Estaba sentado en su butaca favorita de la biblioteca de Nurmengard, frente al fuego. A su lado, sobre una mesita, había dos botellas, una de whisky de fuego y otra de brandy y una copa; ambas por la mitad.
Tras el fiasco de Bhután, aquella misma mañana, había oído hablar a sus seguidores de que el plan había fallado porque habían sido traicionados. Todos apuntaban a Queenie Goldstein y Credence Barebone, en quienes nunca habían confiado. Gellert no creía eso; desde que la conoció en New York, había sentido un cariño especial por la hermosa y adorable bruja, e incluso estaba admirado de como, utilizando su carácter dulce e inocente, había conseguido engañarlo y ocultarle durante cinco años que pertenecía al ejército de Dumbledore. Y Credence... él siempre había sabido que o volvería junto a su padre y su tío o bien Albus le mataría. El joven obscurial sólo había sido un medio para atraer a su antiguo amigo y amante.
No... el fallo del plan no había sido una traición... el fallo del plan había sido él mismo. Gellert Grindelwald había fallado porque había subestimado a Albus Dumbledore... porque en realidad, nunca había querido luchar contra él. Había querido volver a captarlo para su causa... sin conseguirlo en absoluto y no sólo eso, en ese momento, no tenía la más mínima posibilidad con él. Tampoco podía olvidar aquella cafetería muggle, donde Dumbledore le había dicho que accedió a sus planes porque se había enamorado de él.
- Albus... - susurró deprimido, mientras cogía una de las botellas y se la llevaba a la boca, olvidando que tenía una copa. Bebió con ansia, como si la solución a sus problemas estuviera en el fondo de aquella botella.
Cuando la terminó, lanzó la botella al fuego con rabia y agarró la otra, también decidido a terminarla. Justo cuando lo hacía, escuchó una voz detrás de él.
- Querido... - era una voz femenina, con marcado acento francés y una dulzura impostada que normalmente le sacaba de quicio. - No puedes quedarte aquí sólo... déjame hacerte compañía...
Grindelwald la miró con los ojos prácticamente velados por un sopor etílico; Vinda Rosier era la más cruel y fiel de sus seguidores, también podía admitir que era la más hermosa, con ese rostro distinguido y aristócratico y su forma elegante de vestir. Sin embargo, si la situación hubiera sido distinta, posiblemente la hubiera rechazado; no le gustaba... ni ella ni ninguna otra mujer... Se levantó un poco tambaleante; Vinda fue hacía él y lo sostuvo con fuerza... La parte racional de la mente de Gellert sabía que no podía pasar nada entre ellos, pero todo el alcohol que había ingerido para acallar las penas había adormecido su raciocinio. Perfectamente podría imaginarse que tenía entre sus brazos el cuerpo delgado pero firme y fuerte que tanto añoraba; podría imaginarse que iba a pasar la noche con Albus Dumbledore.
Se desapareció con ella y aparecieron de nuevo en el dormitorio de Gellert, donde nunca entraba nadie. Con un golpe de varita, hizo desaparecer las ropas de ambos y empujó a su pareja sobre la cama sin muchos miramientos. A pesar de su rudeza, Vinda parecía estar disfrutando de un momento largamente deseado.
- Sólo será sexo, Vinda - le advirtió con voz ronca a la que se suponía que era la mas de sus seguidoras. - No esperes nada más.
- De momento - susurró ella, triunfal. - De momento, mi querido Gellert.Grindelwald no escuchó esas palabras o, al menos, hizo oídos sordos. Su silenciada mente racional intentó recordarle que no le gustaban las mujeres y también que lo que estaba haciendo no estaba bien, que estaba aprovechándose del deseo que la bruja francesa sentía por él. Sin embargo, en su mente, sólo veía a Albus Dumbledore yaciendo desnudo bajo él. No sólo el cuerpo joven y firme de cuando aquél pelirrojo que lo volvía loco tenía diecisiete años, sino también al mismo Albus de expresión agotada y torturada al que se había enfrentado en Bhután. Dejándose llevar por el alcohol empezó a manosear el cuerpo de Vinda, mientras ella le daba facilidades para que se acoplaran él uno al otro. Él no tenía experiencia, no con una mujer, pero ella parecía tener mucha y lo guió en todo momento. Por un instante, de preguntó quién estaba aprovechándose de quien...
- No voy a besarte, Vinda - le advirtió de nuevo, mientras ella le hacía precisamente eso por el cuello, al tiempo que marcaba el ritmo de sus movimientos.
- No tiene importancia, querido... ésto es todo lo que quiero - le susurró al oído, mientras se estremecía con una embestida especialmente violenta del mago búlgaro. - Lo que he querido siempre.A la mañana siguiente, Gellert despertó con una descomunal resaca. Al ver que la cama estaba vacía, quiso pensar que lo ocurrido la noche anterior no había sucedido.
- No puede ser que me haya acostado con Vinda Rosier - se dijo en voz alta, aturdido. - Debe haber sido una pesadilla por culpa del alcohol.
Sin embargo, no tardó en percatarse de que estaba desnudo bajo las sabanas y también del suave olor a perfume femenino, francés para más señas, que desprendía la almohada.
- Oh... por las cabezas de la lamia - se lamentó, citando un ser mágico de la zona de Bulgaria. - ¿Qué demonios he hecho?
****
Albus Dumbledore tampoco había pasado muy buena noche tras regresar de la misión en Bhután. Él y sus amigos y aliados habían salido victoriosos por los pelos y de hecho, la única victoria, si se la podía llamar así, era que su joven sobrino Credence finalmente estaba con su padre. Deseaba ir a verlos, pero el chico estaba muy mal, prácticamente moribundo y había pensado que lo mejor era que pasara sus últimos momentos a solas con su padre. Tampoco quería encontrarse con su gran amigo Newt Scamander, a pesar de que Jacob Koswalski, su aliado muggle, le había invitado su futura boda con Queenie Goldstein y era obvio que el joven magizoologo estaría allí. Ver a Newt sería contarle una verdad que no sabía como se tomaría: Credence y él eran hermanos mellizos, hijos de su hermano Aberforth; mientras uno había sido enviado a América y dado por muerto en el naufragio, el otro había sido enviado a un orfanato del Ministerio de Magia. En ambos casos, había sido para tratar de protegerlos de Grindelwald, aunque no había salido muy bien.
"Pero no es sólo por eso" pensó Albus, refugiado en su despacho de Hogwarts. "No sólo es por decirle la verdad... es porque temo que me pregunte lo que quedó en el aire hace unas horas... ¿por qué no pude derrotar a Gellert?"
Él mismo podría responder a eso, era lo mismo que le había dicho a Grindelwald en la cafetería: porque estaba enamorado de él. Y no estaba pensando en el viejo romance del verano de sus diecisiete años, sino del momento presente. Seguía enamorado de Gellert Grindelwald como siempre lo había estado.
"Pero... aunque no fuera un prófugo de la Confederación nuevamente, que lo es... " pensó el profesor, llevándose una taza de té fuerte a los labios. "¿Cómo olvidar todo lo que ha hecho? Estuvo a punto de matar a Credence... casi mata a Newt dos veces... intentó hacerse con el poder de forma fraudulenta... mató a esa pobre criaturita... "
Eran muchos peros, sin embargo, cuando oyó el corazón de Gellert sincronizándose con el suyo no pudo seguir el duelo y tampoco pudo seguirlo él. Ambos estaban enamorados... quizá hubiera habido alguna esperanza si Grindelwald no hubiera dicho esas palabras desesperadas pero no por ello menos crueles: "¿Quién te querrá ahora, Dumbledore? Estás solo... "
"No... el amor por sí sólo no puede arreglar esto... " se dijo Albus, mientras cogía algunos libros para preparar las clases de la semana. Ya que no podía dormir, al menos se podría al día con su trabajo como profesor, el cuál tenía muy abandonado.
Sin embargo, tal vez la fuerza del amor era más poderosa que todos los impedimentos, sólo con que los dos pusieran un poco de su parte. Albus no estaba muy dispuesto... Gellert... ¿estaría dispuesto?

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4. Animales Fantásticos: la fuerza del amor
FanficTras el fallido intento de hacerse con el poder mediante el engaño con la cría de qilin, Gellert Grindelwald se siente cada vez más cansado y empieza a odiar su "gran plan"... las palabras de Albus Dumbledore, " accedí porque estaba enamorado de ti"...