33. Felicidad

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Por unos segundos dudó, hasta que percibí un poco de su fuerza. No fue para nada salvaje, al menos no con el apretón, pero su cintura había tomado el ritmo de la situación y sus movimientos eran más intensos y desenfrenados. Esos ojazos avellanas mirándome con tanto deseo y lujuria, sumándole a eso sus manos alrededor de mi cuello, fue el detonante de que ese volcán erupcionara. 

El que continuara todavía, después de haber llegado al clímax, había causado estragos y turbulencia en mis profundidades. Estaba tan feliz y lleno, que me sentía flotando. No quisiera que esto se acabe nunca. Quisiera detener el tiempo aquí. 

Desperté con dolor en todo el cuerpo, especialmente en el sin esquinas. Una x minúscula, la transformó en una O mayúscula. Él no estaba recostado a mi lado, pero oí su voz a la distancia. 

Caminé como si tuviera jabón entre las nachas, no me atrevía siquiera a juntar las piernas porque esas punzadas se hacían presentes. Me asomé desde el pasillo hacia la cocina y lo vi sin camisa, hablando como con alguien en voz baja.  

—Alexa, ¿existe algún remedio casero o medicina para el dolor de trasero? No lo sé, ¿algún ungüento?

—El gel de aloe vera, el aceite de vitamina E y el aceite de coco son remedios naturales que pueden ayudar a calmar y reducir las hemorroides externas menores… 

—¡Alexa, cállate! ¡Yo no tengo hemorroides! — alzó la voz alterado.  

¿Así que está en las mismas condiciones que yo? Creo que nos hemos excedido. Estuvimos como conejos. Debo admitir que fue admirable su resistencia. Para haber sido su primera vez, soportó mucho, tanto dando como recibiendo. 

Estoy tan feliz de que lo que pasó entre los dos no fue un sueño, producto de desearlo tanto. Él ha dado un gran cambio del cielo a la tierra. Solo espero que esto le sirva en su recuperación, porque me he dado cuenta de que conmigo es con quien únicamente puede soltarse de esa manera, pero tenemos que hacer la prueba con alguien más. De este modo sabremos a ciencia cierta si esto realmente está ayudándole. 

Ahora bien, respecto a este avance, dudo mucho que quiera confesarle a su psiquiatra lo que sucedió entre los dos. Probablemente sentiría mucha pena. ¿Cómo se atreverá a decirle que hasta hace poco fue que nos comenzamos a dar la mano, y de repente, ya nos soltamos el agujero negro? 

Regresé a la habitación con el propósito de buscar mis cosas y asearme, luego fui por él a la cocina. Se detuvo recto como un soldado cuando escuchó mis pasos acercarse. En el reloj de la cocina marcaba las cinco de la tarde. He dormido demasiado. Bueno, me hacía falta el descanso luego del perdida de energías de anoche. Ese hombre fue como un íncubo. Le cogió el gusto y después no me soltaba, y por supuesto, ¿a quién podría amargarle un dulce? Después de todo lo que tuve que esperar, merecía ese revolcón, aunque ande botando chispas ahora. 

—¿Cómo te sientes? — se adelantó. 

—Bien, feliz como una lombriz. ¿Y tú? ¿Estás bien?

—Sí, estupendo. Lamento no haberme quedado en la cama contigo hasta que despertaras, pero quería que pudieras comer algo cuando lo hicieras, así que debía levantarme. 

—¿Y sí quiero comerte a ti? — acorté la distancia entre los dos, enredando mi mano en su cabellera castaña—. Y si lo que apetezco en este momento son tus labios, ¿qué procede? ¿Mmm? — susurré sobre sus labios. 

Madre mía, me duele todavía y aquí ando provocándolo. Me he convertido en un completo masoquista. 

Tomó la iniciativa él mismo, algo que realmente no esperaba. Digo, a pesar de lo de anoche, hoy está un poco más consciente. Anoche nos dejamos llevar por la calentura y eso muchas veces nos hace hacer cosas que en nuestro sano juicio no haríamos. 

Todavía está sensible, lo supe por ese suave gruñido que dejó escapar cuando saboreó mis labios en un ameno y suave beso. Mi cuerpo fue acribillado por el suyo contra la nevera. Sus cálidas y fuertes manos se adentraron por debajo de mi camisa, acariciando el centro de mi espalda y simulando darme un abrazo afectuoso, pues sus pectorales desnudos hacían fricción con los míos. 

—No sé qué me está sucediendo. Tus besos se sienten y saben tan bien— jadeó—. Siento un escalofrío constante cada vez que te tengo cerca— confesó, con los ojos medios apagados, tras la misma excitación y deseo.

Si No Puedo Tocarte [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora