Capítulo 22: ¿Y si fuera...?

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Peter se encontraba tumbado sobre el pecho de Garfio, disfrutando de las suaves caricias que iban desde el cabello a su espalda. El corazón del pirata se escuchaba tranquilo, y su cuerpo se sentía cálido, confortante. Se mantuvieron en silencio por un rato, sin pensar en nada concreto, solo disfrutando aquel bello momento.

—Acabo de darme cuenta de algo —dijo Garfio de repente—. Creo que hemos traumatizado a las hadas.

Peter estalló en carcajadas.

—Desde luego, yo si fuera ellas me habría quedado a ver el espectáculo —contestó, haciendo reír a Garfio.

El pirata acarició su mejilla y besó sus labios de nuevo. Ambos podían jurar que nunca nadie los había besado así, con tanta delicadeza y cariño. Era una sensación tan extraña como placentera, como ese ligero dolor de estómago que te provocan los nervios y la ilusión.

Se rodeaban con los brazos, entre besos cortos por la cara, caricias suaves en el cuerpo, miradas cómplices, y largos y lentos besos en los labios, que derretían sus corazones por completo. Se encontraban perdidos en aquel momento, atrapados en una genuina felicidad que, probablemente, no habían experimentado nunca.

Sentían calma. Y para ellos, eso era algo muy extraño.

—¿Las hadas no regresan hasta mañana? —preguntó Garfio.

Peter negó con la cabeza.

—No. Tienen eventos por el inicio de la primavera. Probablemente, no vuelvan hasta mañana.

—Nunca pensé que el equinoccio pudiera ser algo tan...

—¿Bonito? —Garfio no contestó—. Bueno, la primavera es el renacer de la vida. Supongo que eso es bonito.

«No creo que haya sido por la primavera» pensó el pirata, pero no fue capaz de decirlo en voz alta, solo de besarlo de nuevo y apegarse más a su cuerpo.

Si algo tenía claro Garfio en aquel momento, era que jamás se había sentido tan relajado, tan contento, con ganas de aprovechar el día. A pesar de las circunstancias, se sentía más seguro que nunca. Quería permanecer en aquel momento todo lo que le fuera posible.


Tras un rato de arrumacos sobre la hierba, se vistieron y se dirigieron a la tienda para tomar ropa de cambio e ir al lago a bañarse. Peter se desnudó rápido y se metió al agua, bajo la atenta mirada de Garfio, analizando cada gota que recorría su cuerpo, cuando emergió completamente mojado.

—¿Celoso? —preguntó Peter.

—¿Del agua?

—Ella me está tocando, tú no.

Garfio sonrió y se quitó la ropa, para meterse. Se acercó a Peter y lo rodeó con los brazos, casi reclamándolo como suyo.

—¿Esto es lo que quieres? ¿Qué compartamos baños en el lago mientras beso todo tu cuerpo?

Peter sonrió con satisfacción.

—Y es también lo que quieres tú —afirmó.

Garfio lo besó de nuevo y, como dijo, comenzó a besar su cuello, bajando por su hombro, mientras su mano se deslizaba hacia abajo. Agarró su pierna y la flexionó, obligándole a ser sostenido por él para no caerse. Peter se aferró al pirata, mientras este mordía su cuello, apegándose demasiado a su cuerpo. Cuando un gemido escapó de sus labios sin poder evitarlo, excitado por la fricción del miembro de Garfio contra el suyo, se apartó un poco para besarlo. Enredo las piernas en su cintura e introdujo la lengua en su boca, profundizando el beso y exigiendo más.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora