Capítulo 17: La tortura de un juego de dos

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El paso de los días se sintió como un suspiro, o quizá hubiesen sido semanas, quién sabe. En Nunca Jamás la percepción del tiempo es relativa. Garfio dedicó aquellos días a observar, a analizar a todas las personas a su alrededor, incluido Peter. Ninguno de los dos había vuelto a mencionar aquella conversación junto al fuego, y en su lugar se habían dedicado a mantener su clásica dinámica llena de bromas y comentarios obscenos fuera de lugar. Peter parecía más empeñado de lo normal en molestarlo, en mostrarse superior, y en llamar su atención, o quizá desviarla hacia donde él quería.

Peter no lo estaba pasando bien. Estar sin Campanilla estaba siendo más duro de lo que nadie se habría imaginado. Era su guía, su compañera, casi como su conciencia, y ahora no estaba. Era difícil tener la mente fría sin ella.

Las hadas cuchicheaban a espaldas de ambos. Peter sabía lo que decían y también lo que pensaban. Como lo veían nunca había sido un secreto para él. Para algunas era un extraño, una amenaza incluso, o el simple compinche de Campanilla. Otras pensaban que se trataba de algo más grande, como si Peter fuera un ente mágico enviado allí para cambiar las cosas. Pero, a ojos de Garfio, o cómo había podido apreciar, Peter era como un conquistador, que llegó a la isla para tomar el control. Nadie le replicaba. Le tenían miedo o respeto, dependía de en quién te fijases. Pero a todos les causaba intriga su siguiente movimiento, incluido a Garfio.

La rutina estaba clara: despertaba temprano para ir a trabajar con las hadas, en lo que le mandasen aquel día. A veces Peter lo despertaba e iban juntos, y luego la reina lo reclamaba por la tarde, o ya no se encontraba allí cuando abría los ojos. Lo que el pirata había notado, es que Peter no trabajaba en todo el día si la reina lo reclamaba por las mañanas, de hecho, no lo veía hasta horas después de que hubiese terminado «las pruebas», pero siempre iba a buscarlo en las noches para la cena. Garfio notaba como se veía algo más débil y pálido con el paso del tiempo y su sonrisa estaba cada vez más forzada, salvo en esos momentos antes de dormir.

Se sentaban junto a la cascada y Peter le mostraba a Garfio el lenguaje de manos para que pudiera comunicarse al menos con Toy y Galla; quienes les habían facilitado bastante la estancia allí.

—Espera, espera. Qué no me estoy enterando.

Peter resopló.

—Te lo he enseñado ya tres veces.

—¡Sí, a toda velocidad! Para un poco, muchacho.

—Qué viejales has sonado —se burló Peter riendo.

Garfio rodó los ojos. En verdad había estado aprendiendo las señas muy fácilmente en su mayoría, resultó no ser tan complicado como esperaba, o al menos para él.

—Venga, repite.

Peter hizo el movimiento de nuevo y Garfio lo imitó, consiguiéndolo esta vez.

—¡Aleluya! —Peter alzó los brazos y luego se dejó caer en el suelo—. Ya me he aburrido.

Garfio soltó una risita y se desplomó sobre el pasto, observando el cielo, tumbado en la posición contraria a Peter.

—¿Qué se supone que debo hacer para que las hadas confíen en mí? —preguntó Garfio—. Moriremos aquí antes de que eso pase.

Peter sonrió.

—Tú solo sigue manteniendo el perfil bajo, nos ocuparemos de eso.

«¿Nos?», se preguntó Garfio, pero no dijo nada. Últimamente, no solía replicar demasiado y solo ignoraba a Peter. Porque contestar hacía que Peter siguiera hablando y lo enredase nuevamente en sus juegos. Y una vez empezada la partida, ya no se podía parar.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora