Ruego por él
Cuando Harry se enteró que Severus Snape había sido recluido en una oscura celda de Azkaban, abandonó de inmediato su entrenamiento en la Academia de Aurores. Aún tenía la esperanza de que todo fuera un rumor sin fundamento, pero cuando no encontró a Snape en Hogwarts supo que todo era verdad. Se dirigió entonces hacia el Ministerio, iba furioso, y también asustado pero jamás demostraría este último sentimiento, no frente a Lucius Malfoy.
"¿Pero qué hice? ¡Qué carajos hice?" Se recriminó mil veces mientras corría por los pasillos del Ministerio. Se había dejado convencer por Draco Malfoy para que intercediera por su padre, nunca antes habría accedido, pero ahora el rubio heredero significaba mucho para Ron y no pudo negarse. Se odió desde el mismo momento en que pronunció las palabras "Creo en Lucius Malfoy", pero se odiaba más ahora. El corazón se le estrujó dolorosamente al imaginar a Severus Snape tras las rejas.
Él no lo merecía. Snape fue una víctima y un héroe también, y si logró sobrevivir a la guerra fue realmente un milagro, estuvo a punto de sacrificar su propia vida por ayudarlo. Si no hubiera sido por su profesor, jamás habría logrado vencer a Voldemort.
Entró sin llamar, con la rabia desbordando por su verde mirada. Lucius alzó la suya pero no mostró ningún temor, continuó sentado tras de su escritorio esbozando una sonrisa triunfadora.
— ¡Libera ahora mismo a Snape, maldito bastardo! —ordenó Harry golpeando la superficie lustrosa del escritorio, sin importarle el sobresalto causado a la secretaria de Lucius quien entró al despacho justo entonces, ni el de Draco Malfoy que respiraba agitado en el otro extremo de la habitación.
Lucius extendió brevemente su sonrisa. Con un ademán despidió a su secretaria para que les dejara a solas, aunque Draco continuó ahí Harry casi ni se percataba de su presencia, lo único que intentaba era controlar su furia para no rodear el cuello de Lucius con sus manos.
— Pasaré por alto tu imprudencia, Potter, porque sé que eres uno de los inocentes que se dejaron manipular por la maldad de Severus Snape.
— ¡No actúes conmigo, Malfoy, el único manipulador aquí eres tú! ¡Me arrepiento mil veces de haberte ayudado!
— Pero lo hiciste, y ahora nadie podrá creerte si cambias de opinión, sobre todo si se trata de salvar a tu gran amor.
— ¡¿De qué demonios estás hablando?!
— El mundo se enterará que Severus Snape te sobajó desde que eras un niño en edad escolar, que tu pobre mente y alma necesitada de afecto se dejó influenciar por él convenciéndote de estar perdidamente enamorado de un mortífago que sólo busca que le protejas.
— ¡Eres un mentiroso! ¡Severus Snape es un hombre íntegro, jamás me ha tocado, nunca se aprovecharía de lo que siento por él!
Harry supo que había hablado demasiado cuando notó la sonrisa maliciosa de Malfoy. Sintió un nudo en la garganta, ¿porqué no podía mantener la boca cerrada?
— ¿Lo ves? —le cuestionó Malfoy—. Estás cegado y no te das cuenta que siempre estuvo engañándote, él le era fiel al Señor Tenebroso y ahora tu palabra no vale mucho si se trata de defenderlo. Tú mismo manifestaste públicamente que confías en mí y apoyaste mi campaña basada en castigar a los mortífagos que aún permanecían en libertad, ¿qué crees que pensarían si ahora te retractas y defiendes al asesino de Albus Dumbledore?
Harry calló, no porque no se le ocurriera nada qué decir si no porque sabía que la muerte de Dumbledore era un suceso que todavía estaba pendiente. Los magos casi se habían olvidado de ella, pasaron demasiadas cosas que provocaron que un suceso que antes fuera inmenso, ahora formaba parte de una más de tantas muertes. Lo último que quería era que las preguntas resurgieran.
Nunca lo hubiera hecho por sí mismo, pero por Snape era capaz de tragarse su orgullo, cualquier cosa por salvarlo. Apretó los puños para controlarse y poder cambiar el tono de su voz y suavizarlo.
— No hagas esto, Malfoy... por lo que más quieras. —suplicó Harry—. ¿Porqué le odias tanto?
— Yo puedo decirte porqué. —intervino Draco.
Harry casi se había olvidado ya de su presencia, pero la voz quebrada del más joven Malfoy le intrigó. Al girarse le vio los ojos enrojecidos, como si hubiera estado llorando aunque en esos momentos no hubiese ni una lágrima en ellos.
— ¿Qué quieres decir?
Draco se estremeció mirando a su padre, parecía que dudaba en hablar después de la mirada de advertencia en los ojos grises del primer Ministro. Sin embargo, bajó el rostro evitándole.
— Padre siempre fue de los preferidos del Lord, era objeto de grandes beneficios sin necesidad de verse inmiscuido en riesgos innecesarios, casi podría decirte que el Señor Tenebroso era una víctima más del encanto de mi padre. Por lo menos hasta que Snape hizo notar su valía como espía, eso lo convirtió en uno de los favoritos, encima de mi padre incluso, y eso jamás se lo perdonó.
— Atestigua eso. —exclamó Harry esperanzado—. Si lo dices podremos sacar a Snape de prisión.
Draco bajó aún más la mirada ante el beneplácito de Lucius y la zozobra de Harry.
— Yo no sabía cuáles eran las intenciones de mi padre para ser Ministro, Potter. —aseguró Draco—. Te aseguro que jamás habría intervenido en su favor para que le ayudaras... pero lo que me pides le enviaría a Azkaban. No puedo traicionarle.
— ¿Y a Severus sí puedes hacerlo? —le recriminó—. ¡Eres un cobarde!
— Merezco lo que me digas, pero por favor, no le cuentes a Ron que...
— Demasiado tarde.
Ronald Weasley apareció justo entonces. Su rostro apesadumbrado confirmó que había escuchado la confesión de Draco y la desilusión no podía ser más evidente.
— ¡Ron, yo no sabía, no quería que Severus saliera perjudicado!
— No digas más porque no quiero terminar odiándote. Harry, vámonos de aquí.
— ¡No, no hasta que Lucius libere a Severus!
— Eso no sucederá, Harry. —suspiró Ron resignado.
— Tu amigo tiene razón, Potter, Severus Snape recibirá el beso del dementor en tres días, y no hay nada que puedas hacer para que cambie de opinión.
— ¡Lucius, por favor, te lo ruego!
Ron sujetó a Harry, era más alto y fuerte físicamente así que no le costó mucho trabajo sacarlo de aquel despacho aunque su amigo continuó rogando y suplicando por Severus Snape.*X*X*X*X*X*X*X*X*X*X*X*
Hermione sirvió a sus amigos un par de tazas de té, pero ninguno de los dos hizo el menor intento por beberlos. Se sentó junto a ellos en la mesa de la cocina del departamento que compartían. Podía comprender el dolor y tristeza de ambos. Harry nunca les había confesado la profundidad de sus sentimientos por Snape, pero no porque no confiara en ellos sino porque jamás fue necesario. Ron y Hermione lo sabían, y sabían que su amigo nunca se atrevería a decirlo en voz alta hasta ese momento.
La tristeza de Ron también podía entenderla. Fueron muchos meses en los que se resistió a aceptar que algo cambió en su interior con respecto a Draco Malfoy. Gritó, se enojó y gruñó hasta que no pudo más. Una tarde, así sin más, vio a Draco durante un paseo por el callejón Diagon, y ante la sorpresa de todos los presentes, fue directo hacia él, lo acorraló contra la pared y casi se lo come en un voraz beso.
Hermione estuvo ahí, tan asombrada como todos, más aún al ver que Draco no respondió con un golpe, sino que se colgó al cuello del pelirrojo y correspondió con la misma ferocidad, como si hubiera estado hambriento y de repente le ponen enfrente un delicioso pie de crema dulce.
Pero ahora también eso era cosa del pasado, conocía bien a Ron y podía asegurar que jamás perdonaría a Draco.
— Vinieron sus compañeros de la Academia de Aurores. —les informó Hermione—. Dicen que tienen órdenes de no dejarte entrar a Azkaban pero que ellos están dispuestos a hacer lo que les pidas.
— Tenemos que sacarlo de ahí. —dijo Harry con la voz gastada, había rogado tanto en vano, pero no se arrepentía a pesar de todo.
— Yo te ayudaré. —afirmó Ron—. Después de todo es mi culpa.
— No lo es, es de esos estúpidos Malfoy... y mía, por haber sido tan iluso.
— Ya basta los dos con sus culpas. —advirtió Hermione—. Si Malfoy no entendió por las buenas, lo haremos por las malas, que no se les olvide que siempre nos salimos con la nuestra. Ron y yo iremos contigo a Azkaban, Harry.
— Se los agradezco, primero necesito hablar con Snape, no podemos correr riesgos y esta visita me servirá para estudiar el modo de sacarlo de esa prisión.
— Bien, esperaremos cerca por si tienes algún problema.
Harry asintió, miró el reloj, el anochecer estaba por llegar, se puso de pie con firme determinación, sacaría a Snape de esa oscura prisión o moriría en el intento.
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El beso del dementor
FanfictionTodo inicia con una condena. Dos personas ven su mundo transformarse por la crueldad de un despiadado corazón. Snarry