Distancia

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—Debemos parar. —dijo Kerem dejando sus labios.

—Tienes razón. —estuvo de acuerdo Calíope.

—Lamento mucho todo esto, pero los dos sabemos que no está bien. —dijo el de ojos negros, la griega lo observo como si le acabaran de salir dos cabezas.

—¿Por qué no está bien? —preguntó.

—Por lo que hablamos ayer. —dijo yendo a su escritorio para guardar las facturas que estaba revisando.

—Si, es verdad, pero es evidente que nos gustamos. —declaró armándose de valor, ella afrontaba las cosas de frente, había permanecido despierta toda la noche pensando en lo que sentía por Kerem— Yo no tengo ningún compromiso y tú tampoco.

—Te equivocas. —contradijo cerrando el cajón para luego acercarse a ella— Estoy comprometido con este lugar.

—No lo entiendo. —dijo mirándolo tomar su tejana.

—No voy a dejar este lugar por nadie, no voy a seguir a nadie, no quiero tener ninguna relación. —declaró mirándola a los ojos— Lo que ha pasado no volverá a repetirse.

—Me ha quedado claro. —aceptó sintiéndose herida, era la primera vez que se atrevía a confesarle a alguien que le gustaba y acababan de rechazarla— Creo que el desayuno va a enfriarse. —dijo dando media vuelta.

—Siento mucho si te hice pensar otra cosa. —dijo tomándola de la mano, la griega giró para verlo por encima del hombro.

—Todo ha quedado claro. —repitió con una suave sonrisa, Kerem sabía que no era una sonrisa real, en las pocas semanas que tenía en el rancho había visto cada una de ellas y esa definitivamente no era una sonrisa real de Calíope.

La griega respiró profundo antes de entrar a la cocina, seguida por Kerem, el cual saludó a Cruz al entrar, cuando terminaron de desayunar, comenzaron las actividades del día.

—¿Crees que podamos quedarnos aquí hoy? —le preguntó Calíope a Cruz.

—¿Aquí? —preguntó un poco confundido ante la pregunta de la griega.

—Sí, con tu papá, sería bueno aprender algo de las vacas. —le explicó, lo menos que quería era estar cerca de Kerem.

—Claro, no creo que haya problema, solo dile... —guardo silencio cuando la de ojos bicolor negó— Yo le diré.

—Gracias.

—No es nada. —dijo sonriéndole para ir hasta donde estaba su papá y el Salvaje— ¿Podemos quedarnos hoy aquí? Nos gustaría ayudarle a papá para aprender un poco más sobre las vacas. —les dijo, Kerem lo miró antes de mirar atrás de él donde la griega hablaba con uno de los trabajadores.

—Por mí no hay problema, aquí siempre falta quien ayude. —dijo su padre.

—Pueden quedarse. —aceptó.

—Gracias. —dijo dando media vuelta para volver a donde estaba la griega y contarle que habían aceptado.

 Terminó de conversar unos asuntos con Jesús, antes de ir al área donde tenían los pollos, pues era dia de vacunas.

—¿Por qué tan solo? —preguntó Thomas al verlo entrar— ¿Dónde dejaste a tus seguidores?

—Se quedaron con Jesús. —respondió tomando un banco para sentarse a su lado, para ayudarlo a preparar las vacunas.

—¿Qué sucede? —cuestionó y Kerem negó— Se que te pasa algo, no perdamos el tiempo, tarde o temprano me lo dirás.

—Me gusta. —declaró.

Calíope Donde viven las historias. Descúbrelo ahora