Capítulo 15

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Más tarde, cuando la lluvia se calmó, dejó que la llevara en brazos a la casa. Deslizó las manos alrededor de su cuello cuando él se inclinó para depositarla suavemente sobre la cama, y obedeciendo aquella ligera presión, se tumbó a su lado. Padme estaba exhausta y saciada, y su cuerpo aún palpitaba con los estertores del placer. Anakin la besó apasionadamente, acariciándole los pechos a través de la ropa.

¿Quieres que te quite la ropa? -murmuró él.

Ella le lamió la garganta.

No, yo lo haré... dentro de un minuto. Ahora mismo, no me apetece moverme -dijo ella.

La mano grande Anakin se detuvo sobre su vientre, luego se deslizó más abajo.

No hemos usado nada -comento él.

No te preocupes -le aseguró ella suavemente. No era el momento adecuado para que concibiera. Acababa de terminar su ciclo y por eso, en parte, Anakin había perdido el control.

Él la besó suavemente.

Lo siento, mi ángel. Estaba tan excitado que pensaba que iba a correr como un adolescente -se disculpó él.

No te preocupes -repitió ella. Lo amaba tanto que temblaba al pensarlo. A veces, tenía que hacer un esfuerzo por no decírselo, por no gritarlo a los cuatro vientos, pero la aterrorizaba que, al hacerlo, él empezara a alejarse de ella, temiendo comprometerse. Lo suyo acabaría tarde o temprano, pero ella deseaba que durara cuando fuera posible.

No le había pasado nada terrible por asistir a la fiesta; en realidad, el regreso a casa fue maravilloso. Después, durante días, se estremecía de felicidad al recordarlo. No volvió a recibir llamadas inquietantes, y poco a poco fue relajándose, convencida de que había exagerado.

Le gustaba más quedarse en la casa de Anakin que acudir a fiestas o ir de compras, pero a instancias de Anakin comenzó a utilizar su deslizador o su nave para hacer pequeños recados a la ciudad de Theed y, de vez en cuando, para visitar a su familia o visitar a Satine o Bail a sus planetas los días que no estaba con Anakin o no se ocupaba de las cuentas. Se acercó varias veces a su cabaña para echar un vistazo, pero el silencio la deprimía.

Anakin, sin decirlo, había hecho que volvieran a conectarle la luz, pero Padme no dijo nada de volver a instalarse en la cabaña. No podía dejarlo en ese momento; estaba tan desesperadamente enamorada que sabía que se quedaría con él hasta que le pidiera que se marchara.

Un lunes por la tarde fue a hacer un recado de parte de Anakin y, en el viaje de regreso, se pasó por su cabaña para ver qué tal iban las cosas. Atravesó las enormes habitaciones, asegurándose de que las lluvias no habían provocado algún daño y de que no había que hacer ninguna reparación. Era extraño; no llevaba tanto tiempo fuera, pero aquella cabaña le parecía cada vez menos su hogar. Resultaba duro recordar cómo eran las cosas antes de que Anakin Skywalker irrumpiera en su vida otra vez. Su presencia era tan maravillosa quedo eclipsaba todo. Los malos sueños casi habían desaparecido y, cuando tenía uno, al despertarse encontraba a Anakin a su lado, en la oscuridad, fuerte y cálido. Cada vez le resultaba más fácil tener confianza, aceptar que ya no estaba sola para afrontar lo que le deparara el futuro.

Se estaba haciendo tarde, y las sombras se alargaban en el interior de la cabaña. Cerró cuidadosamente la puerta a sus espaldas y se acercó al deslizador. De pronto se estremeció, como si algo frío la hubiera rozado. Miró a su alrededor, pero todo parecía normal. Pero un instante después volvió a tener aquella sensación de peligro. Qué extraño.

La lógica le decía que no había nada que temer, pero cuando estuvo en el deslizador echó andar. Se río un poco de sí misma. Primero, se asustaba por un par de llamada al comunicador y, ahora, "Sentía" cosas en el aire.

Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora