🌿C.3: El ERMITAÑO🌿

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🌿 EL ERMITAÑO 🌿

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— Para estas alturas ya debes saber que mi perfecta familia es un cúmulo de oportunistas, abusivos y dictatoriales bastardos. Unos hijos de puta que se visten de blanco para fingir ser religiosos, algo que les da prestigio y hace que todos los crean más decentes. Y como su mente es un torcido conjunto de reglas, que su hijo menor les saliera homosexual fue peor que toda la miseria que esta tonta guerra ha acumulado. Fui criado en jaula de oro con tutores para todo menos para enseñarte a pensar por ti mismo. Tenía dieciséis años la primera vez que tuve un desliz con alguien, con un profesor de hecho, el día que mis sádicos hermanos me descubrieron besándome con él fue la primera vez que mi padre me partió los huesos a golpes... — sigo guardando silencio arrodillado desde el suelo, la voz de Matt vomita dolor y a mí me quema el pecho las ganas de consolarlo —. Durante meses me mantuvieron encerrado en mi maldita habitación con la prohibición de que cualquiera me hablara, me alimentaron con sobras y solo el médico tenía permitido entrar a revisar cómo iba mi brazo roto, aunque mi adorada Kari, la sirvienta más fiel de la casa... — la mujer a la que le conseguí trabajo en nombre del chico —. Ella decidió obviar todas las ordenes dictatoriales de mi padre y por las noches siempre iba a hacerme compañía. También tuve la suerte de que mi hermana convenciera a mi padre de que solo había sido un error, un desliz. Nunca volví a ver a ese profesor, irónicamente cambió mi vida y ni siquiera puedo recordar su nombre — ríe desganadamente, como si todo fuera un mal chiste —. Lo peor vino después, mucho después. Incluso después del día en que me enteré con casi dieciocho años que a ese pobre hombre al que yo había besado lo habían fusilado, y todo fue arreglado y pagado por mi horrible padre, que con su sucio dinero logró que lo pasaran como "otra víctima más" del muro de Berlín. Recuerdo claramente que lo dijo burlándose en la puta mesa mientras todos comíamos fingiendo que éramos una familia. Ese día cometí la única estupidez de la cual no me arrepiento. Le grité a la cara que era un hijo de puta, que todos podían irse al infierno y que no había sido un desliz, que era homosexual y que siempre lo sería. Madre se indignó tanto que se arrepintió por completo de haberme parido, mi hermanita se tapó los oídos mientras mis hermanos mayores esperaban la orden de su dueño para saltarme encima como perros adiestrados. El miedo que sentí en ese momento fue terrible, para mi desgracia no es el peor que he sentido, recuerdo que quería llorar y desaparecer.

Pero llorar es de "maricones" decía mi padre todo el tiempo. Les escupí gritándoles que se podían meter los compromisos por donde les cupieran, que no haría lo que ellos querían, que se tragaran su dinero y solo para indignarlos más detallé cómo me follaría a un tipo. Tuve que salir corriendo en pleno invierno con lo puesto más un abrigo que Kari me dio con los bolsillos llenos de su paga del mes al tiempo que mi padre buscaba su puta escopeta para matarme.

Se me hace tan difícil no interrumpirlo, la voz le tiembla de rabia, las lágrimas amargas no paran de surcar su cara y sus manos se menean nerviosas. Mi vida es una mierda, pero yo tuve la suerte de encontrar a buenos guías en el camino, Matt era un pájaro tropical exótico que fue a dar a la intemperie Alemana. Me odio por hacerlo hablar de esto, sin embargo, él lo necesita aunque no lo sepa.

— Ni siquiera el hambre o el frío en las calles se puede comparar a la mierda que tuve que pasar. Porque que mi padre le pusiera precio a mi cabeza para "corregirme" no era lo peor, oh no. Lo peor vino después — tomó una leve pausa —. Nunca me había desmayado de hambre, la primera vez que lo hice fue después de una paliza de parte de unos brigadistas por robarme un puto pan. Comer de la basura ya me había enfermado mucho para seguir así, tampoco podía buscar trabajo en algo con mi sanguinaria familia buscándome. Así es que, una noche tan helada que creí que iba a morir, me refugié en una capilla casi abandonada por sus feligreses. La peor de mis decisiones. Ahí fui descubierto por el padre de la iglesia mientras me tragaba las malditas hostias del hambre. Le di tanta pena que me dejó quedarme a cambio de que limpiara y le ayudara en todo, jamás preguntó mi nombre o por qué estaba allí, creí que estaba a salvo, creí que tenía una segunda oportunidad. Trabajaba por comida y techo, nadie sabía dónde estaba y no moría de frío cada noche. Durante meses estuve cómodo, creyendo que los favores son gratis y que la bondad existía. Pero claro, en esa época era tonto y creyente, obviamente existía un dios que me quería a pesar de ser gay — ironizaba con sus recuerdos trayéndole nuevamente el sufrimiento al rostro.

El Brujo y El Muro: Dentro del Espejo (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora