Wiwi.

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En el living de la casa de los Olsen.

— ¿Qué pasó? ¿Cómo estás? ¿Dónde está _____? ¿Y Maddie? ¿Cómo te fue en la playa, cariño? ¿Te divertiste? ¿Quieres comer algo? —estás fueron tan solo unas de las tantas preguntas que Lizzie le entendió a su madre en cuanto Leah y ella entraron en la casa. Unas iban dirigidas a la rubia y otras a la pequeña que llevaba en sus brazos. Lizzie las distinguió por el tono que usó su madre para las de ella; un tono inquisidor, mientras que las preguntas hacia Leah iban con toda la dulzura posible.

Lizzie giró los ojos ante la locura de Jarnett.

—Estoy bien, mamá. Tengo mucho en mi cabeza, pero estoy bien —aseguró—. _____ y Maddie están juntas —contestó, bajando a Leah para que la pequeña fuera a saludar a los recientes hospedados en la casa Olsen.

Al parecer, ya todos estaban más tranquilos y con la llegada de Izan los grupos se habían dividido y las conversaciones eran variadas y con un aire más ligero.

— ¿Las dejaste solas? —preguntó Jarnett, sorprendida.

—Sí, madre —no necesitaba que Jarnett le recordara las ganas que tenía de estar espiando esa interacción—. Me cuesta —confesó—, pero _____ tiene que encontrarse con su hija y Maddie con su madre —afirmó con seguridad y caminó hasta donde Scarlett ya estaba lista para la cita con su impecable vestido negro y su cabello alisado.

La norteamericana hablaba con Margaret, Izan y David en lo que parecía una animada conversación y Lizzie estaba segura de que sea lo que sea que estuvieran hablando, al menos la iban a alejar de la mirada inquisidora de su madre e iba a hacer que su mente saliera al menos un poco de la playa.

—Estás preciosa, Scar —la felicitó Lizzie.

—Lo sé, Liz —admitió su socia con poca humildad—, pero escucha esto... —señaló a Izan— te vas a morir cuando te enteres. Empieza a hablar viejito número dos —David y el padre de _____ giraron los ojos.

—Buenas tardes, Lizzie —el hombre pasó de la orden de Scarlett y priorizó la educación saludando a la que aún era novia de su hija antes que nada—. Tengo entendido que recibiste una pequeña sorpresa, ¿es así? —lo decía por Maddie. Lizzie asintió con una sonrisa—. Y también tengo entendido que mi hija dejó la famosa semilla en tu vientre...

— ¡Oh por Dios! —Scarlett no evitó la carcajada—. ¿La semilla? ¿En serio? —miró a Izan—. Ya tenemos una monja que se encarga de decir esas estupideces así que tú lo tienes que decir tal cual es, viejito número dos. ¡Tu hija preñó a Lizzie! ¿Escuchaste? —entre adultos la norteamericana no se controlaba—. Tú hija y su inmenso rarón le llenaron la cocina de humo a mi amiga y—

—Scarlett, hija mía —la hermana Ana aparecía en la conversación, silenciando a la joven norteamericana—. ¿Qué es lo que te ha hecho alejarte del rebaño de Dios? ¿Con qué pecado te has dejado tentar por Satán? —la mujer se persignó.

Scarlett abrió los ojos grandes—. Eh, eh... hermana, no es lo que...

—Hija mía, voy a rezar por ti y cuando volvamos le voy a pedir al padre que te exorcice —concluyó la monja—. Mientras tanto sería bueno que rezaras cincuenta padres nuestro y cincuenta ave maría, hija. ¡Tenemos que sacarte de ese mal camino! —la monja dio media vuelta y dejó el grupo.

—No te preocupes, Scar —Lizzie vio la cara de su amiga y le palmó la espalda—. Poco va a tardar la hermana en darse cuenta que tú del mal camino no sales ni porque te bañes en agua bendita —todos se rieron.

—Yo que tú me cuidaría de las bromitas, rubia culona —le advirtió su socia—. No querrás que cuente frente a tus suegros lo que tú y cierta rarita han estado haciendo en la cocina, o en tu oficina... o bueno, también en cierto callejón cercano al...

No soy para ti - Elizabeth Olsen y tu (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora