꧁Cap. 15꧂

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Tsuyu y Uraraka se reían de las ocurrencias de Iida al haber retado al rey del Nirvana a un duelo de espadas, estando ambas de acuerdo de quien iba a ganar aquel duelo.

—No puedo creer que Tenya en serio creyó que era buena idea retar a Katsuki aún duelo en el cual el rey es un maestro inató en el arte de la espada. Era obvió que él rey lo iba matar si quisiera.

—Es lo único que Iida pareció no entender— dijo Uraraka soltando una leve risa por lo dicho —Aunque... también me da gusto que Iida perdiera pero, que el rey no lo matara— dijo la castaña mientras se miraba al espejo y veía a Tsuyu hacerle una media cola para sostener los mechones que le caían al frente dejando su rostro libre ante la vista de cualquiera —No me hubiera gustado abandonar el Nirvana y... ver morir a Katsuki o a Iida.

—No lo hará. Usted pertenece aquí mi reina y todos la respetamos y la adoramos por salvar el alma del rey de la miseria— dijo Tsuyu mientras acomodaba el peinado de Uraraka con un prensador para que no se aflojara —¡Ah! Eso me recuerda, Ochako— dijo Tsuyu mientras metía la mano entre las telas de su vestido para sacar un pequeño objeto envuelto en una hermosa tela verde de terciopelo.

—Esto es por haberme ganado en las cartas el otro día. Yo misma lo hice, espero que te guste— dijo Tsuyu con una gran sonrisa mientras Uraraka lo tomaba entre sus manos y destapaba el objeto dejando ver la peineta más hermosa que ha visto en su corta vida.

Era una peineta hecha de oro con flores de lirio hechas con hermosas incrustraciones de diamante y en el centro de este una hermosa y bien detallada rana hecha de esmeralda encima de una hoja de lirio hecha de oro con otras hojas más pequeñas a su alrededor. Era el espécimen más hemoso y bien trabajado que Uraraka había visto en su vida y le daba ganas de llorar sólo pensar que Tsuyu había tenido noches de desvelo solamente por regalarle aquello que con tanto esfuerzo había hecho para ella y lo que esperó sucedió. Uraraka comenzó a lagrimear mientras Tsuyu le acarisiaba el cabello con una dulce sonrisa en su rostro.

—No deberías llorar, Ochako. El rey me vendrá a buscar si se da cuenta de que yo te hice llorar— Uraraka asintió mientras se limpiaba las lágrimas y se sorbia los mocos importandole poco lo asqueroso que esto pudiera ser.

Tsuyu tomó la peineta entre sus manos y lo colocó atrás de la media coleta de la castaña y sonriendole al espejo, dijo mientras tenía su dedo cerca de la boca alegre.

—Te quedá muy bien Uraraka. A Katsuki seguramente le encantara— Uraraka sonrió con un pequeño sonrojo en sus mejillas y sus pestañas roceadas por el rocío de sus lágrimas para después voltearse a Tsuyu y abrazarla como si fuera más una buena amiga que una dama de compañía o sirvienta.

—Gracias... Tsuyu— Tsuyu le devolvió el abrazó mientras sentía a Uraraka sollozar por lo bajo, ella sólo le carició el pelo, eternecida por la inocencia que aquella niña portaba en ella y que seguramente, volvía loco al rey del Nirvana.

Tsuyu siempre le llamaba con respeto, aunque Uraraka fuera milenios enteros menor que ella, pero, aún así, era cuestión de protocolo y le encantaba pensar que Uraraka es más como una hija que una amiga. Una hija que necesita consejo y alguien de quien estar a su lado.

—Ochako, deja de llorar. El rey te espera y necesitas estar presentable para él— Uraraka nuevamente intento calmarse y mientras Tsuyu le limpiaba con un pequeño pañuelo el rostro de su reina.

Finalmente Tsuyu terminó de preparar a Uraraka y siendo acompañada por ella hacia el pico más alto de la fortaleza, Tsuyu se detuvo un par de metros antes de llegar a la entrada y dijo algo nerviosa pero manteniendo una sonrisa gentíl:

El Nirvana de los Mares (Kacchako)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora