Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]

Capítulo 8: Detrás de la verdad

Pasaron varias horas desde que Peter salió de la cueva. Grafio se mantuvo en el interior, negándose a hacerle frente. No conseguía asimilar lo que había pasado. Había besado a Peter. No. Peter lo había besado a él. Pero no lo había rechazado, al contrario, le había correspondido. ¡¿Por qué?! «¡¿En qué pensabas, Garfio?!» grito en su cabeza. Tal vez fue orgullo, arrogancia o... consecuencia de aquel húmedo sueño. Pero había besado a Peter Pan. Se había deleitado con el sabor de su lengua, danzando junto a la suya. Había tocado su piel desnuda y empapada, y había exigido más cercanía. Había fantaseado, por un mísero segundo, con hacer suyo a Peter.

—¿En qué pensabas, Garfio? —se repitió nuevamente, esta vez en voz alta. Claramente, no pensaba en nada. Y tal vez ese era el problema, que dejó de pensar.

Peter siempre había sido su mayor tormento. Su enemigo. Era la razón por la que despertaba amargado por las mañanas, y se acostaba con un irritante dolor de cabeza en las noches. Lo odiaba. Siempre había sido así desde que se conocieron. Aunque no recordaba cuándo fue eso.

Soltó un sonoro quejido y se llevó las manos a la cabeza.

—Te odio, niño demonio —siseó, irritado.

Cada vez estaba más convencido de que Peter tenía algún extraño poder de atracción. Sabía que poseía unos poderes que aún no le había mostrado (al margen de su vuelo), no sería de extrañar que uno de ellos fuera el de seducción, o algún tipo de control mental.

De repente algo pasó por su cabeza. Aquellas hondas que Peter provocaba; esas que había utilizado contra los piratas de Barbanegra y los cocodrilos; esa clase de poder... ¿Por qué nunca lo había utilizado antes? Había escuchado el rumor sobre la extraña magia que manejaba, esa que tenía a la isla a sus pies, pero creyó que eran un invento de la tribu, o cuentos falsos creados por los Niños Perdidos para infundir temor. Porque de ser reales, ¿por qué nunca los usó contra él? Era su mayor enemigo, la persona que más odiaba en el mundo. ¿Por qué nunca lo atacó con su magia?

Siempre creyó que la habilidad de Peter para volar era cosa de las hadas. Pero, tal vez, la afinidad de las hadas por él, tenía que ver con su propia magia, una que Peter poseía y ellas no. ¿Por qué si no se aliarían con nadie?

La cabeza de Garfio comenzó a dar vueltas. Al final debía admitir, que había muchas cosas de Peter y la isla que desconocía. ¿Las hadas tenían un arma que pudiera hacer frente a Barbanegra? ¿Peter sabía lo que era? ¿Realmente lo necesitaba o había algo más detrás de todo esto?

Garfio comenzaba a darse cuenta de que tal vez se encontraba envuelto en una treta, en un plan cruel y astuto de Peter Pan. «Juega conmigo», se recordó, aún sin saber en qué momento se había metido en aquel juego.

Por su parte, Peter se mantuvo sentado entre unas rocas, alejado de la cueva, incapaz de imaginar siquiera cómo encarar a Garfio cuando lo viera.

«He besado a Garfio» —se repetía una y otra vez en su cabeza, sin poder creerlo—. «¿Por qué me ha correspondido?».

En verdad no esperaba que lo hiciera. Aunque en realidad no esperaba nada de esto. Aquel beso fue... extraño. Los labios de Garfio se sentían suaves. El roce de sus lenguas, caliente. Sus manos lo agarraron y, por primera vez, no quiso que lo soltara. Fue un instante en el que su mente se nubló, olvidando quienes eran y donde se encontraban, solo disfrutando de aquel placentero contacto.

Peter deslizó los dedos por sus labios y luego descendieron por su pecho, con la imagen de Garfio besándolo en su mente. Su mano llegó al pantalón, y por un segundo rememoró como su miembro se endurecía, y su piel ardía. Cómo su respiración se aceleraba por la cercanía del pirata, y contuvo un gemido cuando este lo acercó y sintió su erección apegarse a la suya, que aún estaba creciendo. Gimió, volviendo a excitarse, cuando su mano palpó su entrepierna por encima de la ropa. Subió y bajó la mano un par de veces, deleitándose con la sensación de la fricción sobre su miembro.