Un rescate complicado

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Un rescate complicado



Draco apareció en la estancia principal de la gran finca en la playa y supo que era el primero en llegar, sin embargo, casi de inmediato notó un suave brillo a través de una de las ventanas, era una barrera mágica anti-apariciones bastante poderosa, seguramente Ron, Snape y un equipo de Aurores ya se encontraban en las inmediaciones de la casa. Tenía que darse prisa.


Corrió apresurado hacia la planta más alta, donde pensó encontraría a su padre, y no se equivocó, en cuanto abrió la puerta de la recámara principal lo vio inclinado sobre la baranda del balcón.


— ¡Regresa de inmediato! —bramó Lucius extendiendo una mano hacia la montaña.


Al acercarse, Draco vio a Harry sosteniéndose peligrosamente en la saliente de la roca, había logrado con su salto alcanzar la montaña, estaba a poco más de tres metros fuera del alcance de Lucius, pero el esfuerzo le tenía sobrecogido, sus dedos sangraban por el filo de las rocas en las que intentaba mantenerse firme.


El viento lo empujaba con fuerza por lo que le era difícil continuar ascendiendo por la montaña, mucho menos descender a la playa, un paso en falso y caería a una muerte segura.


— Padre, tenemos que irnos. —apremió llegando hasta Lucius.

— ¡No sin él! Al fin lo tenía en mis manos y el maldito prefirió saltar ¡pero no se saldrá con la suya!

— ¡¿Es que no te das cuenta?! Ron y los Aurores están por llegar, te llevarán a prisión.


Lucius gruñó, había notado la barrera anti apariciones un poco antes, sabía que no contaba con demasiado tiempo, aún tenía una salida secreta, pero no podría usarla si demoraba más. Miró a Harry con odio.


— ¡Podrás haber escapado esta vez, pero te juro que no me rendiré, ahora sí no dudaré y mataré a Severus Snape en la primera oportunidad que tenga y tú serás el único responsable por ello!


Harry no respondió, a pesar del ruido del viento había logrado escuchar la amenaza de Lucius pero estaba demasiado asustado para decir nada. Vio al otro joven que llamaba Padre al hombre que le amenazaba, no lo conocía, pero agradeció su presencia si eso significaba que el rubio lo dejaba en paz.


Justo en esos momentos notó movimientos en la playa y estuvo a punto de resbalar por la emoción, un grupo de gente ataviada con el uniforme de Auror atravesaba la cerca, y entre ellos pudo distinguir la figura de Severus.


— ¡Son ellos, Padre, vámonos ya! —exclamó Draco sujetándolo del brazo.

— ¡Es tu última oportunidad, Potter! —intentó Lucius con necedad—. Salta de vuelta o desde aquí puedo matar a ese imbécil.


Harry vio cómo Lucius sacaba una varita y apuntaba hacia Severus.


— ¡No, déjale en paz! —logró decir a pesar del temor por caer.

— ¡Entonces ven conmigo!


Harry se movió pero un trozo de roca se rompió haciéndole resbalar, por poco cae al vacío, sin embargo logró sostenerse casi milagrosamente.


Desde abajo, Severus descubrió lo que sucedía y corrió por la playa hacia el acantilado mientras los Aurores entraban a la casa precedidos por Ronald.


— ¡Severus! —gritó Harry aferrándose a la roca—. ¡Creo que voy a caerme!

— ¡No, sostente con fuerza, iré por ti!

— ¡Es demasiado peligroso, no subas! ¡Sev... te amo!


Severus empuñó con fuerza su varita, planeó colocarse un hechizo adherente en sus manos para subir por Harry, sería muy peligroso a pesar de todo, pero haría cualquier intento por evitar que se lastimara. Pero aún le faltaban pocos metros para llegar cuando ocurrió lo que más temía. Fue entonces que finalmente Harry perdió el equilibrio precipitándose en una mortal caída.


Draco lo vio y supo que era imposible salvarlo, pero a su padre sí, así que se aprovechó de la estupefacción de éste para obligarlo a seguirle, tenían que llegar a la azotea, ahí el techo se fundía con un túnel labrado en la montaña y entonces podrían escapar.


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Severus sintió la muerte abrazando su corazón mientras veía a Harry caer sin remedio. De pronto, ya no lo vió, no sabía si se trataba de su vista empañada por las lágrimas o su cerebro rehusándose a la realidad.


— ¿Harry? —susurró dando unos tenues pasos hacia donde se suponía debía estar el cuerpo de quien amaba, pero no encontró nada.


La arena no mostraba huellas de la supuesta tragedia. Su corazón, que estuvo a punto de detenerse, fue acelerándose más y más mientras buscaba a su alrededor.


— ¡Harry! ¡¿Dónde... dónde estás?!


Nadie le respondió, giró sobre sí mismo con desesperación, y justo entonces sus ojos notaron algo en el mar, una silueta que luchaba por mantenerse a flote. Sus piernas recobraron la fuerza perdida y corrió por la arena hasta adentrarse al agua, luchando contra las olas.


Ahí estaba Harry, esforzándose por no ahogarse, imposibilitado para pedir ayuda ante el agua que tragaba. Severus nadó con todas sus fuerzas, por momentos perdía de vista a su pareja y tenía que sumergirse buceando en su búsqueda hasta que finalmente pudo atraparlo y llevarlo a salvo a la superficie.


Harry jadeó desesperado, aferrándose a Severus, lloraba aliviado por sentirse a salvo justo cuando creyó que moriría.


— Te tengo. —suspiró Severus estrechándole contra su cuerpo, acariciando su cabello empapado—. Te tengo, Harry, ya todo estará bien, amor.

— Temí... no volver... a verte.

— Ya pasó, mi niño hermoso, ya todo pasó.


Harry asintió sin comprender bien lo que había pasado, permitió que Severus le llevara hacia la playa y se alegró cuando pudo poner los pies en la arena.


Severus le recostó con suavidad permitiéndole descansar, debía estar exhausto, no solamente por el esfuerzo que hizo para mantenerse a flote el mayor tiempo posible sin recordar cómo nadar, sino también por el acto de desaparición que pudo conseguir. Harry jamás dejaría de sorprenderle, había transgredido una barrera invocada por los más poderosos Aurores, su magia era realmente inmensa.


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Ron dispersó a los Aurores por cada rincón de la enorme casona, él se dirigió escaleras arriba con la esperanza de encontrar a Lucius en la habitación que concordaba al balcón hacia el mar. Entró, pero ya no había nadie ahí lo que lo hizo rumiar de rabia.


Pero entonces escuchó unos suaves ruidos un poco más arriba y sin pérdida de tiempo siguió subiendo hasta la azotea llegando justo en el momento en que Draco y Lucius corrían hacia la entrada de la cueva. Un certero hechizo logró derribar algunas rocas para obstruir al pasaje.


Ron apenas podía creer lo que veía, Draco estaba ayudándole nuevamente a su padre. Su corazón desilusionado sufrió como en aquel día en que su relación se quebrantó por la traición.


— ¿Porqué, Draco? —le recriminó sin dejar a apuntarles con la varita.

— Es mi padre, Ron, por favor, deja que nos marchemos y te prometo que no volverás a saber de nosotros... sólo no le hagas daño.

— No puedes pedirme eso, es un peligro para Harry y Snape.

— Hechízale, bórralos de su memoria si quieres, pero te lo imploro... no lo condenes a Azkaban, él no lo soportaría.


Lucius miró a su hijo con reprobación, nunca aceptaría que un Malfoy se rebajara tanto, mucho menos ante alguien tan miserable como un Weasley. Aprovechando la distracción de Ron, deslizó su mano hacia su varita.


Por fortuna Draco se dio cuenta a tiempo y le empujó logrando esquivar el hechizo hacia Ron. Eso hizo enfurecer al rubio quien le apartó tan bruscamente que Draco terminó en el suelo.


El intercambio de hechizos dio comienzo, Lucius y Ron se enfrascaron en una férrea pelea intentando desarmarse, por lo menos ese era el propósito de Ron. Lucius fue mucho más agresivo, él no quería simplemente liberarse del pelirrojo, sus hechizos eran mortales.


Draco respiraba agitado, si no hacía algo pronto, su padre terminaría por matar a Ron sin ninguna piedad. Además, los Aurores no demoraban en aparecer, podía escucharlos acercarse. Deslizó su mano hacia su varita ahogando un sollozo de ansiedad.


Un hechizo hizo caer a Ron de espaldas sobre el muro, su cabeza rebotó aturdiéndole. Lucius se preparó para la más horrible maldición imperdonable.


En medio de su confusión, Ron divisó un rayo verde. Exhaló profundo sintiendo la muerte rondando, había estado en infinidad de batallas en riesgo de morir, pero jamás la sintió tan palpable como en ese momento. Sufrió por haber fallado, por no lograr evitar salvar a su mejor amigo de aquel despiadado corazón que le destrozó la vida. No cerró los ojos pues no era un cobarde, vio la muerte llegado por él.


"Harry... ojalá Snape pueda hacer lo que yo no logré" Pensó por última vez antes que el resplandor esmeralda lo cegara.





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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora