem tensando la mandíbula.

—¿Perdona? —cuestionó poniéndose de pie.

—No iras con alguien a quien acabas de conocer, eso no es seguro. —respondió sintiendo la rabia creciendo en su interior.

—Yo voy a ir con quien me dé la gana, además Cruz me dijo que era seguro ir con él. —le dijo pasando por un lado en dirección al refrigerador.

—¿Cruz lo conoce? ¿Quién es? —quiso saber, porque un día antes le había pedido a Cruz que cuidara con ello y eso significaba que no debía dejar que nadie se acercara a la griega.

—Asi es, y aunque no lo conociera, yo salgo con quien quiera. —repitió abriendo la puerta del congelador para dejar el bote de helado.

—¿Quién es? —preguntó de nuevo.

—Es un vaquero que conocí en el rodeo. —respondió cerrando la puerta del congelador.

—Eso no responde mi pregunta ¿Quién es? —cuestionó detrás de ella.

—Se llama Otto Brady. —le contestó girando para quedar acorralada entre el refrigerador y el salvaje quien la miraba con las cejas dibujando solo una y la mandíbula tensa, debía dolerle por la noche, pensó Caliope.

—Estoy seguro de que Cruz no lo conoce. —declaro sin dejarla moverse.

—Pues él me dijo que sabía quién era, al parecer es el mejor vaquero de rodeo de la actualidad. —dijo con presunción, Kerem rodó los ojos al escucharla.

—No vas a ir sola con él. —declaró.

—¿Quién va a impedírmelo? —lo retó.

—Yo, no puedes ir con él, acabas de conocerlo. —dijo pasando su mirada de los ojos a los labios de la griega.

—Tu no me mandas, no eres nada mío como para que deba obedecerte, déjame pasar, debe estar por llegar. —dijo intentando moverse, pero el salvaje puso ambas manos sobre el refrigerador impidiéndole salir.  

—No. —declaró acercando su rostro al de ella quedando a solo un minuto.

—¿No? —inquirió retándolo.

—No. —repitió.

—Bien, que conste que te lo buscaste. —dijo antes de darle con la rodilla a las joyas de la familia.

—¡Maldición! —se quejó del dolor, quitando las manos del refrigerador para llevarla a su entrepierna.

—Tú te lo buscaste. —dijo caminando a la salida de la cocina, con una pequeña sonrisa asomándose por la comisura de los labios— Nos vemos despues. —se despidió ya en el pasillo.

Kerem quería salir detrás de ella, pero la griega sabía dónde pegar y no podía moverse del dolor, seguramente lo había dejado estéril, pensó retorciéndose de dolor. Caliope salió de la casa y camino hacia la puerta que daba al camino, sabía que en cuanto el salvaje se recuperara iría detrás de ella.

—Hola preciosa ¿te llevo? —pregunto Otto deteniendo la camioneta cuando la encontró en el camino.

—Hola, por favor. —respondió con una sonrisa— No te bajes. —le pidió cuando el rubio hizo intento de bajarse para abrirle la puerta— Estás bien ahí, luego puedes ser un caballero. —dijo cerrando la puerta ya que estuvo arriba.

—Muy bien ¿qué haces a medio camino de la casa? —le preguntó.

—La tarde está tan bonita, que quise caminar. —le mintió.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora