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Pese a haber tomado una decisión con toda la seguridad que la rabia del momento le pudo otorgar, en el momento de iniciar con su descabellada idea, llegó incluso a sentirse incomoda consigo misma

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Pese a haber tomado una decisión con toda la seguridad que la rabia del momento le pudo otorgar, en el momento de iniciar con su descabellada idea, llegó incluso a sentirse incomoda consigo misma. Había dos razones para ello; la primera, Derek seguía en la misma actitud cabizbaja que la tarde anterior, y de cierta forma creía que significaría caer aún más bajo; por otro lado, estaba ese mismo punto, no era acorde a su verdadera personalidad, como si se traicionase a sí misma.

Y como si se tratase de un acuerdo tácito, Derek tampoco hizo ningún movimiento extraño. Por primera vez en esas dos semanas de trabajar juntos, estaban en completa armonía y calma. La tranquilidad que respiró fue cosa de otro mundo, una sensación envidiable que le gustaría sentir todos y cada uno del resto de los días que se relacionara con él. Pero, y sabiendo que su jefecito era una persona tan impredecible como misteriosa, era consciente que cosas como esa no se repetían dos veces en la vida.

Ese viernes, último día de la semana y día de pago, lo disfrutó como ninguno. Realizó todo el papeleo, adelantó reuniones con Marketing y sistemas, conversó con Spencer sobre lo nuevos reclutas y el cómo los pondrían al corriente con el proyecto, y como si no fuese demasiado, adelantó parte del trabajo del lunes. ¿Qué más podría pedir?

Cierto, solo una cosa podría pedir aun teniendo un día de maravilla, ver a Luis. Desde esa última conversación, no había tenido más noticias de él y estaba preocupada. Quería llamarlo, mandarle un mensaje o cualquier cosa que le diera una señal de estar bien, pero se sentía cohibida con ello. Hasta que, escuchando sus plegarias y preocupación, justo antes de salir del trabajo fue él mismo quien le escribió.

(L) Hola, preciosa, perdona por no escribirte antes. Tenía que atender asuntos, ya sabes, de adulto responsable que se preocupa por sus finanzas.

(L) Y hablando de finanzas, ¡Felicidades por sobrevivir a tu primera quincena, tenemos plata!

Con ello, una suave carcajada se escapó de sus labios, dejando salir de ultimo un largo suspiro de alivio. La preocupación había sido más grande de lo que imaginó, pero ya no más.

(A) Muy gracioso, ¿te comiste un payaso acaso?

(L) Algo así, pero no te preocupes, no tiene mal sabor.

Nuevamente una carcajada eliminó el silencio que cubría toda la sala, dándose cuenta de que fue eso lo que tanto le faltó para ser un día perfecto.

—¿De qué te ríes? Si se puede saber, claro —preguntó Derek curioso, apoyado en el marco de la puerta tras de ella, sin mostrar rastro de preocupación o molestia, solo pura divertida curiosidad.

Debía aceptarlo, aquella nueva expresión solo le daba un aire más juvenil y atractivo, diferente al semblante serio y tosco que siempre mostraba. Sí, como el de un anciano de setenta años esperando jubilarse.

—Solo hablo con mi hermano, a veces se le sale lo payaso —mintió, no quería darle más problemas a Luis, menos en un día como ese.

—No sabía que tenías hermanos —comentó extrañado.

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