Juntos otra vez

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Juntos otra vez


El sonido de una Aparición rompió el tenso silencio formado a raíz de las firmes palabras de Harry. El Director de San Mungo, sin embargo, parecía dispuesto a continuar debatiendo, no pensaba desaprovechar la oportunidad de ser quien curara al héroe mágico, eso lo llenaría de gloria.


Hermione no tuvo tiempo de pensar en porqué todos miraban a Harry con ese asombro, en sus manos llevaba un pergamino que sostenía triunfadora.


— Medimago Kolber, he venido a informarle que el Primer Ministro ha cancelado la orden que usted consiguió del Secretario en Salud Mágica. —informó casi sin aliento—. Usted no tiene autoridad para llevarse a Harry Potter e internarlo en San Mungo, por el contrario, se ha dictaminado que Harry está capacitado para llevar una vida fuera de cualquier institución mental y será él mismo quien decida donde quiere vivir.

— Aquí, por supuesto. —afirmó Harry de inmediato—. Esta es mi casa, y mi lugar es junto a mi familia.

— ¡Pero eso es imposible! —insistió el medimago señalando a Hermione acusatoriamente—. ¡No sé qué artimañas usó para convencer al Primer Ministro, pero es totalmente ilegal que se le declare sano sin una valoración médica de San Mungo!

— Sería totalmente ilegal que mi capacidad fuese valorada por un obstinado falta de criterio y objetividad como usted, Medimago. —le retó Harry.

— Eso ya lo veremos.

— ¿Sabe? —gruñó Harry dirigiéndose al medimago—. Creo que ya me harté de usted, si no sale inmediatamente de mi casa le acusaré de invasión de propiedad, así como de intento de secuestro, me parece que hay suficientes testigos que apoyarán mi palabra.


El Medimago Kolber miró a los Aurores que habían acudido con él y enseguida notó que ninguno de ellos estaba ya de su lado. Todos le miraban con desprecio y con sus varitas listas para desenfundarlas en caso de que continuara insistiendo con llevarse a Harry. No le quedó más remedio que tragarse la ira y marcharse derrotado.


Harry dejó salir todo el aire de sus pulmones y se abrazó de Severus mientras éste intercambió una mirada de agradecimiento a Hermione. Al fin la pesadilla se acababa.


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Unos minutos después, cuando todos se hubieron marchado dejando sola a la pequeña familia, Harry llevó a Ángel a su camita, el niño se había quedado dormido en sus brazos y con profundo cariño le arropó.


— ¿Sabes una cosa, Sev? —suspiró Harry mirando a su hijo dormir apaciblemente—. Ahora entiendo lo que sentiste cuando Ángelito se enfermó y yo te pedí hacer otro bebé para que no lo extrañaras... no sé cómo pude pensar que nuestro bebé podía ser reemplazado. Esta noche, cuando creí que me alejarían de ustedes, me di cuenta que era una locura, ustedes dos son mi vida. Un día tuve un motivo para abrir los ojos y no morir, hoy tengo dos, no quiero más, no necesito más.


Harry sonrió mirando sus dedos atrapados entre las manitas del pequeño Ángel, en ese momento recordó cuando Severus le afirmó que llegaría a quererlo más que nada en el mundo. Entonces le pareció imposible de comprender, pero ahora podía sentirlo en cada parte de su ser.


— No puedo imaginar un mundo sin ustedes: el amor de mi vida, y nuestro hijo... mi perfecta familia.


Harry se inclinó para dar un suave beso en la frente de su hijo antes de girarse en busca de quien amaba. Su sonrisa titubeó al descubrir a Severus mirándole de una forma muy diferente, parecía estarle mirando el alma, leyendo su interior. Se estremeció, pero no de miedo, sino de una forma mucho muy íntima. Y no protestó cuando Severus se abalanzó sobre él arrojándole contra la cama para besarlo avorazado.


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Ron llegó a su departamento sintiéndose profundamente cansado. Había sido uno de los días más ajetreados en mucho tiempo, sin embargo estaba también muy satisfecho, él y Hermione por fin lograron ayudar a su amigo y Harry se encontraba a salvo con Snape.


Pensó en tomarse una hidromiel y dormir toda la noche, pero sus planes quedaron en el olvido al encontrarse a Draco esperándole sentado en la sala, y junto a él, su equipaje.


— ¿Qué... qué significa esto, Draco?

— Has cumplido tu misión, ya no me necesitas... pero no quise irme sin decir adiós.


Ron sintió que se olvidó de cómo respirar, Draco no podía estar hablando en serio, pero la voz del rubio era fría y determinante, como el del chico arrogante que conoció en Hogwarts.


— ¿Es acaso una broma? —le recriminó intentando ocultar su miedo—. Yo no te he pedido que te vayas.

— No es necesario. —continuó poniéndose de pie y levantar la pequeña valija con sus manos—. Fuiste por mí a Azkaban no porque te interesaras en mí, sino para usarme para encontrar a mi padre. Ahora él está muerto, tu amigo ya no corre peligro y no me necesitas.

— ¡¿Quién carajo dice que no te necesito?!


Ron fue hacia Draco, y con rabia le arrancó la valija de las manos para arrojarla contra la pared. El rubio entrecerró los ojos pero no protestó ni al ver su ropa regada por el suelo.


— Me iré sin nada, tal como llegué.


Draco caminó tranquilamente hasta la puerta. Ron gruñó furioso al ver que el rubio realmente se marcharía si no hacía algo para impedirlo. Sabía que sólo tenía que pedirlo pero hasta ese momento comprendió lo difícil que era para él pronunciar esas palabras.



— ¡No te vayas! —gritó cuando Draco puso una mano sobre la manija—. ¡No te vayas, maldita sea! ¡Quiero que te quedes conmigo!

— ¿Porqué?

— ¿Preguntas porqué? ¡Tú sabes porqué!

— ¿Porqué habría de saberlo si no lo dices? Tú no me has perdonado, Ronald Weasley, sigues creyendo que traicionarías a tu amigo si aceptas tenerme a tu lado sin el pretexto de mi padre.

— ¡No, no es así!


Draco se volvió sobre sus pasos, se olvidó de su tranquilidad y con la misma altivez de su naturaleza, empujó a Ron con ira.


— ¡Sí lo es! ¡Te he dicho que te amo, me he olvidado de mi orgullo y hasta de mi dignidad permitiendo que me uses porque te prometí que siempre te esperaría pero ya no puedo más! ¡Necesito que seas tú quien busque abrazarme, quien busque mis labios, quien no termine rehuyendo mi mirada!

— Yo... no hago eso. —dijo bajando irónicamente la vista al suelo.

— ¡Claro que lo haces y eso es porque sigues viendo en mí a quien consideras culpable de la desgracia de tu amigo!

— Draco... no eres inocente.

— ¡No me conociste siendo inocente, Ronald Weasley! ¡Tú te enamoraste de mí siendo altivo, egoísta, caprichoso, malcriado y hasta cruel! ¡¿Porqué ahora me lo reprochas?! ¡No pretendo que me quites culpabilidad por mis acciones, las acepto, y quiero que las aceptes tú, como me aceptaste en un principio y como quiero que aceptes mi esfuerzo por ser mejor para ti!

— ¿Y qué puedo hacer para probártelo? —preguntó ansioso.

— Acepta que me amas, ponme en un lugar más alto que a Harry Potter y entonces aceptaré quedarme contigo.

— Pero...

— ¡Eres un cobarde! —explotó Draco estampando su mano contra la mejilla de Ron—. ¡No aceptaré de ti más compasión, no aceptaré vivir a tu lado si no me amas en la misma medida en que yo te he demostrado amarte! ¡Maté a mi padre por ti, ahora quiero que tú estés dispuesto a matar a Harry Potter por mí!


Ron palideció, su corazón se detuvo, pero cuando Draco le sujetó por el rostro ahora para besarlo apasionadamente supo que no podía perderlo otra vez.


— Lo haré... —suspiró entrecortadamente—... te amo, Draco Malfoy, y por ti, también hay un Avada Kedavra en mi varita para Harry.


Draco sonrió complacido, había temido que Ron jamás superara su propia culpabilidad por amarlo y entonces perderse para siempre, pero pudo notar la sinceridad en el brillo azul de su mirada, sí le amaba en la misma medida. Y sin pérdida de tiempo llevó a Ron hasta la recámara, estaban juntos otra vez, como antes, siendo lo más importante el uno para el otro.




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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora