Control

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Las manos de la griega se enredaron en el oscuro cabello del salvaje, mientras sus lenguas se entrelazaron, Kerem la dejó sobre la cama sin dejar de besarla.

—Lo siento. —dijo dejando sus labios con la respiración agitada— No puedo hacerlo. —declaró Calíope.

—Lo sé. —aceptó sin moverse, igual de agitado que ella— Esto está fuera de control. —declaró antes de moverse y salir de la cama.

—Sí, lamento llegar hasta ahora, estaba en casa de Lupe, no pudimos llegar por la lluvia. —respondió sentándose en la cama mirando como caminaba de un lado a otro pasándose la mano por el cabello, parecía un animal salvaje enjaulado.

—Lo entiendo, pero no me refiero a eso. —declaró deteniéndose un momento para verlo.

—¿A qué te refieres? —cuestionó sin saber si debía ponerse de pie o quedarse como estaba, decidió permanecer sentada en la cama.

—Lo que pasa entre tú y yo, está fuera de control. —respondió.

—Solo porque estás resistiendo. —musito con voz suave.

—Soy mayor que tú. —señaló.

—Solo por diez años. —le recordó Calíope, quien no se entendía ni ella sola, siempre había estado segura de que se enamoraría de alguien de su edad o de alguien que no le llevara tantos años, pero su corazón había elegido al salvaje frente a ella.

—Eso es mucho, eso no está bien. —declaró mirándola.

—Si yo tuviera dieciocho y tú veintiocho, eso estaría mal…

—No es solo eso, no quiero estar con nadie, no quiero tener una relación. —la interrumpió.

—¿Por qué no quieres tener una relación? No lo entiendo. Eres un hombre libre, no tienes esposa, ni novia, yo también soy libre y es evidente que nos gustamos. —señaló

—Me encantas, pero no lo entenderías. —dijo caminando hacia la puerta.

—Soy muy inteligente. —declaró poniéndose de pie para ir detrás de él— Si me lo dices lo entendería. —dijo tomando su mano.

—Lo siento, de verdad lo siento mucho. —declaró con una suave sonrisa, antes de soltar su mano y salir de la habitación.

—Kerem. —lo llamó mirando como cerraba la puerta.

Respiró profundo antes de bajar a su habitación para terminar de cambiarse, dejando a Calíope mucho más confundida.

—Buenos días, te preparé el desayuno. —lo saludó Lupe al mirarlo entrar a la cocina.

—Buenos días, no era necesario. —le respondió el saludo— Además hoy es día de fiesta, así que no trabajas.

—Lo sé, pero aprovechando que traje a Calíope, pues les hice el desayuno. —dijo sonriendo, antes de darle un golpe en la nuca.

—¡Oye! ¡¿Y eso por qué?! —cuestionó sobándose donde lo había golpeado.

—Porque te escuché pelear con Cali, deja de ser un salvaje y comportarte como un hombre. —lo regañó— En vez de estar agradecido porque se encuentra bien, la recibes con un griterío.

—No estaba gritando, debió tomar precauciones si vio que estaba por llover, debió regresar al rancho. —señaló sirviéndose café.

—Estaban en la ciudad, no creo que hubieran pensado en que la lluvia seguiría toda la noche. —respiró profundo— Sí sigues así, no podrás conquistarla.

—No quiero conquistarla. —contradijo.

—Mentiroso, te conozco bien y me doy cuenta cómo la miras, ella te gusta y Cali está loca por ti, así que ponte las pilas, no es bueno quedarse solo, necesitas a quien amar y definitivamente este lugar necesita niños. —declaró sirviendo el desayuno.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora