20

1.5K 107 17
                                    

Derek empezaba a tener un poco de claridad en medio del desastre, y con eso se dio cuenta que debía hacer un par de cosas más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Derek empezaba a tener un poco de claridad en medio del desastre, y con eso se dio cuenta que debía hacer un par de cosas más.

Primer paso para arreglar su caótica existencia, aceptar que había cometido más errores de los que podía contar con las manos. Aprobado, todo ese peso lo estaba sofocando y rompiendo la cuerda por la cual caminaba.

Segundo paso, tratar de arreglarlo, aunque era consciente que muy posiblemente muchos de ellos sean irreparables. Pero, por lo menos y para el bien de su conciencia, haría el mejor intento y solucionaría el más pesado de ellos: Patricia. Claro está, eso no significaba que aceptaría sus condiciones. Agendaría una cita con ella, conversarían como personas civilizadas y trataría de convencerla de llegar a un acuerdo y olvidar todo ello.

Y tercero, o por el momento uno de los más importantes, convencer a Anaira de que estaba siendo lo más sincero posible. Si quería tomar las riendas de su vida y establecerse, no había mejor opción que ella. ¿Con quién más podría siquiera pensar en tener una relación?

Respiró profundo, sabiendo que ese día marcaría un antes y después en su vida. No solo por sus nuevos planes, sino porque empezaba a ver una pequeña luz en la oscuridad.

Salió de la oficina en busca de esa luz, pero Anaira ya había recogido sus cosas y ordenado el escritorio. Apagaba distraídamente el equipo, lo último que le faltaba para poder marcharse a casa.

—¿Lista? —preguntó, asustándola un poco.

—¿Para qué? —preguntó de vuelta confundida.

—Para ir a casa, ¿te llevo? —sugirió, esperando poder sentir por un segundo más su deliciosa fragancia.

—No, gracias, hay que... —se interrumpió, buscando las palabras adecuadas— evitar malentendidos.

Le dolió un poco su actitud, hace poco estuvo a punto de besarla en los labios y ahora lo trataba con total indiferencia. No era extraño, pero tampoco dejaba de sentirlo como una punzada en el pecho.

—¿Cuál malentendido? Solo te llevaré a casa, no sería la primera vez —insistió con calma, tampoco quería verse desesperado.

—En serio, deberíamos mantenernos un poco alejados, si sabes a lo que me refiero —sugirió ella con seriedad—, así que es mejor que vayas a casa, descanses y duermas un poco. No tienes buena pinta.

—Pero...

—No te preocupes, estoy muy cómoda tomando el autobús —le interrumpió—, todo estará bien, por lo pronto, hasta mañana, jefecito.

El contoneo de sus caderas se fue alejando casi de forma apresurada, dejándolo hecho un manojo de sentimientos encontrados. Se sintió frustrado porque nada salía como quería, furioso porque todo se le desmoronaba lentamente, y cansado, demasiado como para seguir peleando por algo. Por primera vez en su vida, pensó en rendirse y solo dejar que el peso de las cosas lo hundiera hasta asfixiarlo.

✅Esto es guerra, jefecito [DISPONIBLE EN AMAZON EDICIONES MOB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora