El mal acecha

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El mal acecha




Una tarde, Ron llegó a su departamento con un grueso sobre amarillo. Encontró a Draco esperándole, como siempre, con la comida preparada. Miró la desastrosa sopa de guisantes y sonrió, era terrible el sabor pero le gustaba ver que se esmeraba en ir aprendiendo.


— ¿Qué es eso? —preguntó Draco cuando Ron le entregó el sobre.

— Tu herencia. Hermione logró que el trámite fuera más breve de lo normal, ahora has recuperado tus bienes, incluso vienen las llaves de las cámaras de Gringotts que pertenecían a los Black y a los Malfoy, como el último del linaje, te pertenecen.


Draco abrió el sobre, sacó cinco llaves y las puso sobre la mesa para estudiar los papeles. Le asombró que estuvieran incluidas las escrituras de la mansión Malfoy.


— Creí que era propiedad de mi padre y el Ministerio se quedaría con ella.

— Malfoy la colocó a tu nombre. Si me preguntas, fue un inteligente movimiento de su parte para burlar al Ministerio.

— Entiendo... ¿y eso quiere decir que debo marcharme de aquí?

— En lo absoluto. No te apartarás de mi vista hasta que encuentre a tu padre.

— Me das una razón más para esperar que jamás lo atrapes.


Draco se abrazó a Ron, se había preocupado por un momento. No quería irse de ahí, aunque afuera le esperaran lujos, comodidades, elfos que hicieran todo por él. Nada, nada era mejor que quedarse a esperar a Ron cada tarde.


El pelirrojo suspiró bajito, le gustaban esas demostraciones de afecto aunque también lo hacían sentirse masoquista pues las sufría por igual. No se permitía ir más allá de los abrazos, a pesar de que Draco a veces le besaba en la mejilla o aprovechaba tener su rostro oculto en el cuello del Auror para rozarlo con sus labios provocativamente arrancando guturales gemidos en Ron. El pelirrojo se lo permitía pues le parecía delicioso martirizarse de esa forma.


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Unos pocos días después, Draco abrió la puerta del departamento sin sorprenderse al descubrir quién era quien llamaba. En realidad, esperaba ese momento desde que Ron publicó un edicto formalizando el derecho legal de Draco Malfoy a la herencia familiar.


— Pasa, padre. —le invitó a adentrarse al pequeño lugar.


Lucius caminó hacia la sala observando el modesto lugar con repulsión a pesar de que ahora no usaba sus elegantes túnicas, su porte continuaba siendo el de un altivo magnate.


— Imaginé que no demorarías en enterarte de que la fortuna Malfoy volvió a mis manos. —continuó Draco dirigiéndose hacia un mueble cercano de donde extrajo el sobre amarillo con la documentación de su herencia extendiéndoselo a su padre—. Toma, es todo tuyo.

— Es lo menos que puedes hacer después de tu traición. —le recriminó despectivo.

— No podía permitir que mataras a Severus, él siempre fue inocente de tus acusaciones.

— Si no te hubieras entrometido todo estaría bien ahora, y mírate, terminaste viviendo en este cuchitril junto a ese Auror de poca monta.

— Ron es lo más valioso que tengo, y aunque sé que no me perdonará si llega a enterarse que te he ayudado, lucharé por lo que quiera darme.

— Es terrible verte mendigando el afecto de alguien tan insignificante. ¿Y dónde está ese Aurorcillo ahora? He estado siguiéndole pero a veces consigue escabullirse.

— Ron no es tonto, padre, sabe borrar sus huellas cuando no quiere ser encontrado, igual que tú. Sobre todo, ahora que ha encontrado a Potter.

— Sabía que no podía estar muerto como intentaron hacer creer a todo el mundo mágico. Y dime, ¿tú sabes dónde se encuentra Potter?

— No, Ron no me lo ha dicho, sólo sé que vive con Snape y que no recuerda nada. El beso del dementor le robó sus recuerdos.

— Ha sido sorprendente que lograra sobrevivir, su poder realmente es excitante.

— Veo que sigues encaprichado con él.


Lucius esbozó una enigmática sonrisa. Sí, no podía negarlo, en todo ese tiempo no había disminuido su deseo por Harry Potter, y sabía que estaba vivo, lo presentía y ahora por fin pudo comprobarlo.


— Necesito que investigues cómo dar con él, Draco.

— No, padre, en eso no puedo ayudarte. Así como jamás te delataré ante Ron, tampoco pienso delatar a Severus ni a Potter contigo.

— ¡Yo soy tu padre y me lo debes!

— Te estoy entregando todo el dinero, más que suficiente para que puedas irte y empezar una nueva vida lejos de aquí, no me pidas algo que nuevamente pondría en riesgo la vida de otra persona, eso no me lo perdonaría nunca.

— Piénsalo, Draco ¿o preferirías que me vengue con tu adorado Aurorcito?

— No serás capaz. —dijo asustado.

— Ronald Weasley está en mi lista desde hace tiempo, si no lo he matado es porque espero que un día cometa un descuido que me lleve a Harry Potter, pero mi paciencia puede terminar pronto, en tus manos está que me olvide de Weasley como pago a tus servicios. Piénsalo. ¿Qué tanto le amas?


Draco no respondió, estaba aterrorizado, su padre era capaz de darle la peor de las muertes a Ronald Weasley tan sólo para entretenerse.


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Ron escuchó la amenaza sobre su cabeza sin hacer ninguna expresión. A su lado, Severus observaba la pequeña tableta que proyectaba lo que sucedía en el departamento del pelirrojo. Tampoco se mostró alarmado, Harry estaba muy cerca jugando con Ángel por lo que no debía llamar su atención.


— No entiendo porqué no podemos ir ahora mismo y capturarle. —siseó entre dientes—. Está en su casa, Weasley, y tiene las pruebas en este aparatejo que planea lastimarle.

— Este aparatejo fue un regalo de mi padre y George, no tiene jurisdicción legal por lo que nadie debe saber de su existencia. Papá lo encontró en una redada y mi hermano lo modificó para que funcionara a base de hechizos —le informó preocupado por tener que involucrar a su familia—. Además, eso pondría a Draco en riesgo y no pienso hacerlo... y si eso no fuese suficiente, tendría que arrestarlo también. —agregó en voz baja.


Severus frunció los labios, a él no le importaba si Draco volvía a prisión, lo único que quería era deshacerse de Lucius definitivamente.


— ¿Entonces qué haremos? —bufó contrariado.

— En el sobre que Draco le entregó a Lucius están las escrituras de sus propiedades, ahora las conozco todas y hay una casa en la playa que reúne todos los requisitos para que Lucius la use como guarida. En cuanto entre a ella se activará una alarma silenciosa que solo yo detectaré, ya he dispuesto barreras anti desaparición pero las accionaré en el momento en que el ratón ya no tenga otra salida.

— Me parece muy arriesgado. De cualquier manera, quiero que me prometa que me notificará de ese momento, quiero estar presente.

— Lo lamento, Profesor, pero no puedo prometerle eso. Su intención es matarlo, y créame, yo lo haría también con mis propias manos... pero no puedo, por Draco. Llevaré todos los Aurores necesarios para evitar que huya y me encargaré de que pase el resto de su vida en prisión.


Severus no estaba de acuerdo con esa parte del plan. Lucius Malfoy sería siempre una amenaza mientras ocupara un lugar en este planeta, miró a Harry recostado en la alfombra del otro lado del salón, estaba tendido de espaldas con las piernas flexionadas y sobre éstas balanceaba a Ángel sin dejar de sostenerlo de las manos cuidando que no fuera a caerse, el bebé reía feliz jugando a volar y Harry se veía igual de feliz que él. Severus se había prometido que se encargaría que nadie volviese a arrancarle su alegría y no pensaba arriesgarse, se puso de pie con decisión.


— Si usted no piensa hacer nada, Weasley, no me pida que haga lo mismo.


Y antes de que Ron pudiera reaccionar, Severus abandonó la casa. Harry lo miró y fue tras él pero no pudo darle alcance, desapareció tras las barreras mágicas.


— ¿A dónde fue? —preguntó a Ron.

— No te preocupes por eso, volverá pronto.


Harry no pudo preguntar más, su bebé empezó a llorar al quedarse solo y volvió corriendo al interior de la casa para consolarlo. Ron respiró profundo, decidió quedarse a acompañar a Harry mientras continuaba vigilando su casa y rogaba en silencio que nada saliera mal.




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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora