꧁Cap. I꧂

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Las sirvientas del palacio se movian de un lado a otro buscando los objetos y pertenecías de su Majestad, la princesa Uraraka, heredera al trono de Yūeii, para comenzar su largo viaje en altamar hasta arribar en las costas de Masutafu y conocer a su futuro esposo, el príncipe Izuku, hijo del gran rey All Might, soberano del reino de Masutafu.

Uraraka había oído cosas tan maravillosas de aquel príncipe de cabellos rizados que había terminado profundamente enamorada de alguien que nisiquiera conocía. Como por ejemplo, que su corazón es más noble y bondadoso que cualquier otro ser en esta tierra barbara, que su benevolencia y su lealtad era más poderosa que cualquier ejercito o adversidad e incluso, era capaz de poner antes el bienestar de su pueblo que sus propios beneficios -algo ya olvidado por los actuales monarcas- haciendolo un excelente partido para ser el próximo rey de Masutafu y el futuro esposo de Uraraka.

Su padre, el rey, estaba encantado con las cualidades de Izuku, que no dudó ni un instante en mandar un recado a Masutafu cuando Uraraka cumplió la edad adecuada para casarse para ofrecer la mano de su hija en matrimonio siendo resivida gustosamente por el soberano del reino.

Así que después, de hacer los acuerdos necesarios, el rey de Yūeii y el rey de Masutafu aceptaron los términos para casar a sus hijos y ahora Uraraka esperaba la llamada de su general para dirigirse al puerto del reino para iniciar su viaje a través del océano que la llevaría a conocer a su prometido, quien tantas cosas bellas le habían contado.

Así que, en este momento, se encontraba sentada en la ventana de su habitación hojeando un libro de astrología universal, mientras esperaba el llamado de su general para llevarla hacia el barco donde empezaría su largo viaje y travesía a través del misterioso y extraño Mar del Norte.

Leía el nombre de los astros en el cielo, que todos giraban alrededor de la tierra en un tiempo de 365 días y que gracias a eso, habían 4 largas estaciones que duraban 3 meses cada una.

Uraraka siempre había estado fascinada por el cielo nocturno y sus misterios. No sabía el por qué pero, pensaba que había más escondido en el mundo terrenal y universal de lo que se alcanzaba a verse a plena vista, había leído tantos libros y pergaminos secretos que ya no sabía detener su imaginación al pensar en eso.

Había escuchado hablar de seres poderosos que habitan en alguna parte lejana del horizonte inexistente, dragones capaces de aniquilar al más poderoso ejército existente sobre la tierra, hadas capaces de hacer realidad tus más anhelados sueños, sirenas capaces de enamorar a cualquier marinero descuidado con su canto y llevarlo a la profundidades de su reino subacuatico para devorarlos y aniquilarlos, e incluso ninfas que se encargan de cuidar los estanques y los lagos protegiendo a sus habitantes de las manos humanas; había leído todo eso en un libro secreto que habían robado de la biblioteca personal de su padre y, aquel libro decía, que toda la magia del mundo provenía de un lugar escondido en lo más profundo del Mar del Norte, siendo gobernado por un soberano mitad bestia mitad humano, capaz de entender a las más peligrosas bestias de aquel extraño reino y razonar con ellas.

Uraraka no sabía si aquello era cierto, pero, no dudaba que era uno de sus libros favoritos para leer a escondidas en las noches antes de dormir. Tantas historias de bestias y criaturas fantasticas, tantas leyendas escondidas en sus páginas amarillentas, tantos sueños y esperanzas escondidas en lo más remotó de sus palabras... Todo eso hacia volar su imaginación hasta un punto en el que podía perderse dentro su mente para jamás volver a la realidad. Incluso su propia madre estaba preocupada del por qué siempre andaba en la nubes. Pero no podía evitarlo, con tantas criaturas fantasticas, cualquiera se perdería en el limbo.

El Nirvana de los Mares (Kacchako)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora