❄️C.9: Sin salvación ni remedio❄️

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❄️ Sin salvación ni remedio ❄️

❄️

Son las ocho de la mañana y noto que no voy a dormir más, me levanto en silencio. Kai al ser un bruxa tiene la maravillosa capacidad de poder curarse de sus heridas muchísimo más rápido que cualquiera, ahora que sabe que es un purasangre usa métodos que antes no usaba. Aumentó su capacidad regenerativa con un par de pócimas que se tragó por botellas. Lo bueno: ya no tiene los huesos rotos, lo malo: duerme catorce horas diarias para poder recuperarse rápido.

Me levanté usando mi habilidad para no despertarlo, comencé a hacer mis quehaceres de siempre y hasta fui a trabajar con Albert y Amelia. Terminé todo tan aprisa que me quedé sin cosas por hacer a mediodía, así que, volví a casa olvidando por completo "desactivar" mis escudos. Ni siquiera los perros de Adalia me detectaron. Subí hasta el cuarto de baño notando que faltaba el maldito jabón, busqué a Kai sin encontrarlo (para joderlo por perder el puto jabón), pensé que quizás había salido, por ende, fui a buscar uno de repuesto al quinto piso, y ahí fue cuando caí en la cuenta de que tenía mis malditos escudos levantados.

Subí peldaño a peldaño sin ganas, sin hacer ruido para mi desgracia. Entré sin anunciarme ni nada topándome al brujo contrabandista en una situación algo-muy-embarazosa, y para mi eterna vergüenza no hice nada, solo me quedé ahí, estático y avergonzado viendo de lejos cómo la fuerte de todas mis fantasías nocturnas se masturbaba en silencio. Obviamente el pobre creía que estaba solo, soy indetectable con mis barreras levantadas.

Me cubrí la boca con las manos para no hacer nada de ruido, paralizado de vergüenza y curiosidad. No sé qué pasó por mi cabeza para ser tan indigno de no decir nada y quedarme mirando como un jodido depravado, viéndolo jadear y quejarse, respirar entrecortadamente mientras se satisfacía a sí mismo. Tragué saliva sintiendo que me quemaba por dentro, en mi corta vida la única experiencia sexual que he tenido estuvo a cargo del cura que me violó, así que no podría decir que tengo algo de "experiencia", y a causa de la depresión que cargo casi a diario no tengo muchas ganas de fantasear con nadie, tener SIDA quita bastante las ganas de imaginarme teniendo sexo. Pero ver al puto Kai Ivanov masturbándose sentado en su condenada silla, quejándose a ojos cerrados y ronroneando como gata en celo, bueno, eso ayuda mucho a que mi mente comience a trabajar para darme un sinfín de imágenes. De lleno me sonrojo al máximo y mi respiración se agita de solo pensar en que podría estar allí, ayudándole.

Trago más saliva, tan acalorado como podría estar, me avergüenzo tanto de estar allí, mas no quiero irme, no puedo. Me encantaría poder estar lamiéndolo, me fascinaría poder morderle ese largo cuello que tiene y obligarlo a gemir. Acaba al rato en un espasmo que le hace quejarse entre dientes y exhalar jadeando, yo me pregunto a qué sabrá su piel, ¿sabrá amargo como sus hierbas aromáticas? Despabilo justo a tiempo para huir del lugar rojo como un tomate con una culpa y una vergüenza terrible.

Me torturo horas pensando en qué diablos estaba pensando para quedarme espiándolo en un acto tan privado. Maldición, como si ya no fuera suficiente verle a diario fumado meloso sus hierbas negras de mierda, ahora además puedo recordar cómo suena y se queja cuando está disfrutando de más.

Paso horas escondido entre las habitaciones abandonadas intentando recuperarme de lo miserable que me siento. Me descargo de las imágenes que no puedo sacarme de la cabeza en otro de los baños del Gran Árbol, me siento tan culpable, siento que soy un pervertido de talla internacional. Mas no puedo evitarlo, ¡vi literalmente a la única persona que me gustaría enredar en una cama... y lamerlo como un puto caramelo! Esto está mal, tan mal. Saber que nunca dejaría que pasara algo entre nosotros lo hace peor, muuuucho peor. Masturbarme imaginándome a Kai arrodillado frente a mí con la maldita lengua afuera y sus seductores ojos amarillos mirándome con lujuria no me hacen sentir ni un poco orgulloso de mi existencia, pero es que simplemente NO PUEDO EVITARLO.

No tengo salvación ni remedio.

El Brujo y El Muro: Dentro del Espejo (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora