🌿C.1: Un nuevo inicio🌿

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🌿 Un Nuevo Inicio 🌿

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Me lleva un buen rato convencerlo. No quiere creer que es especial, siendo que lo expele por cada poro, es un puto terco y me dan ganas de golpearlo a ratos, pero logro que entienda que lo que es, es grandioso.
Le confieso que la razón por la cual lo dejé venir a mi casa aquella primera vez fue porque creí que sería útil para ayudarme a esconder mejor a Lorena. Nunca creí que se enteraría de todo y decidiría quedarse. Le pido disculpas por haber intentado usarlo, él me perdona sin darle muchas vueltas. Me cuesta un puto infierno decirle que lo considero un verdadero amigo y que aunque en un principio quería usar su habilidad, ya no me importa, porque lo considero familia. Me lanza un par de bromas de lo “homosexual” que me estoy poniendo y yo le golpeo el costado enterrándole los nudillos lo suficiente para que se queje. Sin embargo, no estoy siendo totalmente sincero con él, me duele un poco hacerlo, aunque es necesario. No lo traje a casa solo por su habilidad, pero no me atrevo a arruinar todo tan deprisa, omitir información es casi lo mismo que mentir en este caso, mas no tengo de otra, Benedikt me lo advirtió.
Matt se levanta a la cocina y al mirar las tazas se gira a mirarme con los ojos tan abiertos que hasta se le ven más grandes.

— ¡Tú! — me llevo una mano al pecho fingiendo que no me ha puesto nervioso —. Todos esos brebajes y tés. Son... Espera... cuando me desmayé aquella vez... ¿Has estado intentando curarme con magia?

Me siento expuesto. No me gusta que crean que soy buena gente porque no lo soy. Me siento incómodo y no puedo evitar ponerme algo rojo de la vergüenza. Así que, hago lo que hago mejor para escapar de estas situaciones, finjo que no me tomo nada en serio y arruino el momento.

— Culpable — espetó levantando las palmas, rogando al infierno que no vea la cara que tengo. Me mira de una forma que no logro entender, y cuando intento atisbar en su mente noto que ha elevado de forma instintiva sus defensas. Otra vez no sé qué piensa o siente.

— Gracias — dice antes de poner a calentar agua, me hago el loco jugueteando con mis gatos —. ¿Kai? — su voz suena más suave.

— Dime — por favor que no me pregunte nada muy personal, no ahora.

— Mi nombre es Matthias Erik Weber, de los Prestamistas Weber — me quedo helado, ¡¿cómo mierda nadie se dio cuenta?! ¿Cómo YO no me di cuenta? Matt, este Matt es el menor de los hijos de ese bastardo. ¡Hace meses que dan por muerto a este chico! —. Soy el hijo menor de la familia.

Oh, por el mismísimo puto infierno y sus condenados ángeles. He tenido todo este tiempo al Weber perdido bajo mi protección, soy un imbécil.
Pobre chico, se nota que no se siente ni un poco bien de confesármelo. Así que es de esa familia de mierda, con razón huyó de sus garras, hasta en los bajos fondos los odiamos. Todo este maldito tiempo un miembro de la élite Alemana ha estado limpiando mi casa, cocinándome y ayudándome con mis contrabandos, ¡y sin quejarse! Es un crío de cristal nacido en cuna de oro que quién sabe cómo llegó a las calles, y en vez de volver a pedirle ayuda a todos esos bastardos prefirió la tierra y el frío. Ahora no solo me agrada, ahora lo admiro, hay que tener una voluntad asombrosa para decidir estar frente a mí en vez de estar en su palacio. ¡Con razón se le daban todas las normas sociales y la etiqueta de alta alcurnia! ¿Cómo es que llegó a tocar fondo?
Él toma aire, le cuesta hablar, está a punto de obligarse a contarme todo y aunque ahora oficialmente lo que más deseo es saber TODA su historia, él no está listo para hablar. Me odio por interrumpirlo, pero él no se siente bien y no lo obligaré a nada.

— No tienes que decirme nada más, chico — me levanto de la cómoda cama caminando hasta llegar a su lado mientras sigo hablando —. Si no tienes ganas aún de hablar de tu pasado, de verdad que no importa. Espero quieras compartir tus memorias en un futuro, pero hoy no quieres. Así que... — me encojo de hombros con las manos alzadas para demostrarle que no hay problema —. Para mí eres Matt, eso es suficiente.

Sonríe más tranquilo, me extiende su mano al tiempo que mis pensamientos me llevan a recordar a su “figura materna”, ¿entonces ella quién es? Yo estaba seguro de que era una tía o algo, con razón al investigarla solo di con que había trabajado de sirvienta en los barrios ricos... soy un estúpido.

— Un gusto, idiota — le recibo el gesto entornando los ojos y contestando:

— El gusto es mío, imbécil.

El Brujo y El Muro: Dentro del Espejo (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora