28. Infancia

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Así haya sido solo un beso en la frente, pude sentir sus labios, aunque solo me ha dejado deseando más. 

Estaba terminando de guardar todo en la mochila del trabajo, vestido y bien maquillado, a punto de salir para la barra, cuando tocaron la puerta. Pensé que podría tratarse de Tom, pero para mí sorpresa, era su mamá. ¿Cómo supo mi dirección?

—Sra. Laura, ¿qué hace usted aquí?

A pesar de verme en estas fachas, vestido como una mujer, no mostró ninguna expresión de disgusto. Aun así, me sentía muy apenado. 

—Lamento haber venido sin avisar. 

—¿Pasó algo con Tom? 

—No, ¿cómo crees? 

—Adelante. Pase, por favor. Perdone el desorden. 

—No te preocupes. Veo que vas a salir. No pienso tomarte mucho tiempo. 

—¿Puedo saber a qué debo el honor de su visita?

—Solo quiero saber cómo está mi hijo. Desde aquella discusión en el restaurante no lo he visto. No me llama y tampoco me visita. 

—Su hijo se encuentra bien. Está en plena recuperación. Poco a poco ha logrado dejar sus miedos a un lado, con la ayuda del psicólogo y sus terapias. Aún hay un largo camino por recorrer, pero confío en su fuerza de voluntad. Estoy orgulloso de él, de todos los avances que han habido, porque realmente ha puesto mucho de su parte. 

—Gracias por apoyarlo y cuidar de él. Han sido muchos años y mucho sufrimiento. Quisiera hacerle sentir mi apoyo, me duele esa distancia que quiso interponer entre los dos. Sé que por más que me necesite, no vendrá a mí, ni tocará mi puerta. 

—Sé que en el fondo, él la ama. Después de todo, usted es su madre. Todos cometemos errores, pero lo importante es aceptarlo y saber enmendarlo. A veces el orgullo nos aleja de nuestros seres queridos o de las personas que uno ama, pero considero que aún ustedes están a tiempo de recuperar todo ese tiempo perdido, de arreglar sus diferencias, de restablecer esa relación de madre e hijo, después de todo, ese lazo que los une es inquebrantable. 

—Eres un buen muchacho. Ojalá hubieras aparecido en la vida de mi hijo mucho antes. 

—Pensé que había venido a ponerse los guantes y patearme el trasero como si fuera un saco de boxeo. 

—¿Por qué haría tal cosa? — se carcajeó, dejando a un lado la expresión afligida que tenía. 

—No lo sé, he visto tantas novelas donde las suegras son problemáticas. Tengo tan mala suerte, que pensé que me tocaría una igual. Pero me alegra que ese no haya sido el caso. 

—Entonces, ¿es oficial? ¿Eres realmente mi yerno? 

—Sí. Lamento mucho no poder darle los nietos que tanto anhela. 

—Hace mucho tiempo me resigné. Desde mucho antes de que aparecieras en su vida. Tal vez porque en el fondo sabía que eso no pasaría. 

—Señora, ¿me permite hacerle una pregunta un tanto compleja y personal? 

—Claro, dime. 

—Primero quiero que me disculpe por traerle malos recuerdos, pero le seré honesto, hay algo que está taladrando aquí en la cabeza desde hace ya un tiempo; algo que quisiera saber sobre su hijo. 

—Me estás preocupando. 

—Cuando Tom era pequeño, fue secuestrado, ¿cierto?

Su expresión pasó de sonriente, a una bastante preocupante, dejando en evidencia que la respuesta sería afirmativa. 

—¿Cómo sabes sobre eso? 

—Encontré una entrevista que le hicieron a alguien cercano a la familia, dónde hablaban de que el hijo de la familia Wright había sido secuestrado. Tengo entendido que usted solo tiene un hijo, ¿correcto? 

—Eso ocurrió hace muchos años— confesó.

—Lo sé. Sé que esto es un tema que ha de ser difícil para usted hablarlo, pero quisiera saber más sobre él, quisiera entenderlo, saber a qué atenerme y a qué abstenerme. ¿Es posible que la causa de su condición haya sido por algo que ocurrió en ese secuestro?

Guardó silencio, mirando hacia todos lados, excepto a mí. 

—Por favor, se lo ruego. Yo no diré nada, le prometo que no lo haré. 

—Él no era el único que estaba en ese lugar. Había un niño más con él; era el mejor amigo de mi hijo y compañero de clase. Los secuestradores iban por el otro niño, pero mi hijo estaba con él y por eso se lo llevaron. Según alegan, todo esto fue por una riña personal que tenían con el padre del otro niño. No es algo que haya sido comprobado. Cuando supieron que Tom era hijo nuestro, nos pidieron una alta suma de dinero a cambio de devolverlo sano y salvo. No sé con exactitud qué sucedió dónde lo tenían, pero cuando nos entregaron a mi hijo, él estaba cubierto de sangre. Quien regresó a casa luego de esa noche no era mi hijo. Él jamás volvió a ser quien era. Recibió terapias, pero él se negaba a hablar al respecto con los profesionales. Lo veías perdido en el espacio. Comenzó a aislarse de todos. No quería que lo tocaran. Se bañaba, se cambiaba de ropa, se lavaba las manos muchas veces al día. Todo esto empeoró cuando cumplió sus dieciocho años y se fue de la casa. El otro niño jamás lo encontraron. Mi hijo parece haber reprimido todo eso, pues jamás habla de ello.

Todo eso me hace entender su comportamiento. La razón por la cual su condición empeoró al no ser tratada debidamente y a tiempo. ¿Podría ser que, ese día que le dije esas palabras tan hirientes, estaba llorando porque le hice recordar algo sobre eso?

—La policía atrapó a uno de esos criminales, pero jamás soltó prenda de lo que allí sucedió. Obviamente a la policía no le quedó de otra que cerrar el caso y archivarlo, dejando a una familia destruida. Nosotros tuvimos la dicha de tener a nuestro hijo de vuelta, pero ellos no corrieron con la misma suerte. 

Si antes me sentía mal, ahora me siento peor. He sido duro con él. Lo he tratado bien mal. En estos momentos siento tantas ganas de ir a donde quiera que este y abrazarlo, pedirle perdón por haber sido un insensible. Aunque en aquel momento estaba siendo honesto, debí medir las palabras. Hay formas de expresar mi descontento o disconformidad sin llegar al nivel de hacer tal daño.

Si No Puedo Tocarte [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora