Una llega y otra se va.

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Un mes después.

Departamento de Lizzie.

Sábado por la noche.

— ¿Entonces hoy no sales con Colin? —Florence cuestionaba a Scarlett mientras ambas llegaban al departamento con comida para cenar dispuestas a unirse a Lizzie en una relajada velada de amigas.

Scarlett agitó su cabeza y trató de calmar sus respiraciones cuando vio la enorme sonrisa de Florence por su respuesta.

—Dijimos que hoy era noche de chicas, ¿no? Tengo ganas de estar con mis dos mejores amigas, charlar sobre lo que sea, comer y ver películas —aseguró—. Además, Colin está de viaje —mintió.

Colin no estaba de viaje, pero la misma norteamericana se había ocupado de que el chico entendiera que ahora Scarlett estaba demasiado ocupada para cumplir con sus deberes de novia, ahora Scarlett estaba trabajando en recomponer su relación con Florence. Por supuesto que eso no era lo que Scarlett le decía a su novio, las excusas que llegaban al oído del muchacho eran de diversas temáticas; desde dolores de cabeza hasta ciclos menstruales, el caso es que siempre algo se interponía en su juntadas. Desde su enfrentamiento con Zach, se había prometido que ella no iba a ser nunca más la causa de las lágrimas de Florence y que, por el contrario, iba a trabajar duro para que la rubia se convirtiera en la misma felicidad andante que era antes de que el tatuador apareciera. Sin embargo, para todo eso se tenía que quitar a su novio de encima, y, de hecho, lo hacía, pero con mentiras diferentes que se le estaban agotando por cada día que pasaba lejos del muchacho.

Al principio pensó que se estaba metiendo en un lio terrible, Colin estaba prácticamente a un llamado de distancia de su madre, pero el primer viernes por la noche que sintió a Florence llegar a su dormitorio con la excusa de no poder dormirse para después abrazarse a ella, pensó que todo valía la pena. Y esa noche no iba a ser una excepción, había esquivado la invitación de su novio para algún evento social poco interesante y si tenía suerte iba a poder tener a la bailarina acurrucada en sus brazos nuevamente como ya casi todas las noches que ambas se quedaban mirando televisión, charlando o simplemente viendo la gran vista que les ofrecía el ventanal del departamento.

—Me encanta ese plan, Scar —dijo Florence sinceramente mientras dejaba un beso en la mejilla de la sonrojada norteamericana.

—- ¿Tienes tu llave? —preguntó Scarlett—. Aún tenemos que sacar al idiota de Boyd del departamento.

El chico pasaba casi todos los fines de semana revoloteando alrededor de Lizzie y tratando de que algunos de sus métodos de apareamiento, muy precarios si le preguntaban a Scarlett, funcionaran.

Florence alzo en su mano la pequeña llavecita dorada que colgaba de un llavero enorme de pato que le había regalado Scarlett en alguna ocasión y la puso en la cerradura para luego empujar la puerta.

— ¡Lizzie, noche de chicas! ¡Trajimos comida! ¡Trajimos tu pref—!

No alcanzaron a llegar a la sala cuando tuvieron que frenarse ante la imagen de su amiga acostada en el sillón blanco con Boyd sobre ella. Los dos tenían aún la ropa puesta, pero por las manos del chico parecía querer ir por mucho más.

Scarlett se adelantó y enfrentó al muchacho.

— ¿Qué demonios crees qué haces? —preguntó.

— ¿Qué piensas que estoy tratando de hacer? —contestó el chico, levantándose del sillón de muy mala gana.

Scarlett miró a una sonrojada Lizzie que esquivaba las miradas de sus amigas mientras se alejaba del muchacho, acomodándose la ropa.
— ¿En serio, Liz? ¿En serio? ¿Cuál es tu problema? ¿Piensas que vas a cambiar a la rarita por este estúpido? ¿De verdad? —indagó.

No soy para ti - Elizabeth Olsen y tu (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora