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Por alguna razón, la noche estuvo tan pacífica y divertida que no podía enojarse con nadie, incluso con Luis cada vez que bailaba con Anaira

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Por alguna razón, la noche estuvo tan pacífica y divertida que no podía enojarse con nadie, incluso con Luis cada vez que bailaba con Anaira. No porque quisiera, sino porque el alcohol ya estaba colando en su sistema haciendo desastre. No era de los borrachos que forman pleito, sino todo lo contrario, ese lado risueño que nunca mostraba a nadie salía a flote como si se tratara de otra persona, un Derek diferente.

Sin embargo, eso no quitaba el hecho de estar contrariado con sus propias emociones. Tenía a su mejor amigo disfrutando de la noche, bailando y riendo con una bella y sensual chica. No le habría importado, al contrario, se hubiese alegrado por él si ella no fuese de su interés. Pero no, era Anaira con quien lo hacía, tan pegado a ella que casi podía imaginarse un beso entre ellos y lo peor es que no sería el primero. Fue eso mismo lo que lo impulsó, como un resorte se levantó y caminó hasta ellos.

—Tiempo fuera —interrumpió Derek—, mi turno.

—¿Quieres bailar conmigo, acaso? —le retó Luis.

—¿A eso le llamas bailar? —se burló— Solo será un rato, has bailado con ella toda la noche, ¿cuál es el miedo?

—A ver, don comedias —intervino Anaira, viendo el fastidio de Luis casi estallar—. ¿No estás un poco borracho ya?

—Aún estoy en mis cinco sentidos, si quieres te lo demuestro, ¿bailamos? —sugirió Derek extendiendo su mano hacia ella.

La duda estaba impresa en su rostro, se notaba que no quería dejar a Luis, pero tampoco quería dejarlo con la mano. Con una suave sonrisa, le hizo señas para que se tranquilizara, dando a entender que estaría bien.

—Pero te comportas, Derek, ¿entendido? —le advirtió.

—Tus deseos son órdenes —contestó complacido.

—Te estaré vigilando, cuidado con lo que haces —amenazó Luis.

Este se alejó rumbo a su mesa, con manos metidas en los bolsillos y una expresión de total enfado brillando en su rostro.

—¿Y el amargado soy yo? —se burló Derek— Alguien está delicado hoy.

—No estés tan seguro de eso, y no sé qué estás tramando —amenazó con firmeza—, pero no dejaré que te salgas con la tuya.

—Si lo dices así —susurró muy cerca de su oído—, no puedo negarme.

La tomó por la cintura tan suavemente que la sintió estremecerse, pegándola tanto a su cuerpo que podía sentir su cálido aliento chocar en su pecho. Mientras él, por primera vez desde que la conoció, pudo sentir con todo gusto y plenitud, el aroma de su cabello que empezaba a encantarle. Con el alcohol en su sangre, se sintió desinhibido de todas esas murallas que construyó a su alrededor y lo disfrutó. Se dio ese gusto.

—¿Siempre hueles tan bien? —susurró apoyando la nariz sobre su cabeza.

—Oye, no te aproveches de mi estatura, ¿ok? —replicó ella nerviosa.

✅Esto es guerra, jefecito [DISPONIBLE EN AMAZON EDICIONES MOB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora