Capítulo 16: Daño de presente y pasado

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Peter tardó un rato en regresar, demasiado aturdido por lo que había pasado. Cuando al fin lo asimilo, sonrió ampliamente.

«Así que este va a ser tu juego» —se dijo satisfecho—. «Adoro los juegos».

Volvió dispuesto a actuar como si nada hubiera pasado, como si realmente no le hubiera importado, mostrando esa carencia de vergüenza que lo caracterizaba. Pero en cuanto salió de entre los árboles del bosque, los soldados de la reina lo interceptaron. Más concretamente Tana, la capitana, qué sonreía tratando de mostrar superioridad.

«Un día te arrancaré las alas como a un bicho» pensó Peter, casi como una promesa.

—La reina me envía para avisarte de que mañana a primera hora comenzarás con las pruebas —le comunicó, disfrutando más de sus palabras de lo que debería—. Yo misma iré a buscarte.

—Pensé que la capitana del ejército de las hadas dirigía a sus soldados, no ejercía como niñera y una cutre mensajera.

La mujer enfureció, casi parecía que le saldría fuego de las orejas por la rabia. Odiaba a Peter, eso estaba claro. O tal vez, simplemente buscaba la atención de su reina, atención que Peter siempre acaparaba, y eso la carcomía por dentro.

Se acercó a él, amenazante.

—Voy a disfrutar de esto —se regodeó—. Hasta mañana, Pan.

Peter contuvo las ganas de hacerla salir disparada más allá de la isla. En aquel momento no le serviría de nada. Fue hacia la tienda algo inquieto. Las pruebas eran la razón por la que terminó huyendo de las hadas, pero también por la que se enfrentó a ellas. Si se había encarado con la reina, podría hacerlo con cualquiera.

«Nadie conseguirá doblegarme» se repitió, casi como una orden para sí mismo.

Al entrar en la tienda, Garfio sonrió con algo de gracia, aun sintiéndose victorioso tras lo ocurrido. Aunque una parte de él estaba algo avergonzado por lo que había hecho, o más bien por a quien se lo había hecho.

«Le he chupado la...», ni su mente quería terminar la frase. Lo peor era que le había gustado hacerlo. Se había puesto cachando. Hasta el punto de agradecer que Peter no lo siguiera y poder así aliviarse él solo.

—Hola, Pan —lo saludó, tratando de parecer burlón—. ¿Dónde andabas?

—Quería darte intimidad para que te la menearas un rato. ¿Ya estás satisfecho?

Peter se dejó caer sobre su cama (que no era más que unas mantas echadas en el suelo), y sonrió victorioso. Garfio sintió la cara arder por un momento y sacudió la cabeza, irritado.

—Capullo —masculló avergonzado.

—Te ha faltado el «te odio».

—Te odio con lo más profundo de mi negro y frío corazón.

—Antes no te veías muy frío.

—Es que tú desprendías demasiado calor. ¿Sabes? Se te veía muy satisfecho.

—Podríamos abrir un debate eterno sobre quien lo estaba disfrutando más.

Ambos sonrieron con prepotencia.

—Y probablemente la sentencia por tu parte sería repetirlo.

Peter puso las manos tras su cabeza y alzó los hombros.

—¿Ya quieres la revancha? —preguntó sin mirarlo.

—Ni de coña.

La sonrisa de Peter se ensanchó.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora