꧁Cap. 7꧂

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El crepúsculo de la noche los había alcanzado mientras ambos reyes cabalgaba en medio de un cielo naranja que poco a poco cambiaba a uno estrellado.

Uraraka estaba realmente cansada del largo viaje hacia el Santuario de la Madre, parecía que la isla fuera eterna ya que con cada kilómetro que avanzaban a "caballo", por así decirlo, sumaban un centenar de kilómetros delante de ellos pero, a la vez estos parecían cambiar de vez en vez.

Había visto llanuras, selvas, incluso un pequeño desierto que agotó todas sus fuerzas con sólo atravesaron. Pero, Katsuki no se detenía, por más que giraba su vista suplicante hacia él, él nisiquiera volteaba hacia atrás para detenerse para comer o tomar agua. Admiraba su determinación y su fuerza pero, ella no era como él, y no podía evitar caer cuando él seguía avanzando.

De pronto, como si Dios hubiera oído sus plegarias, Katsuki detuvo el paso deteniendo a la vez su propio unicornio.

—Esta noche descansaremos aquí. Mañana continuaremos el viaje— ni bien Katsuki había bajado de su unicornio y se disponía a arreglar el improvisado campamento para su reina, se volteó levemente hacia Uraraka con intenciónes de cerciorarse de que ella estuviera bien, justo en el momento en que ella se resbaló del unicornio completamente exhausta y sin fuerzas, siendo rápidamente detenida por Katsuki que apenas le dio tiempo para atraparla en sus brazos antes que cayera al suelo.

Katsuki la sostuvo en sus brazos un momento y soltando un leve gruñido por la impotencia de ver a su reina en ese estado, llevó a Uraraka a una improvisada cama hecha de hojas y hojarasca dejándola tendida ahí mientras prendía un poco de fuego para disolver la oscuridad del bosque y darles calor.

Katsuki la veía inquieto secciorandose de que estuviera bien y sólo estuviera descansando por el largo viaje que habían tenido.

—"¿Por qué no me dijiste que necesitabas descansar?"— dijo Katsuki preocupado mientras deslizaba un mechón castaña por detrás de la oreja de Uraraka.

—Porqué...— murmuró Uraraka entre sueños —Parecias tan decidido en llevarme ante tu madre... que no pude interrumpir aquella esperanza sólo por un malestar mio— al terminar de decir eso, Uraraka nuevamente se sumergió en un profundo sueño, dejando la sonrisa más dolida y melancólica que Katsuki hubiera hecho nunca.

"No trates de hacerte la fuerte cuando aún no lo eres, Uraraka. Si tú caes, yo te levantaré cuantas veces sea necesario, querida mía".

(...)

El sonido de una cálida fogata cerca suyo junto con el dulce olor de algo cociendose al fuego, hizo que Uraraka abriera los ojos con lentitud observando la figura de Katsuki frente a ella cocinando la carne de jabalí que acababa de cazar para ambos.

Uraraka lo observo un par de segundos, admirandose de la habilidad de caza de este por haber atrapado un animal tan grande como aquel que cocinaba al fuego, pero de pronto, los intensos ojos escarlata de Katsuki se fijaron en ella y volvieron a su quehacer diciendo aquellas simples palabras que más que desinteresadas, sonaban preocupadas.

—¿Te encuentras mejor?— dijo Katsuki mientras le daba una suave vuelta a la carne en las brazas.

—¿Qué... paso?— su voz sonaba un poco aturdida pero, más fuerte de lo que había estado hace en un par de horas.

—Te desmayaste por el cansancio— Uraraka oyó suspirar a Katsuki y mientras seguía cociendo la carne, dijo con enorme pesar en su alma del rey del Nirvana:

El Nirvana de los Mares (Kacchako)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora