Capítulo 5: Daga y espada

2.1K 264 171
                                    

Peter agachó la cabeza, esquivando la espada de Garfio, que casi lo alcanza.

—¡Eh! ¿Podrías estarte quieto? —protestó—. Terminarás haciendo daño a alguien.

El pirata seguía apartando las plantas a base de espadazos. Desde luego la tierra no era su elemento.

—Vaya, me has descubierto —bromeó.

Peter soltó un bufido.

Era divertido molestar a Garfio de vez en cuando, pero aguantarlo todo el día, siempre quejándose por todo, era insufrible. Parecía ser incapaz de sonreír a no ser que fuera con burla o condescendencia. Viajar con él era un suplicio, y llevaban menos de una semana.

—¿Seguro que sabes por donde vas, Pan? —cuestionó el pirata de nuevo—. Llevamos caminando días por la selva. Si no me alejo de ti al menos diez metros, me desesperaré.

Viajaban alejados de los senderos para no llamar la atención, así que se movían entre las plantas. Como Peter era el guía, no podían alejarse mucho porque no se verían y podrían perderse.

Aquello tampoco estaba siendo un camino de rosas para Garfio. El muchacho parecía no saber mantener la boca cerrada. Siempre estaba con sus bromitas, preguntas, y comentarios obscenos. Era como si todo aquello fuese solo un juego para él. Pero para Garfio, era algo personal.

—A mí se me ocurren otras formas de calmar tus nervios, y no es precisamente alejándome.

—¡Por Dios! —Garfio se detuvo—. ¿Es que no sabes estar callado?

—¡Tú me has preguntado!

—¡Pero solo respondes tonterías! ¡Ag! Eres insufrible.

—¿Y me lo dices tú? ¡Eres un muermo! Viajar contigo es un suplicio.

Garfio rio con ironía.

—¿Y crees que tú eres mejor? Mi cabeza explotará cómo no te calles por al menos cinco minutos.

—Yo no tengo la culpa de que de tu boca solo salgan gruñidos e insultos. ¡Estás amargado!

—Eres tan infantil... No me extraña que estés tan solo.

Peter fingió indiferencia ante aquel comentario, aunque en el fondo le hubiera dolido.

—Si tanto te molesto, pues... ¡piérdete! A ver cuanto duras por tu cuenta.

Peter habló enfurruñado como un niño pequeño, y se marchó por otro lado, dejando a Garfio solo.

—¡Está bien, niño demonio! ¡Qué te jodan! ¡Pero no vengas llorando cuando Barbanegra te alcance! —Lo último pareció ir más para sí mismo. Debía reconocerlo, sin Peter, estaba jodido, pero jamás lo diría en voz alta.

Garfio soltó un gruñido y retomó la marcha, ¿hacia dónde? Ni él lo sabía. Solo caminó hacia delante.

Peter se fue en otra dirección, haciendo un berrinche digno de un crío.

—¡Es tan idiota! Él sí que está solo, ¡no lo aguanta nadie! —protestó, pateando una piedra por el suelo. Campanilla le contestó, revoloteando a su lado—. No voy a volver. Ya vendrá él rogándome... ¡Ja! Ni siquiera sabrá salir de la selva, se pasará el día dando vueltas en círculos. —Se cruzó de brazos—. Se lo tiene bien merecido —murmuró.

Campanilla soltó un suspiro, exasperada. Cuando a Peter le daba uno de sus berrinches, no había quien lo aguantara. Volvió a tratar de convencerlo de que regresara con Garfio. Por mucho que ella también lo detestara, sabía que necesitaban su ayuda.

—¡Ni hablar! ¡Antes me corto una mano! Si quiere algo, que venga él. —Se sentó en el suelo con las piernas entrelazadas y los brazos cruzados, esquivando la mirada del hada.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora