Capítulo 14

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Padme daba vueltas por la habitación, y su pelo suave oscilaba en torno a su cabeza cuando se movía.

No me apetece ir -exclamó de pronto- ¿Por qué no me preguntaste antes de decir que iríamos?

Porque te habrías inventado una excusa tras otra para no ir, como lo estás haciendo ahora -contestó él con calma. Había estado observándola caminar arriba y abajo, con los ojos brillantes, moviéndose con brusquedad, nerviosa y agitada.

Hacía casi un mes que la había llevado en la casa de Anakin, y aún no había salido de sus límites, salvo para visitar la cabaña y ver a su familia. Le había dado las llaves de su deslizador para que lo usura a su antojo, pero, que él supiera, nunca lo había sacado. No había ido de compras, aunque Anakin se había asegurado de que tuviera créditos suficientes. Él había recibido las típicas invitaciones para asistir comer con los ex soldados clones, pero ella siempre encontraba alguna excusa para no ir.

Anakin se había preguntado fugazmente si la avergonzaba haber descendido en la escala social, si se sentía apenada porque él no fuera tan rico ni tan sofisticado como los hombres a los que antes frecuentaba, pero había desasido aquella idea casi antes de formularla. No se trataba de eso.

Había llegado a conocerla lo bastante bien como para saberlo. Padme se entregaba a él por las noches con tata ansia, con tanto deseo, que era imposible que sintiera que era socialmente inferior a ella. Muchas de las ideas que antes tenía respecto a ella habían resultado ser equivocadas. Siempre pensó que a Padme nunca le gusto el trabajo que la época cuando fue reina y senadora era solo una forma de elevar su estatus social, pero sencillamente, había vivido siempre protegida. Ella deseaba trabajar, insistía en ello. Él tenía que vigilarla para impedir que intentara reparar alguna nave.

Se estaba comportando tan mal como lo había hecho su padre, dispuesto a hacer cualquier cosa para verla feliz.

Tal vez se sintiera avergonzada porque vivían juntos. Aquella era Naboo, donde las costumbres y la moralidad era algo muy diferente. Su forma de vida no despertaría ningún asombro en Coruscant. Anakin se sentía tan seguro de sí mismo y era tan arrogante que no le importaban las habladurías de algunas personas; pensaba en Padme sencillamente como su mujer, con todo el sentido posesión que implicaba el término. Era suya.

La había abrazado y hecho suya, y aquel vínculo se hacía más fuerte cada vez que estaban juntos. Fueran sus razones para esconderse en la casa, ya era hora de ponerle fin. Si lo que intentaba era ocultar su relación, él no pensaba permitir que siguiera saliéndose con la suya. Tenia que acostumbrarse a ser su mujer.

Sentía que Padme ocultaba algo, que hacía cierta distancia entre los dos, aquello lo ponía furioso. No se trataba de una distancia física. Cielos, no. En sus brazos, se convertía en fuego líquido. Era una distancia mental. A veces, cuando estaba callada y replegada sobre sí misma, la luz desaparecía de sus ojos, pero cada vez que él le preguntaba qué le pasaba, se mostraba insondable, por más que intentara animarla a que le contara en qué estaba pensando.

Anakin estaba decidido a descubrir aquello que la mantenía apartada de él, la quería para él, en cuerpo y alma. Padme no había dejado de dar vueltas. De pronto se sentó en la cama y lo miró fijamente, con los labios apretados.

No quiero ir -dijo ella desanimada.

Pensaba que Ahsoka te caía bien -dijo él mientras se quitaba las botas y se levantó para quitarse la camisa.

Y me cae bien -dijo Padme.

Entonces, ¿Por qué no quieres ir a su fiesta? Es muy importante para ella acaba de pasar las pruebas jedi y me comento que le gustaría verte -comentó Anakin.

Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora