Capítulo 16

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Padme, estaba anotando unas cifras en los libros de cuentas, Anakin había recibido en su holocomunicador un mensaje de urgente de Obi-Wan, apenas había dicho hola cuando Obi-Wan le dijo que, si ponía hablar a sola, cosa que Anakin se disculpo con ella y fue a la otra habitación a hablar.

Está bien, maestro. Iré mañana a Coruscant -dijo Anakin preocupado y enojado.

Que la fuerza te acompañe, Anakin -dijo Obi-Wan.

Igual para usted, maestro -termino de decir cortando la comunicación, regresando a su despacho.

Padme levantó la mirada.

Todo bien, Anakin -dijo Padme preocupada.

Tengo que de urgencia al templo -dijo él encogiéndose de los hombros.

Esta vez, llámame -dijo ella, lanzándole una mirada dura para subrayar sus palabras.

Anakin gruño, irritado. Luego le hizo un guiño y, volviéndose, se dispuso a llamar a Artoo para que preparara su nave. Padme oyó que le daba instrucciones al droide para la mañana siguiente. Luego, Anakin la miró.

Espere un momento -puso la mano sobre el auricular- ¿Quieres venir conmigo?

El pánico brilló un instante en los ojos de ella, pero logró controlarlo y sacudió la cabeza.

No, gracias. Tengo que ponerme al día con todo este papeleo -dijo ella.

Era una excusa absurda, porque no le costaría más de un día resolver el trabajo acumulado, pero pese a que Anakin le dirigió una mirada larga e inquisitiva, no insistió.

Está bien -dijo él con una sonrisa.

Desde el accidente, Padme no había vuelto a salir de la casa. Él había reparado el deslizador hace tres días antes, pero Padme aún no lo había sacado de donde estaba. A veces, cuando alguien tenía un accidente, temía volver a conducir de nuevo, pero Anakin tenía la impresión de que no era eso únicamente lo que la inquietaba.

Padme había empezado a sumar las cifras anotadas en el libro. Anakin la observó detenidamente, contemplando su expresión absorta y seria y la forma en que se mordía el labio inferior mientras trabajaba. Ella se había hecho cargo de la contabilidad hasta tal punto que, a veces, Anakin tenía que preguntarle qué tal iban las cosas. No estaba seguro de que le gustara que una parte del trabajo del taller no estuviera bajo su supervisión directa, pero, ciertamente, le gustaba tener más libre por las noches.

Al pensarlo, se dio cuenta de que pasaría las noches siguientes solo, y frunció el ceño. En otro tiempo, se habría buscado compañía femenina en Coruscant o ir a tomar con su escuadrón al bar, pero ahora no le interesaba ninguna otra mujer. Deseaba a Padme, y a nadie más.

Nunca una mujer se había amoldado tan bien a sus brazos, ni le había dado el placer que le daba Padme con su sola presencia. Le gustaba provocarla hasta que perdía los nervios y le contestaba enfurecida, solo por el placer de verla enfadada. Y mayor placer encontraba aún en llevarla a la casa y disipar su enfado a base de amor.

De repente, comprendió que no se trataba solamente de sexo. No quería marcharse porque sabía que algo le preocupaba a Padme. Quería abrazarla y asegurarse de que estaba bien, pero ella se empeñaba en no contárselo. Aquello le causaba una profunda ansiedad. Padme insistía en que no pasaba nada, pero él sabía que no era así. Sin embargo, no sabía qué estaba ocurriendo. Un par de veces la había sorprendido mirando por la ventana con una expresión casi... Aterrorizada. Debía de ser una impresión equivocada, porque Padme no tenía razón para estar asustada. ¿De qué podía estarlo?

Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora