La rarita

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— ¡___! ¡___! ¡AQUÍ ESTOY! ¡VEN A MÍ! ¡VEN A MIS BRAZOS, CORAZONCITO! —Florence entraba de golpe a su nuevo departamento con los brazos abiertos y pidiendo por la pelinegra—. ¡___! ¡AQUÍ ESTOY! ¡VEN Y DEJAME ABRAZARTE! —lejos de cesar con el pedido de cariño, Florence lo aumentaba.

Eran pasadas las horas del mediodía y la sala del departamento estaba llena de todas las cajas que ellas mismas habían empacado, pero que una empresa se había encargado de trasladar.

— ¡FLORENCE! —Scarlett llegaba detrás de la chica con su mal humor de siempre, aumentado aún más porque en sus brazos cargaba una de las cajas con "objetos importantes" que no pensaba dejar que los de la mudanza maltrataran—. ¡DEJA DE LLAMAR A LA RARITA! —protestó—. Ni la conoces. Cuando veas el aspecto que tiene, no vas a querer abrazarla —afirmó, dejando la caja arriba de la mesita del comedor.

—Scar, no seas mala —la reprendió, sentándose en el piso para empezar a desempacar—. Tú sabes, y tu mamá ya te lo ha dicho, que por más que nosotras seamos ultra millonarias, no podemos despreciar al resto de los normales —explicó a su manera.

Uno de los primeros negocios de Olsen—Johansson Investments había sido un colegio de danza que había quedado a cargo de la bailarina. Actualmente era una de las cadenas más prestigiosas de esos estudios.

—Además, tú misma me contaste anoche que la persona que vivía aquí tenía cara de perrito —agregó.

—Sí, Florence, pero te dije que tenía cara de perrito aplastado por un camión que traslada tanques de guerra —la corrigió mientras trataba de llegar al refrigerador de la cocina, esquivando cajas.

—Pero un perrito, de todos modos —Florence se quedaba con lo que quería—. ¿Crees que sepa bailar, Scar? Porque si no, yo podría enseñarle... ¡YA SÉ! — ¡Plimp! Idea—. Podría hacer que fuera a mis clases —una idea no tan buena.

—No me hagas reír, Florence —Scarlett ya había llegado al refrigerador y lo estaba inspeccionando con detalle—. El único baile que se debe saber esa tipa es el del caballo que canta el chino idiota ese, y se lo debe haber aprendido de la cantidad de veces que seguramente un policía le ha ordenado que ponga sus manos al frente para poder esposarla. De paso, también deberían haber llevado preso a ese tipo por robar tanto tiempo con esa canción —no le alcanzaba el tiempo para quejarse.

—Pero, Scar...

— ¡DIOS! —el portazo al refrigerador demostraba la intensidad del carácter de Scarlett—. Ni una cerveza tiene éste cochino departamento —dijo—. Apuesto a que la rarita se emborracha en las noches con alcohol de cuarta. Deberíamos de tener el refrigerador con llave. Florence, ¿contaste las cajas como Lizzie pidió? —le preguntó la norteamericana a la chica con la cual mantenía una relación casual.

—Sip —Florence no dio más información y siguió sacando cosas.

— ¿Y? —Scarlett quería un número.

— ¿Y qué? ¿Crees que a _____ le quedará bien este tutú? —la chica alzaba un tutú rosado que parecía haber sido usado por alguno de los hipopótamos de Disney en la película Fantasía.

Justo cuando Scarlett estaba por insistir acerca del número de cajas, Lizzie aparecía en la puerta junto con el jefe de la mudanza a su lado.

— ¿Contaron las cajas? —preguntó sin indirectas y sin mirar a sus amigas, estaba más interesada en localizar el cuerpo de cierta pelinegra que no había podido sacar de su cabeza en toda la noche.

—No te preocupes —la calmó Scarlett—. – Al parecer la rarita no está. Estamos a salvo por ahora —agregó.

—Son 23 cajas, Lizzie —contestó la chica desde el piso.
—Están todas —dijo el hombre de la mudanza, respirando tranquilo. En cuanto la intimidante Lizzie le había exigido que subiera con ella para confirmar que hubiese llegado todo lo que ellas habían empacado, se había puesto nervioso.

No soy para ti - Elizabeth Olsen y tu (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora