Temores consumados

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Temores consumados



Tres días pasaron sin que Harry reaccionara por completo. Despertaba tan solo por breves periodos de tiempo y veía a Severus a su lado, intentaba hablar pero no podía, sucumbía de inmediato a los efectos sedantes que aún tenía en su cuerpo para ayudarle a sanar. Severus tuvo que dejar de lado sus desavenencias con Hermione para permitirle cuidar de Ángel. Ron también se ofreció a hacerlo, pero Severus jamás aceptaría que su hijo corriera ningún riesgo estando cerca de un Malfoy.


Ron lo aceptó y no insistió comprendiendo que era lo mejor, después de todo pasaba demasiado tiempo fuera de casa, más ahora que le urgía encontrar alguna pista para localizar a Lucius. Odiaba que El Profeta ya hubiese publicado acerca del regreso de Harry a la vida pública y más detestaba sus reportajes sensacionalistas cuestionando sobre el tiempo de aislamiento en que se le mantuvo.


Desafortunadamente, tanto él como Hermione tuvieron que confirmar que siempre estuvo bajo el cuidado de Severus Snape, y la información que proporcionaron al Ministerio se filtró casi de inmediato a la prensa. Pero no solo eso, los medimagos indagaron demasiado sobre la salud de Harry, y su condición ya era sabida en cada rincón del mundo mágico.


Una mañana, Harry por fin abrió los ojos sintiendo que el sopor había desaparecido, y su verde mirada buscó de inmediato a Severus. Éste se apresuró a su lado, agradeciendo en silencio de que sus ruegos fueron escuchados.


— Harry, mi niño ¿cómo te sientes?

— Sev... erus... te... amo.


Un angustiante recuerdo volvió a la mente de Severus, aquel día en que Harry despertó después de haber sido besado por el dementor pronunciando sólo esa breve frase. Tuvo mucho miedo de estar viviendo una nueva recaída, que otra vez Harry no recordara nada.


— Yo también te amo, Harry. —respondió con un angustiante nudo en su voz—. Te amaré siempre, igual que tú, y no importa si hay que volver a comenzar, te enseñaré todo de nuevo, con todo mi cariño volverás a recuperarte.

— ¿Enseñarme? No entiendo... ¿y Ángelito, dónde está? —quiso saber mientras miraba a su alrededor—. ¿Dónde estamos nosotros, Sev?


A Severus se le dificultó responder de inmediato, el alma le volvió al cuerpo al comprobar que Harry no había retrocedido en su aprendizaje.


— Estamos en un hospital ¿no recuerdas qué pasó?


Harry entrecerró los ojos forzándose a recordar cómo es que tuvo que ir a un hospital, y de pronto el recuerdo de un dolor agudo en su espalda le hizo estremecerse.


— ¡Algo me atacó, Sev!

— No, amor, fue un accidente. Ángel sólo quiso recuperar su juguete y sin querer atrajo un cuchillo que se atravesó en tu camino.

— Ah... entonces, ¿eso quiere decir que Ángelito hizo magia?

— Sí, Harry, ha sido su primera demostración y fue un error mío no estar presente para controlarlo.

— Tú no podías saber, y como dices, fue un accidente ¿verdad? ¿Mi pequeño Ángel no estaba enojado conmigo?

— No, por supuesto que no.

— Que bueno, porque me entristecería que dejara de quererme ¿podemos irnos ya a casa con él?

— Claro que sí.


Severus apenas estaba ayudando a Harry a ponerse de pie cuando entró el medimago a cargo del hospital San Mungo, y con él venían media docena de Aurores.


— No tan rápido, Señor Snape. —ordenó con petulancia—. El joven Potter se encuentra ahora bajo custodia del Hospital San Mungo y no abandonará las instalaciones hasta que yo así lo considere.

— ¿Pero de qué está hablando? No puede retener a Harry contra su voluntad.

— ¿Y usted sí? —le recriminó con dureza—. Estamos enterados de que se aprovechó de su inestable condición mental para esconderlo de la sociedad, ahora los papeles han cambiado, tiene mucho qué aclarar ante el Ministerio, señor Snape, y estos Aurores han venido aquí para escoltarlo fuera del hospital.

— ¿Qué está pasando, Sev? —cuestionó Harry abrazándose de Severus, asustado ante las férreas palabras del medimago.


Severus supo que no podía hacer nada por el momento y lo mejor sería no preocupar a Harry, así que se giró hacia él sonriéndole como si todo fuera de lo más normal.


— Ellos creen que debes seguir bajo cuidados médicos, Harry, y quizá sea lo mejor, apenas estás recuperándote de la herida, hubiera sido muy imprudente llevarte a casa tan pronto.

— Pero, ya no me duele y yo quiero irme contigo y con nuestro Ángel... quiero pedirle que me perdone por lo del conejito y decirle que lo quiero.

— Lo harás pronto, por ahora tienes que portarte bien y volver a la cama, yo iré al Ministerio a decirles que me encargaré de cuidar de ti y enseguida regreso contigo ¿de acuerdo?

— ¿Prometes que no tardarás mucho?

— Confía en mí, regresaré en cuanto pueda.


Harry asintió no muy convencido pero no renegó cuando Severus le ayudó a volver a la cama. Dio un vistazo a los Aurores, algunos de ellos le sonreían como si estuvieran felices por verlo, pero ninguno se acercó y permanecieron estoicos cumpliendo su deber. Sin embargo, Harry intuyó que no estaban ahí para lastimar a nadie. Se despidió de Severus con un beso y en pocos minutos volvió a quedarse solo en la habitación.


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Ron recién había salido rumbo al Ministerio, uno de sus compañeros Aurores le envió una nota informándole de la retención de Severus Snape y de inmediato fue en su apoyo esperando que Hermione ya estuviera ahí también para ayudar.


Draco respiró profundo al quedarse a solas, fue hacia la cocina a prepararse un poco de té cuando alguien llamó a la puerta.


En esa ocasión sí se sorprendió al descubrir que era su padre quien llamaba.


— Tenía la esperanza de que ya estuvieras muy lejos, Padre. —le dijo permitiéndole el paso, después de todo no creía que Lucius le diera otra opción.

— Supe que Potter está en San Mungo ¿tienes modo de ir a verlo?

— Obviamente no, Ron nunca permitiría que me le acercara, mucho menos Snape.

— ¿Y a dónde fue tu Aurorcillo de mierda?

— Padre, Ron es un gran Auror, no me gusta que lo insultes.

— Sólo responde y no me hagas perder el tiempo.

— Parece que llevaron a Snape al Ministerio y fue a averiguar qué pasa.

— Voy a pedirte que me mantengas informado, necesito saber a dónde será trasladado Potter cuando abandone el hospital.

— ¿En serio crees que alguien me lo diría?


Lucius se encogió de hombros aparentando indiferencia. Caminó lentamente por el lugar como si estuviera en busca de algo. Draco prefirió ignorarlo y volver a preparar su té.


— ¿Quieres que te prepare algo de tomar? —le ofreció al ver aparecer a su padre saliendo de su recámara.

— Dudo mucho que haya algo de calidad en esta pocilga. Te lo repito, Draco, sé más astuto y sácale información a ese pobretón.

— Mejor vete, Padre, o le diré a Ron que has venido.


Lucius sonrió burlón, no le importaba si Ronald Weasley se enteraba que estuvo ahí, después de todo, ya tenía lo que había ido a buscar.


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Harry sentía que habían pasado siglos desde que Severus se marchara, pero el reloj que estaba en la habitación le contradecía notoriamente. No sabía cómo es que el tiempo podía ser tan complicado, ni dos horas habían transcurrido y era escabroso imaginar que podría estar solo por demasiados minutos más.


La sonrisa le volvió al rostro al escuchar a los Aurores que se quedaron fuera de la habitación saludando a Ron. Él apenas dijo un par de palabras y entró cerrando la puerta tras de sí.


— ¡Ron, que bueno que vienes! Estaba aburrido... ¿vino Sev contigo?

— No, pero yo he venido por ti. Nos vamos ahora mismo.

— Pero Sev me dijo que lo esperara aquí.

— Eso ya no es necesario, él se adelantó y nos espera en casa, así que apresúrate a vestirte, envié a los Aurores a tomarse un descanso y no tardarán en volver.


Harry ensanchó su sonrisa, no esperó más, dejó su cama en busca de su ropa.


No se dio cuenta de la sutil diferencia en la voz de su amigo, a Harry le bastaba con saber que él le llevaría con Severus para sentirse feliz y entusiasmado.


Los ojos azules miraron el reloj de la pared, aún tenía tiempo antes de que el efecto de la poción multijugos desapareciera para dar paso a su verdadera apariencia. Lucius se sentía triunfador, en poco tiempo tendría a Harry Potter a su merced, nadie superaba su astucia, ni siquiera su hijo sospechó del verdadero motivo por el cual se presentó en su departamento aquel día.


Un par de cabellos pelirrojos era lo único que necesitaba para completar la poción multijugos que llevaba preparando desde que supo que pronto se presentaría la oportunidad de saciar su deseo finalmente.



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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora