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Derek llegó a su solitario departamento de soltero bien entrada la noche, pero y aunque seguía siendo el mismo, ya no lo veía de la misma manera que hace solo horas antes de salir

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Derek llegó a su solitario departamento de soltero bien entrada la noche, pero y aunque seguía siendo el mismo, ya no lo veía de la misma manera que hace solo horas antes de salir. Para él, después de tan maravilloso día a su lado, de besar incontables veces sus deliciosos labios, de sentir el afrodisiaco aroma de su cuerpo y de abrirle por completo su corazón, la visión del mundo había cambiado por completo. Ya no había soledad ni silencio, ahora había colores y una dulce armonía a su alrededor.

Se sentía tonto, pero feliz. Un tanto infantil, pero emocionado. De todo ello lo que mejor le sentía, estar por completo enamorado y por ello se sentía vivo. Ahora no tenía ninguna duda, estaba más que perdido por Anaira, por todo en ella y no iba a desaprovechar la oportunidad que le daba. Valiosa como ella misma.

Durmió como un bebé, cosa que no recordaba haber hecho desde que tenía memoria. Ser parte de una de las grandes y afamadas familias del país no trajo gloria, sino pesadillas. Solo era un niño, uno con ansias de saber lo que era el amor de una madre o un padre. Aquello solo lo recibió de Noa, siendo solo unos seis años mayor que él se hizo cargo de cosas que no debía, pero se lo agradecía. Y de paso, una vez más, le agradecía abrirle los ojos. La mejor decisión que había tomado.

Despertó con las mismas ansias que el día anterior, un desespero creciente por verla una vez más, tenerla entre sus brazos y, ahora que podía, besarla sin cansancio. Se duchó, ordenó su habitación como todo adulto independiente y la llamó.

—Te gusta molestar desde temprano, ¿no? —le saludó con voz somnolienta, pero sintiendo las vibras de una sonrisa.

—Me gusta escuchar tu bella voz desde temprano, y no quise esperar a mañana —le dijo—, allá solo podré regañarte.

—¡Ja, inténtalo, cariño! —se burló.

—¿Lista para una nueva aventura? —sugirió emocionado.

—¿Quieres más?

Una suave carcajada terminada en un largo suspiro pausó la conversación, ninguna molestia para él, por el contrario, deleite auditivo escucharla reír.

—Bueno, déjame contarte un secreto, mi princesa —inició Derek con solemnidad en su voz—. Aparte de ególatra, pedante con complejo de dictador, soy bastante egoísta, aunque eso ya lo sabías, ¿no?

—Tú mismo lo has dicho, cariño.

—Bien, me alegro, porque seré egoísta contigo y no te compartiré con nadie, ve informándole a Matt y al que sea —le advirtió entre bromas.

—¿Pretendes monopolizarme acaso? —expresó con divertida incredulidad.

—¿Por qué no? Dije que te quería de por vida —reiteró sin dejar de lado esa tonta sonrisa—, lo siento mucho por ti, mi sentido pésame, pero tendrás que soportar al amargado de tu jefecito por mucho tiempo.

✅Esto es guerra, jefecito [DISPONIBLE EN AMAZON EDICIONES MOB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora