Que sea lo que Dios quiera.

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— ¿Margaret? —la pelinegra no había cambiado su cara de confundida desde que Hailee entró a su departamento. No paraba de mirar a ambas mujeres y de moverse de forma nerviosa. Su cabeza y su cuerpo tenían una terrible necesidad de que Lizzie estuviera a su lado.

—Hola, hi—hola, _____ —saludó la mujer, tratando con cuidado a la persona que tenía frente a ella.

_____ se alejó varios pasos y Margaret sintió como la mano de la joyera iba a su espalda para darle fuerzas. La pelinegra mayor agitó la cabeza en señal de que estaba bien. Entre las charlas con su marido, las charlas con las mellizas, los señores Olsen y todos lo que tenían algo que ver en la vida de _____, Margaret había aprendido que alrededor de su hija se tenía que mover como si caminara sobre vidrio; con sumo cuidado.

— ¿Qué... qué... que haces aquí? —_____ aún no relacionaba el favor que tenía que hacerle a Hailee con la presencia de su madre ahí—. ¿Por qué la trajiste? ¿Por qué...? —no podía evitar sentirse un poco enojada con su amiga.

Hailee y Margaret se miraron y fue la joyera la que tomó la palabra.

—Tu madre... —la pelinegra apretó sus labios y la elegante mujer se apuró en corregirse—. Margaret estaba trabajando en la empresa cuando mi padre entró para obligarme a ir a esa fiesta. Escuchó nuestra pelea sin querer y la terminé de usar como terapeuta para contarle la situación. Ella misma se ofreció a cuidar a las niñas —resumió los hechos ocurridos en Tiffany & Co.

Ante el silencio y la cara de preocupación y confusión de su hija, Margaret decidió hablar.

—Sé que probablemente no te guste mucho la idea, pero yo amo a esas tres niñas. Dos son mis nietas y la otra es casi como si lo fuera, las voy a cuidar mejor que a mí misma —agregó con seguridad.

_____ agitó la cabeza de forma negativa. Eran sus hijas y su sobrina, ellas las iba a cuidar.

—Por favor, _____ —Hailee insistió, mostrándole el conjunto—. Estoy desesperada —la voz le salía como un chillido.

—Lizzie... quiero hablar con Lizzie... —_____ necesitaba que su novia le dijera que todo iba a estar bien.

Esta vez fue Margaret la que tomço su celular e intentó llamar a la empresaria. Sabía que si alguien podía quitarle la cara de pánico y de sufrimiento a _____ era su nuera.

—Lo siento —se disculpó, cerrando la llamada—. No contesta.

—La señorita Scarlett tampoco —Hailee había intentado por otro lado.

—Entonces es mejor que me qued—

—_____ —dijeron las dos mujeres al mismo tiempo. Hailee le hizo un gesto a Margaret, cediéndole la palabra—. Si no quieres ir con Hailee está bien —la madre de la pelinegra no hizo caso al quejido de protesta de la joyera—. Pero si ese es el caso, te pido que me dejes quedarme aquí contigo hasta que Lizzie regrese. Puedo ayudarte a cuidar a mis nietas —no iba a obligar a su hija a ir a una fiesta a la que claramente no quería asistir, pero al menos iba a intentar pasar tiempo con ella. Cualquier minuto que le concediera iba a ser bien recibido.

—Escuchen —Hailee volvió a tomar la palabra y logró que la mirada de la rubia se concentrara en ella—. Margaret, sé que tienes miedo de que _____ se sienta incomoda en este lugar, pero prometo —miró a _____—que no me voy a separar de tu lado y que en cuanto quieras irte, nos iremos —dijo con total sinceridad—. Pero de verdad te necesito a mi lado, _____. Necesito que me des la fuerza que solo una amiga puede dar. Eres la única persona que nunca ha esperado nada de mí —la pelinegra iba aflojándose con cada palabra—. Por favor, _____... por favor —eran las últimas suplicas que iban a salir de la boca de Hailee.
La tatuadora miró a su amiga y después a su madre, luego volvió a su amiga y se enfocó en su cara de desesperada. Por último regresó la vista a su madre y allí la dejó para pensar por unos momentos. Sin decir nada, caminó hasta la mesita donde había una hoja escrita.

No soy para ti - Elizabeth Olsen y tu (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora