🌿C.5: No tienes idea de cuánto lo extraño❄️

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🌿 No Tienes Idea De Cuánto Lo Extraño ❄️

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Matt trota tras Thomas que intenta controlarse en la calle. El rubio sabe que no están a salvo estando tan cerca de ese nido de idiotas, necesita sacar a su amigo de allí antes de que uno de esos perros decida salir y darles un tiro. El corazón se le parte al ver tan afectado al más bajo, la escena es tan similar a cuando se conocieron, a pesar de las notorias diferencias, que no puede evitar recordar.

Hace más de un año y medio Matthias acababa de enterarse de que era VIH positivo en el hospital, la enfermera lo trataba de manera distante, con asco, su voz glacial le exigió que esperara en su camilla. El chico no hizo caso, se vistió con sus harapos y al asomarse al no-tan-blanco pasillo la vio volver con dos soldados más un amigo de su padre. Era obvio que iban por él y que no terminaría bien. Huyó por una ventana del segundo piso a duras penas, casi se parte las piernas en la caída.

El problema vino cuando vagaba nuevamente por las calles, el dolor en el alma y el corazón destruido lo ahogaban en desesperación y sufrimiento, ya estaba muerto, era un cadáver ambulante que aún no asumía su fecha de caducidad. Maldijo su suerte, a su familia, al mundo. El dolor llegó a tal punto que decidió que quería descansar, ¿qué más podía hacer? No vio salida alguna, así es que con los ojos rojos y las lágrimas secas comenzó a caminar, el plan era sencillo y efectivo: iría hasta el maldito muro de Berlín y se lanzaría a "intentar" cruzarlo, si los soldados no le disparaban quizás una mina terrestre lo reventaría y acabaría con esa vida de mierda que le había tocado.

Era de noche cuando Matt saltó al río con la intención de acercarse al muro que se alzaba imponente y opresor sobre la orilla del otro lado, si las balas no le atinaban bien aún así podría morir ahogado, si su sangre contaminaba a media Alemania le importaba una mierda. El agua estaba fría, sus lágrimas comenzaron a volver a su cara, el dolor en el pecho le quitaba la respiración, un soldado le gritó de lejos, el rubio no hizo caso, alguien más saltó al agua y le dio alcance. Matt se giró devastado a ver quién estaba arruinando sus planes. Emergió a su lado un muchacho todo empapado y algo mayor que él, ni siquiera se había sacado su chaqueta o sus botas, le sonreía de manera tan cálida que el ojiverde rompió en llanto. Era Thomas, que al verlo saltar al río desde la orilla había decidido salvarlo a pesar de que sus acompañantes estaban reacios a la idea. Le sonreía, se presentó con su nombre dándole la mano. El menor no sabía cómo reaccionar, nunca pareció importarle a nadie, pero allí estaba ese chico, totalmente un desconocido, intentando sabotear su suicidio.

Esa noche el líder de los Tigres le arrebató una vida a la muerte, ese hombre le había dado otra oportunidad y eso jamás lo olvidaría. Lo había sacado del agua, lo llevó a su casa y lo protegió en su peor momento. Thomas era su única familia realmente, además de los habitantes del Gran Árbol, claro.

Ahora Tommy era el que lloraba con el alma herida en medio de la calle, estaba devastado y gritaba en ira. El de ojos verdes se le acercó con todo el cariño del mundo, lo abrazó para consolarlo, usando sus barreras altas logró que el más bajo se tranquilizara un poco.

— No tienes idea de cuánto lo extraño, Matty. Bi era todo lo que tenía — gimoteaba Tom aún abrazado por el rubio.

— No digas eso, también tienes al resto de los Tigres, y a mí y a Kai — el muro lo decía de corazón, le dio espacio para respirar y el Tigre se limpió la cara con la manga de su chaqueta de tela similar a las de las fraternidades norteamericanas.

— Tenerte a ti es un alivio, Jim por otro lado es el peor mal que he heredado de parte de Benedikt.

— No seas mentiroso, ustedes dos se adoran — aclaró Matt cruzándose de brazos.

— Es verdad, pero a ti te adora más.

— No pararás con eso, ¿verdad? — la voz del rubio cambió de golpe al típico tono hastiado que usaba cada vez que salía el tema.

— No — se obligó a sonreír el de cabello castaño oscuro y ojos azules.

— Tommy, lo que tenemos nosotros dos no es algo tan infantil como un amorío. Yo le salvé la vida en más de una ocasión y él me salva la mía casi a diario. No me gusta, estoy en deuda. Créeme que no estoy mintiendo, lo que siento por Jim es solo una profunda lealtad y un tremendo agradecimiento. Nada más.

Las palabras del rubio eran claras y sinceras, Thomas lo miró con detenimiento un momento. Ese ya no era el chiquillo que había sacado del río hace algo más de un año, ese no era el mismo Matt, había madurado de manera tan drástica. Antes de que pudieran surgir nuevos problemas, aquella nueva versión de Matt le propuso a Tom un paseo antes de ir a dejarlo a casa para que se despejara de tanto dolor, este aceptó ordenando su peinado rockabilly de siempre con una condición.

— ¿Qué condición?

— Que me cuentes algún día por qué le dices Kai, de todos los nombres ese es el peor — se burló mientras el ángel encendía su motocicleta.

El Brujo y El Muro: Dentro del Espejo (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora