El vampiro y el amor 2

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Narra Alucard

Hoy es un bello día, no se dé donde demonios saque este positivismo, ¡pero agradezco tenerlo! Voy a ver a la que será mi futura esposa, aunque ella no lo sepa.

Me levanté de mi cama, me arreglé como de costumbre y salí de esa maldita y desolada mansión para buscar a mi bella Alice, iba caminando por las calles hasta qué...

—Perdón señor, en serio no era mi intenci... ¿Al?

—¿Alice, querida?

—¿Qué haces aquí?

—Es lo que yo te iba a preguntar cariño.

—Pues yo iba de camino a mi trabajo, ¿y tú?

—Pues solo doy un paseo matutino.

—Oh, ya, bueno, ya no te molesto, me tengo que ir.

—Si quieres puedo acompañarte, no tengo nada que hacer después de todo.

—¿seguro?

—Más que seguro, querida.

Y de esa forma acompañé a la bella dama enfrente de mí a su trabajo, en el camino estuvimos hablando sobre nuestros gustos, sobre el clima tan gris de Londres, sobre como nos gustaría ver el sol en esta ciudad tan gris... aun recuerdo las palabras sobre ese idiota antes de que nos fuéramos por caminos diferentes... "¡Les aseguro que encontraran el amor y cuando lo hagan, sabrán amar a la humanidad de la misma manera que yo lo hago!".

Recuerdo que su parte celestial y yo su parte monstruosa no estuvimos de acuerdo con su pensar, era estúpido, amar a la humanidad, como si se merecieran amor... eso fue lo que pensé... y hasta la fecha sigo con mi postura, pero, he de admitir que algunos si se merecen tu cariño... ¿Era eso tal vez lo que quiso decir?. Otra vez estaba divagando en mis pensamientos y me di cuenta cuando vi como Alice se me quedaba viendo extrañada.

—¿Todo bien Al?

—Si todo bien... solo que últimamente he estado divagando en algo que me dijo un conocido hacía tiempo.

—oh, ¿y qué te dijo?

—Que un día encontraría el amor, y cuando lo hiciera no me volvería a sentir solo.

—Qué bellas palabras, de seguro, ya encontraste a la indicada o indicado, uno ya no sabe en estos tiempos, ja, ja, ja.

—ja, ja, ja. Si ya lo hice, solo que aún no estoy seguro para decirle lo que siento.

—Estoy seguro de que te corresponda

—¿Segura?

—Más que segura, pongo mi fe en ello.

—Gracias, querida.

—No hay de que, para eso, estamos los amigos, ¿No?

¿Qué fue esa punzada que sentí? ¿Por qué siento que arde mi pecho?

—Sí, para eso están los amigos.

¿Acaso puso una cara de tristeza? ¿O solo es una manera mía para darme esperanzas para tener algo con ella?...

—Bueno, tal parece que ya llegamos a mi trabajo y justo a tiempo.

Dolor, Amor y Lujuria en el AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora