Capítulo 12: La reina de las hadas

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Peter observó al hada con severidad.

—Solicito una audiencia con la reina —exigió Peter—. Tenemos un trato. Debe recibirme.

—La reina no te debe nada, Pan. No tientes a la suerte con tu arrogancia —replicó la mujer.

—Ni tú con tu osadía, hada.

La capitana de aquel grupo de guerreras, pudo apreciar ese brillo amenazante en los ojos de Peter, con sus manos listas para lanzarlas por los aires si se atrevían a retarlo. Sería una imprudencia por su parte atacarlas, ya que habían capturado a Campanilla, pero con Peter nunca se sabe cuál será su próximo movimiento.

—Solicitaremos una audiencia con la reina, pero no entraréis al bosque hasta que ella lo ordene. Campanilla vendrá con nosotras.

—Campanilla está conmigo —repuso Peter.

—Campanilla está desterrada. No tiene ningún derecho aquí.

—Pero yo sí, y ella viene conmigo. Además, no ha entrado al bosque. No está rompiendo ninguna norma.

El hada sonrió, prepotente.

—Da gracias porque la reina hiciera ese trato contigo, Pan, o ya estaríais muertos.

—Es cuestionable quien moriría en dicha situación.

Ambos se miraron desafiantes.

—Campanilla vendrá con nosotras hasta que la reina se reúna contigo y dicte sentencia. Metedla en una celda.

Las hadas se llevaron a Campanilla amordazada. Peter quiso replicar, pero no pudo, sabía que no serviría de nada.

—En cuanto a vosotros, hasta que la reina te reciba, permaneceréis aquí, —Hizo aparecer unos grilletes—, encadenados.

—¡Ni lo sueñes! —bramó Garfio a la defensiva, sujetando su arma, listo para pelear si era necesario.

—Garfio, detente —lo frenó Peter—. No tienes ninguna oportunidad contra las hadas —le susurró—. Debes confiar en mí.

Garfio lo miró con cierta ironía. ¿Cómo pretendía que se fiara de él en esa situación?

—No voy a dejar que me aten como a un vulgar chucho.

—¿Y qué pretendes hacer? Antes de que hagas un movimiento más, las hadas ya te habrán matado.

Garfio analizó la situación. Se sentía impotente. No tenía ni idea de que hacer o cómo salir de esta. Se arriesgaba a caer en una trampa y ser encarcelado a traición, o ser asesinado allí mismo. Todas las opciones eran igual de malas.

—Tú también, Pan. —El hada hizo aparecer unas esposas que parecieron perturbar a Peter en cuanto las vio—. No creas que te tendremos por ahí suelto. O te pones las esposas y encadenamos al pirata, o lo mato aquí mismo. A él y a Campanilla —recalcó esto último—. Tú eliges.

Peter apretó los dientes y estrujo sus puños con fuerza. Miró de reojo al pirata antes de alzar las manos al frente, resignado. Las esposas se clavaron en sus muñecas, literalmente incrustándose en su piel. Peter se retorció por un momento, adolorido, y reprimió un grito de dolor. Enseguida se enderezó y miró al hada de nuevo con expresión amenazante.

«Esta me la pagarás» juró en silencio.

Antes de que Garfio pudiera reaccionar, los grilletes se amarraron a sus muñecas y tobillos. Su primer instinto fue resistirse, pero se detuvo al percatarse de la situación. Mejor esto que morir sin opciones de escapar.


Ambos fueron encadenados con grilletes al suelo, se sentaron uno frente al otro, y permanecieron en silencio por horas. Garfio apenas alzaba la vista, solo analizaba el lugar con la mirada, disimuladamente, buscando una forma de escapar. «Era una trampa» se repetía, torturándose por haber sido tan ingenuo.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora