31. Perdidamente enamorado

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—Me encantas tanto — confesé, levantando su camisa y suspirando con el calor que emana de su piel. 

Qué agradable se siente tocarlo. Su piel es tan suave, está tan hidratada y huele bien. 

Tomé la iniciativa y el control, ayudándole a quitar la camisa; luego me quité la mía. Froté mi mejilla en su firme y suave pecho, sin dejar de apretar sus fibrosos brazos. Me dejaba llevar por sus jadeos para continuar mi recorrido por sus pectorales, entre besos húmedos y caricias. Se oía tan sensual. Muchas veces lo imaginé, fantaseaba con este momento, pero no me acerqué ni un poco. Es demasiado sexi. 

Poco a poco fui bajando por cada rueda de su abdomen, sin perder el ritmo, hasta que algo tocó mi mentón. El monte Everest se quedaba corto con lo que estaba presenciando. 

Cuando descubrí lo que se ocultaba debajo de su prenda, quedé patidifuso y haciendo cruces. 

¡Gran poder del huevo! ¡Seré goloso, pero no suicida! ¡Eso paga impuestos y radica planillas! 

—¿Estás bien? ¿Qué tienes? — su timidez me ruborizó. 

—Al menos debiste avisarme que tenías un misil no registrado entre las piernas para así prepararme. 

—¿No te gusta? 

—No me malinterpretes — lo acaricié con mis labios y sonreí—. Por supuesto que sí, me encanta.  

Sus jadeos se volvieron constantes y mucho más eróticos. Se veía tan vulnerable y sensible al conocer todo lo que podía ofrecerle y conocer entre mis manos y boca. Su expresión no era la misma, se había suavizado y soltado. Sus manos usaban la almohada de soporte. 

¡Maldición! Si esto es un sueño, no quiero despertar todavía. Regálame más tiempo, solo un poco, hasta que pueda hacerlo completamente mío. 

Sé que debía ser gentil con él, porque nunca ha hecho esto. Eso es lo que me repetían en la cabeza. Es solo que viéndolo hacer esos gestos, cualquiera se vuelve loco. 

Quise prepararlo como era debido, tomar el tiempo de hacerlo sentir bien. Después de todo, él depositó su confianza en mí, decidió dejar a un lado sus miedos, entregarse en cuerpo y alma, y eso significa mucho para mí. Todo lo que hace solo me demuestra que realmente me quiere, de la misma manera que yo lo hago. Por supuesto que de alguna manera iba a recompensarlo por todo lo que me da y me hace sentir. 

No podía dejar de admirar y contemplar esa expresión tan lasciva que tenía plasmada en su rostro. Esa forma en que me aceptaba y jadeaba, como si nada más importara o existiera a nuestro alrededor. Soy el único que ha podido conocer todas sus facetas y me atrae cada una de ellas. 

Estoy hasta las trancas con este hombre, embelesado como no tenía idea. Esa mirada tan hechizante hacía bombear mi corazón, a la misma velocidad que mis precisos movimientos y jadeos.

Nuestros labios buscaban desesperadamente refugio el uno del otro. Esa unión tan profunda que había entre los dos, se complementaba con nuestras manos entrelazadas. 

Estaba cerca, pero no quería que las cosas terminaran. Ni siquiera me importaba ver que estaba amaneciendo. Quería más de esto, pero mucho… mucho más. 

—Ahora lo entiendo — me puse de rodillas hacia el otro extremo de la cama e inclinándome delante de él, permitiendo que viera el lugar en que anhelaba ser atendido—. Estoy perdidamente enamorado de ti— sonreí al haberlo admitido—. Te has abierto a mí, ahora es mi turno. Deposita todo lo que tienes y sientes hacia mí aquí, mi amor. 

Si No Puedo Tocarte [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora