Llego la pizza.

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Lizzie había decidido que era mejor que ella misma acompañara a _____ hasta el estacionamiento. No porque no confiaba en Aubrey, sino porque: primero, la mujer aún no salía del estupor de ver a la tatuadora desnuda y segundo, y no menos importante, si la castaña acompañaba a la pelinegra, de esa manera podía aprovechar el ascensor para repasar las partes de la boca que amaba de la otra chica y dejar que _____ esculcara su boca como ella quisiera, o podía aprovechar la poca luminosidad del parqueadero de autos para, apoyadas en el camioncito de helados, repasar el contorno de la pelinegra con sus propias manos y de paso, también podía dejar que _____ se desquitara jugando un rato con ella. Como sea, hicieron todo eso y un poco más. Toda la diversión terminó cuando el guardia del estacionamiento encendió el pitido que avisa la entrada de un nuevo auto y la castaña le dio un último y profundo beso a su chica para dejarla ir completamente malhumorada por su erección sin tratar.

La sonrisa que Lizzie portaba en su rostro a medida que caminaba por el edificio le dio qué sospechar a más de uno de sus propios empleados. La castaña no sabía si la miraban por eso o por su raro caminar, sea por lo que sea, Lizzie lo llevaba con orgullo, la sonrisa porque tenía una novia que la hacía enamorarse cada vez más y su caminar porque para ella era una medalla de honor, no cualquier recibe el exclusivo trato del rarón y vive para contarlo.

—Aubrey... —legó al escritorio de su secretaria

— ¿Se encuentra bien, señorita Olsen? —la mujer la miraba como una madre preocupada mira a su hijo.

Lizzie alzó una ceja y contestó: —. Estoy perfecta, Aubrey, gracias por preo—

— ¿Está segura? Porque, disculpe si me meto pero... es que... cómo decirlo... lo que vi es... es... es... —la preocupación de la mujer era evidente y no encontraba palabras.

—Aubrey —la frenó Lizzie—. Estoy muy bien. Agradezco tu preocupación, de todas maneras —tampoco había tanta confianza entre ellas—. ¿Terminaste con tus tareas? —le preguntó.

—Por supuesto, señorita Olsen —le aseguró orgullosa de su propio trabajo—. Ya limpié su agenda de hoy como usted me ordenó y todos los asuntos urgentes ya están solucionados —informó

—Perfecto —dijo Lizzie—. Da el aviso a todos los empleados entonces, tienen el resto del día libre y después de eso puedes retirarte, muchas gracias por todo, Aubrey —le dijo a su empleada—. ¿Algún problema? —la mujer se le había quedado mirando como si de su boca escupiera fuego.

— Disculpe, pero... ¿me podría repetir lo que acaba de decir, señorita Olsen? —pidió con respeto la mujer

—Aubrey —Lizzie se resignó—. No has escuchado mal ni nada por el estilo. No tengo la cabeza en el lugar correcto para trabajar esta tarde —la cara de pícara de Aubrey lo dijo todo—. ¡Exacto! —Lizzie le adivinó el pensamiento—. Ya sabes dónde está mi cabeza y por eso si yo no trabajo, no puedo obligar a mis empleados a hacerlo también, por lo tanto tendrán la tarde libre, no pasa nada si en una tarde no trabajamos —anunció, retirándose a su oficina—. Hazte cargo, por favor —ordenó suavemente.

Aubrey miró el teléfono sabiendo que le esperaba una difícil tarea de convencer a los empleados de que lo que decía no era una broma.

En cuanto Lizzie entró a su oficina, se encontró con la mirada de Scarlett sobre ella. La norteamericana estaba sentada sobre el escritorio y la miraba seriamente y de brazos cruzados. Lizzie le respondió mirándola con la misma seriedad. Scarlett fue la primera en quebrarse cuando de su boca salió una mueca de burla y le abrió los brazos a su amiga.

—Scar... —Lizzie corrió a los brazos de su amiga y se fundieron en un fuerte y acogedor abrazo de esos que compartían en verdaderos momentos de necesidad y que Lizzie solo recordaba haber compartido con Scarlett cinco de ellos.
Uno cuando ganaron su primer campeonato nacional de porristas, otro cuando Scarlett le confesó a Lizzie su homosexualidad, un tercero cuando Florence le dijo a Scarlett que estaba enamorada de Michael, el penúltimo cuando Lizzie y ella se abrazaron luego del test de embarazo negativo que la ex rubia se tuvo que hacer porque pensaba que estaba embarazada de Robbie y el quinto y último hace unos días luego de que Florence anunciara su noviazgo con Zach. Este era el sexto en casi veinte cinco años de amistad.

No soy para ti - Elizabeth Olsen y tu (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora