15. Tócame

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Solo vi una madre preocupada por su hijo. A leguas se notaba su angustia, preocupación y tristeza. No es fácil para ninguna de las dos partes. 

—Lo haré, señora. 

Sin nada más que decir, me alejé de la mesa para ir en busca de Tom. Lo encontré dentro de su auto. Cuando entré, noté que estaba frotando su manos con alcohol puro. El olor era tan fuerte que tuve que dejar la puerta abierta para poder respirar aire fresco y no aspirar ese olor tan intoxicante en ese espacio tan pequeño.

—No podrás salir adelante si continúas huyendo de los problemas y alejándote de todos— rompí el silencio—. Ya sé lo que dirás: «ese no es tu problema»— le imité—, y tienes razón, no lo es, pero ¿cómo quieres resultados o cambios en tu vida, si no estás dispuesto a arriesgarte ni un poco y poner de tu parte? ¿Sabes lo que ganarás con esto? Quedarte completamente solo. Y no sabes lo triste, devastador y deprimente que es estar solo, no tener a quien acudir, quien te entienda o te escuche. Aunque por orgullo quieras mostrarte ante los demás como el hombre de hierro, en el fondo, a ti también te hace falta el calor humano, quitarte esa maldita venda negra que tienes en los ojos y que te impide salir adelante y que en este momento te está alejando de tus seres queridos. 

Puse el auto en marcha sin siquiera avisarme para que cerrara la puerta. Tuve que cerrarla de golpe y ponerme el cinturón de prisa, porque ese imbécil aceleró el auto como si quisiera o tuviera la intención de llevarse enredado a quien se cruzara en frente. 

—¿Qué? ¿Ahora vas a desquitarte conmigo? Típico de ti. Ya ni me sorprende. Como siempre; la hace Juan y la paga Pedro. 

Entiendo cabalmente que lo que sucedió le afecte, incluso puedo comprender que quizá toqué una fibra sensible con mis palabras, pero eso no le da derecho a desquitar sus frustraciones conmigo. 

—Eres un cobarde y no me cansaré de decírtelo. No, hasta que me demuestres lo contrario. 

Ni siquiera se atrevió a contestar. 

—Si Mariana te da tanto asco, como le dijiste a tu mamá, ¿por qué Steven y yo no te damos asco? ¿Qué diferencia hay? Y ni siquiera me digas que es porque ella es mujer y nosotros somos hombres, porque eres así con todos, sin importar el género. Te he estudiado, veo cada expresión que haces cuando se te acerca alguien, sea hombre o mujer. 

—Cállate… — murmuró, pero alcancé a oírlo.

—No voy a callarme y lo sabes. Todo el tiempo es lo mismo contigo. Siempre evades la pregunta, como si estuvieras ocultando algo. Dejemos a un lado a Steven, que ya ni se le ve el pelo. Hablemos de mí. Dime, ¿qué te traes conmigo? ¿Por qué me tratas diferente al resto? Mi presencia o perfume no parece desagradarte. Cada vez que hablo de renunciar, esos ojos me ruegan que no lo haga, aunque tu boca diga lo contrario. Mi desempeño como asistente ha sido lento y malísimo, así que no tiene nada que ver con eso. Lo único que me queda es que, tal vez te hayas enamorado de mí y te cueste admitirlo.  

Sus manos apretaron el volante mientras tensaba su mandíbula.

—¿Será que di justo en el clavo? — sonreí con suficiencia.

—Y luego el creído soy yo… — dijo entre dientes.

—Bueno, si, según tu, ese no es el caso, entonces tócame. 

Esta vez sí me miró, aunque de reojo, probablemente no podía creer lo que le estaba planteando. 

—Demuéstrame que me tienes asco, que soy igual al resto y no tengo nada de especial, que te desagrado a tal grado de que no me quieres cerca. 

Si No Puedo Tocarte [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora