Cicatrices del pasado

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Narra Alastor


Oscuridad, tan vacía... tan lúgubre para algunos, aunque... para mí es mi zona de descanso.


Muchos temerían estar aquí, otros ni siquiera piensan en ello... ja, ja, ja, es divertido, el saber que estoy en el limbo, entre lo vivo y lo muerto... aunque en este caso sería lo doble muerto.

—Así que... Estoy medio doble muerto, ¿eh? Ja, ja, ja... qué divertido. —Sin duda lo es, después de todo no es la primera vez que me encuentro aquí, y supongo no será la última...

—Mientras tú te ríes por tu desafortunada situación, tu amada y tus... ¿Hijas?... están muy preocupadas por ti. —Y llego el golpe de realidad que necesitaba para preocuparme de mi suceso...

—Sí, supongo que han de estar muy asustadas por mi posible perecer... pero, que se supone que deba hacer, ¿Mi querida hermana? —De inmediato puso una cara de molestia, sabiendo claramente por donde iba.

—Solo cuando te conviene te acuerdas que somos hermanos, pero cuando no sales con tu típico, "como estás querida muerte" —Tuve un ligero tic en el ojo por aquella burla hacía mi persona, pero lo intenté pasar al ser mi familiar.

—Bueno, no sería así contigo si no fuera por el hecho que a cada rato me quieres matar con tu guadaña, absorbe almas... —Le incrimine, ella solo mira a otro lado, fingiendo como si no hubiese escuchado nada, yo solo me moleste más por dicha acción por parte de mi hermana.

—Bueno, dejando de lado el hecho que me tiras de loco... ah, espera, ya estoy loco, ¡ja, ja, ja!... —Se me quedo mirando como un bicho raro, a lo que yo ensanche mi sonrisa, fue entretenido ver el temor que tenía.

—Si te preguntas por qué estás aquí... querido hermano... Es debido a que, debes revivir tus antiguos miedos — Al escuchar eso, se borró de inmediato mi sonrisa, haciendo que retrocediese, alejándome de mi hermana lentamente.

Ella al saber mis intenciones chasqueo los dedos, encadenándome, en ese preciso momento maldecía las condiciones en las cuales me encontraba, intentando librarme de las cadenas, sin éxito alguno.


—Lo siento hermano, pero sabes que ese es el precio a pagar para volver a la vida en tu cuerpo original... si quieres puedo acompañarte para que no cargues tú solo con tu sufrir. —Le mire a los ojos, suplicándole que no me hiciese vivir aquellos viejos recuerdos... aunque al final termine cediendo y aceptando la propuesta de mi hermana.

—De acuerdo... entonces empecemos. — Una vez dijo dichas palabras nos transportamos a un escenario muy familiar para ambos, estábamos en una habitación donde una mujer de piel mulata y cabellos castaños pujaba para dar a luz a dos entes, mientras era ayudada por una de sus sirvientas...

—Madre... —Dijimos al unísono, recordando aquel momento en que nos dio a luz, aquel día en el cual comenzó nuestra vida de desdicha... de desolación...

La mujer seguía pujando dando luz al primer hijo, un ser brillante con piel castaña y ojos dorados... Posteriormente, dio luz a su segundo hijo, una niña con piel blanquecina y ojos negros, estábamos presenciando nuestro nacimiento.

—Tú, mi pequeño, te llamaras Yoliztli, y tú, mi pequeña, te llamaras Casandra. Ambos harán grandes cosas, de eso estoy segura... — Mire a mi hermana, está al parecer parecía dolida, ya que nunca logramos ser lo que deseamos... fuimos obligados a tomar roles que no queríamos, que nuestra madre no quería que tomáramos...


—Quien diría que terminaríamos así... ¿Eh? — Dije mientras suspiraba, como si estuviese soltando un poco de todo ese peso con el que he cargado.

—A veces me pregunto si nuestra madre sabía de antemano en lo que nos convertiríamos...

—No lo sé, mi querida hermana... murió mucho antes de que lo supiésemos... — Y como si fuese obra de la desgracia, cambiamos de escenario, ahora nos encontrábamos en un salón grande y extravagante, en dicho lugar se encontraban dos jóvenes jugando mientras su madre los miraba con devoción.

Dolor, Amor y Lujuria en el AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora