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Ver a Luis salir de la oficina de Derek, dirigiéndose a él de esa manera y con su amplia sonrisa llena de diversión, solo trajo a la mente de Anaira una sola cosa: estaba arruinada, hundida hasta el fondo

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Ver a Luis salir de la oficina de Derek, dirigiéndose a él de esa manera y con su amplia sonrisa llena de diversión, solo trajo a la mente de Anaira una sola cosa: estaba arruinada, hundida hasta el fondo. De sopetón recordó todas las conversaciones anteriores con él, las mil y una vez que se quejó del ogro de su jefe y todos los insultos que le dedicó y que había inventado. Y claro, todo ello se lo había dicho nada más y nada menos que a su mejor amigo.

Pero en su defensa, ¿cómo iba a saberlo? De tanta gente el mundo e incluso en su ciudad, jamás hubiese imaginado conocer al mejor amigo de su jefe en una discoteca.

—Por cierto, linda, ¿a quién tengo el gusto de conocer? —preguntó Luis, con su típica amplia sonrisa divertida.

Por un momento había deseado que se la tragara la tierra, que un tornado pasara justo por aquella enorme ventana a solo un par de metros de su lugar y se la llevara a rastras, o que como mínimo, pudiese salir corriendo de allí. Pero no, el destino últimamente era más que cruel con su existencia.

—¿Tú también? Esto es el colmo —replicó Derek indignado, mirando ceñudo a Luis y Anaira de forma intercalada.

Durante todo ese rato se había hecho el loco con la situación, haciendo creer a todos que era la primera vez que se veían, una actuación majestuosa. O por lo menos en apariencia lo parecía, pero la mirada escrutadora de Derek no parecía demostrar total seguridad ante ello. No se estaba tragando la historia.

Aun así, pese a los incontrolables nervios que le causó todo ello, Anaira decidió solo seguirle la corriente. No solo porque le había encantado esa sonrisa en su rostro, sino porque de cierta forma temía la reacción de Derek al saber que, su mejor amigo, ya conocía, coqueteaba e incluso había salido antes con su asistente, esa misma a la que hacía sufrir en un infantil intento por hacerla renunciar.

—Anaira, el gusto es mío —contestó ella nerviosa.

—Más que gusto, es todo un placer —dijo Luis, besando su mano sin dejar de observarla con diversión—, espero nos veamos más adelante.

—No le será difícil, señor Luis —añadió Anaira, dejándose contagiar por su actuación.

¿Por qué le era tan atractiva la escena? Se veía divertido, risueño y muy coqueto, más de lo usual. Si debía ser sincera, le encantó esa faceta.

—Por favor, nada de señor, el viejo y amargado es tu jefe —se burló—, a mí me puedes llamar Luis o Lu, cualquiera de los dos sonará lindo viniendo de ti.

—Desde luego, Lu —reía suavemente, dejando ampliar en su rostro un sutil sonrojo.

—Bueno, ya fue suficiente —replicó Derek, interponiéndose entre los dos como una barrera— ¿No prefieren que les saque una cita?

—Si eres tan amable...

Derek bufó sonoramente, poniendo los ojos en blanco y hasta soltó un suave gruñido de exasperación hacia quien se supone es su mejor amigo. Y este, por su parte, no hizo más que reírse a carcajadas ante su reacción.

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