Capítulo 6: La ciénaga de los cocodrilos

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El tiempo en Nunca Jamás pasaba de una manera extraña, o así lo percibían los que allí vivían. Peter y Garfio prosiguieron la marcha con normalidad, lo cual para ellos implicaba: insultos, burlas, y decirse «te odio» y «no te soporto», cada dos frases.

—¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde que comenzamos? —preguntó Peter—. ¿Una? ¿Dos semanas?

—¡Un mes! —exclamó Garfio, frustrado—. Llevamos juntos un mes. Lo he estado contando.

—Ow, eso es muy romántico, cariño.

El pirata bufó, exasperado. «Voy a matarlo» pensó por quinta vez en toda la mañana.

—Los días contigo se hacen eternos. Siento como si hubiera pasado un año y no hemos avanzado nada. —El suelo se encontraba encharcado y lleno de barro, por lo que caminaban con algo de dificultad—. ¡Ag! ¿Por qué está todo tan mojado?

—Porque nos acercamos a la ciénaga.

—¿La ciénaga?

—Sí. Hay que pasar el claro de lodo, y luego atravesar la laguna.

—¿Qué laguna?

—La de los cocodrilos.

Garfio se detuvo de golpe.

—¿Cómo has dicho?

—Que tenemos que atravesar la laguna de los cocodrilos —repitió Peter, como si no fuera la gran cosa.

—¿Me estás jodiendo?

Peter sonrió, pícaro.

—Eso cuando atravesemos la laguna, si quieres.

Peter se adelantó y Garfio lo frenó, agarrándolo del brazo.

—¿Por dónde narices me estás llevando? —preguntó, molesto.

Peter suspiró, cansado de las mismas preguntas de siempre.

—La selva y el bosque se encuentran a los extremos de la ciénaga. Para llegar debemos atravesarla.

—Ya, ¿y no hay otro camino?

—Si queremos llegar antes del año que viene, no. A no ser que hayas aprendido a volar. En ese caso sería mucho más sencillo. —El pirata bufó—. Eso suponía.

Retomaron la marcha.

—¿Y cómo pretendes que atravesemos la laguna, eh? —cuestionó Garfio.

—En una balsa. Tranquilo, lo he hecho un millón de veces.

—Pero tú vas volando —replicó Campanilla.

—Pero la balsa la he hecho yo, ¿o no?

El hada rodó los ojos.

Garfio adelantó a Peter de nuevo y este tuvo que tirar de él para que no cayera de cabeza en el lodo.

—Cuidado. —Lo agarró de los brazos y lo apegó a su cuerpo—. No creo que quieras darte un baño en el fango.

Garfio se zafó, avergonzado.

—¿En serio debemos cruzar por aquí? —preguntó asqueado, ante el amplio camino de lodo.

—Repito: ¿puedes volar?

Garfio lo miró, cada vez más exasperado.

—No.

—Pues andando, caballero. No es tan profundo.

Garfio observó el fango con asco. Palpó un poco el terreno con el pie y finalmente lo piso. Sus piernas se cubrieron de lodo casi hasta las rodillas.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora