Capítulo 23

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La vieja cabaña permanecía silenciosa y desolada bajo su dosel de inmensos robles. Padme abrió la puerta y entró, aguzando el oído por sentía ruido en la oscuridad. Amanecería al cabo de media hora; no tenía mucho tiempo para tener la trampa y atraer a Rush antes de que Trespeó o Artoo encontrara su nota en la mesa y despertara a Anakin.

Le temblaba la mano cuando encendió la luz del vestíbulo. El interior de la cabaña se iluminó de repente, y las luces las sombras se reacomodaron sobre los objetos que conocía tan bien como su propio rostro. Recorrió metódicamente la cabaña, encendiendo las luces del cuarto de estar, del despacho de su padre, del comedor y de la cocina. Luego descorrió las cortinas para que la luz saliera al exterior, como una señal de alarma.

Encendió la luz del cuarto de lavado y del pequeño apartamento del piso de abajo, que antes, cuando la cabaña era prospero, utilizaba la sirvienta. Subió al piso de arriba y encendió la luz de su dormitorio, donde Anakin le había hecho el amor por primera vez. Todas las luces quedaron encendidas, en el piso de arriba y en el de abajo, atravesando la penumbra precursora del amanecer. Luego, se sentó en el primer peldaño de las escaleras y esperó. Pronto entraría alguien. Quizá fuera Anakin, en cuyo caso estaría furioso, pero Padme sospechaba que sería Rush.

Pasaron los segundos, convirtiéndose en minutos. Justo cuando el cielo empezaba a iluminarse con las primeras luces grises del día, la puerta se abrió y entró él.

Padme no había oído ningún deslizador o nave aterrizar, lo cual significaba que tenía razón al pensar que estaba muy cerca. Tampoco oyó sus pasos al cruzar el porche. No lo sintió hasta que lo vio atravesar la puerta, pero no se sorprendió. Sabía desde el principio que estaba allí.

Hola, Rush -dijo con tranquilidad.

Él había ganado un poco de peso desde que no lo veía, y tenía el cabello corto, pero por lo demás seguía siendo el mismo. Hasta sus ojos eran los mismo, color verde, una mirada demasiado sincera y ligeramente enloquecida. La sinceridad enmascaraba el hecho de que su mente estaba perturbada, no lo bastante como para impedirle actuar en sociedad, pero sí lo suficiente como para hacerle concebir un asesinato.

Llevaba un bláster en la mano derecha, pero la sostenía flojamente junto a la pierna.

Padme -dijo, un poco confundido por su recibimiento- Tienes buen aspecto -añadió, obedeciendo a sus buenos modales.

Ella asintió gravemente.

Gracias. ¿Te apetece un café? -no sabía si había café en la casa y, aunque lo hubiera, estaría rancio. Pero, cuanto más tiempo lo entretuviera, mejor.

Trespeó tardaría poco en entrar en la cocina, si no lo había hecho ya, y entonces despertaría a Anakin. Padme esperaba que Anakin llamara a Obi-Wan o Rex, pero tal vez no se detendrá a hacerlo. Imaginaba que llegaría en un cuarto de hora. Sin duda podría entretener a Rush un cuarto de hora. Creía que las luces de la cabaña alertarían a Anakin de que pasaba algo, y que por tanto no irrumpiría en la cabaña sin más con su sable de luz, arriesgándose a que Rush disparara. Era un riesgo, pero hasta ese momento todo había salido bien.

Rush la observaba con un brillo febril en la mirada, como si no se cansara de verla.

¿Un café? -pregunto Rush ya que su pregunta lo había dejado desconcertado.

Sí. A mí me apetece una taza, ¿A ti no? -la sola idea de tomar café le revolvía el estómago, pero hacerlo le llevaría algún tiempo. Y Rush era muy educado; no vería nada raro en compartir una taza de café con ella.

Bueno, sí. Eres muy amable, gracias -contestó amablemente.

Padme le sonrió y se levantó de la escalera.

Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora