Capítulo 20: Las pruebas

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Peter se levantó de la cama y caminó hacia la mesa, donde reposaba una jarra de agua y dos vasos.

—¿Te has quedado seco? —preguntó Garfio, burlón, desde la cama.

Peter se rio.

—Tengo tus babas por todas partes. Seco, precisamente, no estoy.

—Yo creo que lo de estar mojado no es por mis babas, aunque tal vez sí sea el culpable.

Peter sonrió, aun dándole la espalda. Garfio se levantó y pasó las manos por su cintura, para luego acariciar su cuerpo. Peter sintió el ardiente tacto de la piel del pirata contra la suya, ya que ambos se encontraban completamente desnudos.

—Anda, —Besó su cuello—, vuelve a la cama y averigüemos porque estás tan mojado.

Peter gimió con satisfacción cuando la mano de Garfio tocó su pene. Se dio la vuelta y volvió a unir sus labios en un hambriento beso, que reclamó su lengua al primer contacto. Garfio lo empujó ligeramente hacia la mesa y comenzó a besar su pecho.

Peter no mentía cuando dijo que estaba lleno de sus babas, era verdad. Garfio lamía su piel como si estuviera muerto de sed y Peter fuera el agua que tanto necesitaba. Lo acariciaba como al más preciado tesoro, hipnotizado por su belleza y valor. Y lo besaba como si el oxígeno se encontrara en su boca, y le fuera necesario para poder respirar.

Garfio había convertido a Peter en su adicción. En eso que le hacía perder la cabeza y la razón, que lo aliviaba en los malos momentos e incrementaba los buenos. Peter Pan era como un veneno que te iba consumiendo poco a poco por dentro. Todo se nublaba para él cuando los labios de Peter tocaban los suyos. Cuando sus manos palpaban su piel. O cuando sus miembros se encontraban una vez más al arrancarse la ropa.

Estaban perdidos. Perdidos en el placer del otro.

Y es que Peter amaba ser la nueva droga de Garfio, saber que de alguna forma tenía cierto control sobre él. Los días pasaban, y su rutina de noche había pasado de clase de señas a utilizar las manos para otras cosas. No había día que sus labios no se encontraran y compartieran algún que otro comentario lascivo. Despertaban por las mañanas uno junto al otro, casi siempre abrazados o, simplemente, demasiado cerca.

Para Peter parecía no estar siendo nada, solo un nuevo nivel en este extraño juego que compartían. Pero para Garfio era más que eso, aunque se empeñara en negarlo. Disfrutaba de la compañía de Peter, de sus bromas y comentarios obscenos, que a veces lo hacían sonrojar. De las pullitas que se tiraban y que terminaban en tontos retos, que culminaban en algún beso.

Sí, le gustaba esto.

Y también le gustaba, haber dejado de tener pesadillas, desde que Peter lo abrazaba por las noches, o tomaba su mano sin darse cuenta. Al sentir que lo tenía cerca, el miedo se esfumaba. Su presencia lo hacía sentir seguro, protegido de las sombras que lo acechaban por las noches. Aunque muchos dirían que dormía con una.

Peter se subió sobre la mesa y degustó la lengua de Garfio, como si fuera el más delicioso manjar que hubiera probado en su vida.

El vaso terminó cayendo y derramándose, ambos lo observaron y se rieron.

—Ups, se mojó —dijo Peter.

Garfio lo cargó y se dejó caer sobre la cama de nuevo, sin apartarse ni un poquito de él. Se colocó entre sus piernas y siguió besándolo, envolviéndolo con los brazos.

—Pídeme lo que quieras, y lo haré —le dijo.

Peter sonrió. Acarició su rostro y pasó el pulgar por sus labios, relamiéndose los suyos con satisfacción.

Peter & Garfio: El cetro del diablo [LRDN #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora